¿Por qué persiguió el Papa a los Cátaros?

El 16 de marzo de 1244, más de doscientos cátaros salen del castillo de Montségur para entregarse a las llamas. Se les ha ofrecido el perdón si reniegan de su fe, pero, más bien al contrario: han aprovechado los 15 días de tregua para finalizar su formación espiritual y así poder entregar su vida en plenitud de fe. Están seguros de que ya no reencarnarán más, al haber completado la unión con su Otra Parte espiritual.

Estimados lectores: después de tres meses de silencio, he sentido de nuevo la llamada a investigar y escribir, esta vez sobre el tema de los Cátaros. Ellos se llamaban a sí mismos "buenos hombres" y "buenas mujeres" o simplemente "cristianos", ya que criticaban a la Iglesia Católica por corrupta. Es cierto que la Iglesia, después de un periodo de tolerancia, viendo que la herejía se extendía, trató de convencer de forma dialogada a los nobles que les protegían y apoyaban, para que dejaran de hacerlo, pero viéndose incapaz de doblegarlos, optó por la vía armada. También es cierto que, como tantas veces en la Historia, la religión y la política iban de la mano, y con la excusa de combatir una herejía, el rey francés se anexionó los condados independientes del sur, que giraban políticamente en torno a Toulouse. Pero en este caso, las crónicas indican que la iniciativa partió del Papa Inocencio III (cuyo papado transcurrió entre 1198-1216), que declaró la primera cruzada contra cristianos no católicos, ya que las anteriores cruzadas habían sido siempre contra los infieles musulmanes, la tercera de las cuales tuvo lugar entre 1187-1191. Inocencio III fácilmente convenció a los nobles del norte de Francia, prometiéndoles un sustancioso botín, y ante la que se avecinaba, el rey Pedro II de Aragón, que protegía las tierras del Languedoc a cambio de su vasallaje, rápidamente se puso del lado del Papa, por lo que fue apodado Pedro el Católico. Si los condes del sur de Francia habían buscado en la herejía cátara una razón para mantenerse independientes del Papa y de los reyes que les rodeaban, esa fue precisamente su perdición, pues fue el argumento de sus enemigos para despojarlos de sus dominios.

Pero antes de llegar a las manos, como hemos dicho, la Iglesia trató de erradicar la herejía por otros medios. Los cátaros predicaban con su ejemplo la pobreza y la abstención de relaciones sexuales (el ascetismo, en una palabra), por lo que -para contrarrestarlos- el papa fundó las Órdenes Mendicantes: Trinitarios en 1198, Franciscanos en 1209 y Dominicos en 1216, que vivían de las limosnas. Los miembros de estas órdenes ya no eran monjes y monjas, sino frailes y sores (hermanos y hermanas), y el principal no era el abad sino el prior (que significa el primero entre iguales), que combinaban la vida contemplativa con una actividad misionera. El propio Papa Inocencio III destacó por su estilo humilde dentro de la curia romana. En el conflicto con los cátaros fueron especialmente activos los Dominicos, fundados por el castellano Santo Domingo de Guzmán (1170-1221) el cual ya en 1206 comenzó a predicar en contra de la herejía cátara en la región del Languedoc y en 1215 funda en Toulouse la primera casa de la orden. A diferencia de los monasterios, normalmente fundados en entornos rurales y lejos del bullicio de las ciudades, las Órdenes Mendicantes fundaban dentro de las ciudades, ya que su objetivo era educar en la fe a la gran masa de cristianos ignorantes. Según el punto de vista del Vaticano, esta ignorancia les hacía presa fácil de las prédicas de los cátaros.

Santo Domingo y los Albiguenses, Pedro de Berruguete, El Prado (Madrid)

Esto nos lleva a la fundación de la Inquisición: en 1231, el Papa Gregorio IX crea la Inquisición Pontificia, que depende directamente de él, y pone a su frente a la orden de los Dominicos. Anteriormente, desde 1184, la Inquisición había comenzado dependiendo de los obispos locales, pero se comprobó que los obispos utilizaban criterios más o menos laxos, dependiendo de su conveniencia. Muchos obispos pusieron trabas a la expansión de la orden Dominica en sus diócesis, puesto que suponía una merma de su poder. En todo caso, el primer objetivo de la Inquisición fue combatir a los herejes cátaros, incluso usando la tortura; en 1252 el Papa promulgó una bula que autorizaba la tortura, aunque prohibía que el reo quedara mutilado o perdiera la vida.

Pero los esfuerzos del Vaticano llegaron demasiado tarde: para estas fechas la herejía cátara estaba más que arraigada en el sur de Francia. Su origen parece estar en los bogomilos de Tracia (actual Bulgaria), herederos de los paulicianos, unos herejes expulsados del Imperio Bizantino hacia el siglo X. Los bogomilos se extendieron rápidamente por Dalmacia, Austria y el norte de Italia, y de allí fundaron importantes comunidades en los alrededores de Colonia (Alemania) y en el sur de Francia ya a comienzos del siglo XI, donde empezaron a ser llamados Albiguenses, de la ciudad de Albi. ¿A qué se debía este gran éxito? ¿Qué doctrina predicaban?

Según nos describe Antonio Piñero en su libro "Los Cristianismos Derrotados", los cátaros eran herederos del cristianismo gnóstico, que acompañó al cristianismo católico prácticamente desde sus comienzos en el siglo I. Perseguidos repetidamente desde tiempos del emperador Constantino en el siglo IV, pequeñas comunidades de cristianos gnósticos habían siempre sobrevivido, en regiones aisladas. La propagación de los cátaros por Europa se nutrió del descontento de las clases populares hacia una jerarquía eclesiástica opulenta, que vivía a costa del pueblo. Esta versión del cristianismo también se hizo muy popular por predicar la igualdad entre todos: las mujeres tenían exactamente los mismos derechos que los hombres, y no había una jerarquía que viviera a expensas del pueblo. En cambio, los cátaros se dividían simplemente en dos grupos: los "perfectos" y los "creyentes". Los "perfectos" eran los que habían recibido el único sacramento que reconocían, el llamado Consolamentum, mediante el que se unían al Espíritu divino y adquirían la naturaleza de Cristo. Estos perfectos vivían de la caridad y se dedicaban a predicar y a formar al resto de "creyentes" o simpatizantes. Como vemos, las Órdenes Mendicantes se inspiraron en esta forma de actuar para determinar sus reglas. Por su parte, los "creyentes" recibían una instrucción larga, durante muchos años, y si una enfermedad grave les sorprendía antes de ser nombrados "perfectos", se les podía administrar una versión rápida del Consolamentum, tras la cual ayunaban hasta que les llegaba la muerte, para asegurarse así la salvación.

Dado que no había ningún superior que gobernara a todos los cátaros, ni mucho menos un órgano que controlara y homogeneizara la doctrina, hay distintas variantes sobre las creencias de los cátaros. Al mismo tiempo, la destrucción de los libros cátaros que la Inquisición llevó a cabo, hace que nuestro conocimiento actual sea muy fragmentario. No obstante, podemos afirmar que, en líneas generales, los cátaros creían que el mundo material había sido creado por el Diablo, y que el alma humana, de procedencia divina, había sido encerrada en esta prisión corporal en espera de su liberación. Este dualismo Bien/Mal =  Espíritu/Materia lo heredaron de los gnósticos, que afirmaban que el mundo había sido creado por un Demiurgo, un ser inferior al Dios supremo. Este Demiurgo, que los gnósticos identificaban con el Yahvé del Antiguo Testamento, era celoso, cruel y guerrero, lo que invalidaba la mayor parte de la Biblia de los judíos, si bien se podían extraer algunas enseñanzas de ella, pero interpretándola de manera alegórica o simbólica. El Diablo no ocupaba un papel importante en las creencias de los cristianos gnósticos, si bien con el desarrollo de la creencia en este personaje durante la Edad Media, los cátaros acabaron identificando al Demiurgo creador con el Diablo.

El papel de Jesucristo como salvador habría sido únicamente revelarnos la Verdad, y por el conocimiento de ésta, alcanzar la salvación. Por tanto, los cátaros, al igual que ciertas ramas gnósticas docetistas, pensaban que Cristo era una aparición de Dios, no un hombre verdadero, puesto que el cuerpo humano tiene la connotación de una prisión para el alma, cosa que en Jesucristo no se cumplía, ya que él estaba aquí libremente para cumplir una misión salvadora. La salvación consistía, principalmente, en la liberación de este cuerpo carnal, de ahí las estrictas prácticas ascéticas, por lo que no tenía sentido predicar la resurrección de los cuerpos al final de los tiempos, como hace la Iglesia Católica, ni tampoco la resurrección corporal de Jesucristo, sino tan solo su aparición a los apóstoles después de su crucifixión, para demostrarles que aún vivía. De hecho, muchos cátaros ni siquiera creían en el fin del Mundo, ya que pensaban que éste equivale al Infierno, y el Infierno es una pena sin fin, en el que están condenadas a reencarnarse una y otra vez las almas que no conocen la verdad. En este sentido, esta doctrina se aproxima a la religiosidad oriental budista-hinduísta. Ya que las almas pueden salir del Infierno en cuanto conozcan la verdad y la pongan en práctica, según los cátaros no tiene sentido tampoco el Purgatorio. Incluso los ángeles caídos, al servicio de Satanás, también tienen ocasión de salvarse si aceptan el conocimiento de la Verdad. 

Para los cátaros, la sexualidad es perversa, pues perpetúa el ciclo de reencarnaciones de las almas en cuerpos materiales, y de ahí que no solo vivan en castidad, sino que también se abstengan de alimentos producidos mediante la reproducción sexual, es decir, carne, huevos y leche, ya que en aquella época el pescado se consideraba que se generaba espontáneamente a partir del agua. 

Los cátaros realizaban una fracción del pan, pero sin carácter de sacramento como la Eucaristía, sino que tan solo simbolizaba la unión fraternal. De hecho, aunque había un obispo en cada comunidad, éste gobernaba bajo el consejo de la asamblea de los perfectos, de un modo que podríamos llamar "democrático". Decían que la Iglesia Católica había pervertido el mensaje de Jesucristo y se había inventado muchas leyes y rituales que el Salvador nunca hubiera admitido. Por ejemplo, en 1207 se celebró en Montréal un debate que duró quince días, entre Domingo de Guzmán y Guilhabert de Castres (obispo cátaro de Toulouse), entre otros, y las crónicas cuentan que los cátaros negaron que...

"...la Iglesia romana fuera la santa Iglesia y la Esposa de Cristo sino más bien la Iglesia del diablo y la doctrina de los demonios, afirmando que ésta era la Babilonia que Juan en el Apocalipsis acusaba de ser la madre de las fornicaciones y de las abominaciones, ebria de sangre de los santos y de los mártires de Jesucristo, y que su ordenación no era ni santa ni buena y que no había sido establecida por Cristo y que jamás ni Cristo ni los apóstoles habrían ordenado y decidido la misa tal como era hoy"

Las comunidades cátaras se desarrollaron más en un entorno rural, en pequeños pueblos, llamados burgos o castros, bajo el amparo de la nobleza local, que escuchaba con gusto su prédica. En 1204, por ejemplo, consta que Esclarmonda, hermana del conde de Foix, recibió el Consolamentum en una ceremonia pública celebrada en el pequeño pueblo de Fanjeaux, de manos de Guilhabert de Castres. A partir de entonces, se retiró junto con otras "buenas mujeres" a una "casa" que ella misma había fundado, donde vivía según las costumbres cátaras.

El desencadenante final de las hostilidades militares fue el asesinato en 1208 de Pedro de Castelnau, legado de la delegación papal en el debate de Montréal del año anterior, a manos de un escudero del conde de Toulouse. Ya que Pedro de Castelnau había excomulgado al conde pocos meses antes, se dio por sentado la implicación de éste. El Papa Inocencio III hizo el llamamiento a la guerra santa y en 1209 llegaron las tropas combinadas procedentes de diversos países de toda la cristiandad. El Papa declaró que a todo el que combatiera durante 40 días contra los herejes le serían perdonadas todas sus culpas y que todas las posesiones de los cátaros podían ser expropiadas. El conde de Toulouse era vasallo de Pedro II de Aragón, el cual viajó a Roma en 1208 para ofrecerse a su vez como vasallo del Papa, protegiendo de este modo a Aragón y a Toulouse del ataque de los cruzados, ya que el conde de Toulouse estaba casado con una hermana de Pedro el Católico. Sin embargo, una vez conquistadas las ciudades más occidentales del Languedoc, como Béziers y Carcassonne, el conde de Toulouse no aceptó las condiciones papales, por lo que en 1213 fue derrotado en la batalla de Muret, en la que también murió Pedro el Católico. Sin embargo, esto no fue el final: los cátaros expulsados huyeron hacia las montañas de los Pirineos, donde la guerra se enconaría durante muchos años. Por ejemplo, el obispo de Tolosa, Gilhabert de Castres, se refugió en la fortaleza de Montségur, prácticamente inexpugnable.

Cátaros expulsados de Carcassonne

En 1243, el senescal de Carcassonne emprende el asedio de Montségur, que perduró casi un año, hasta que los asediados se quedaron sin agua. Se pidieron condiciones para la rendición, y se les ofreció salvar la vida a cambio de abjurar de su fe, aunque más de 200 "perfectos" prefirieron la hoguera. A partir de entonces, los cátaros tuvieron que vivir en la clandestinidad, escondidos en las montañas o refugiados en el Reino de Aragón. Aunque sufrieron la persecución implacable de la Inquisición, nunca fueron exterminados del todo.

Y eso es todo. Espero que os haya interesado y hasta la próxima.

 

Bibliografía: "Los Cristianismos Derrotados" de A. Piñero (2007, EDAF); National Geographic Historia; Historia de los Cátaros; Wikipedia (vínculos insertados en el texto).


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