Concilio de Jerusalén: los dos Cristianismos irreconciliables

Buenas tardes, estimados lectores. La idea que muchos hemos tenido al leer las escrituras era de un cristianismo homogéneo desde el principio, y sin apenas cambios en cuanto a las creencias. Pero la crítica literaria unida a la investigación histórica está desvelando en estos últimos años las distintas "capas" que tienen las narraciones bíblicas, comenzando por los hechos en sí, luego cómo se filtran o deforman al ser recordados, cómo la intención del escritor puede llegar a falsearlos, y más aún si los copistas introducen interpolaciones, y finalmente cómo las creencias de los traductores les hacen seleccionar el significado o matiz que más se ajusta a su teología. Para ejemplificarlo veremos hoy dos versiones de un mismo hecho: el encuentro entre Pablo de Tarso y los que él llama "columnas de la Iglesia": Pedro, Juan y Santiago, a propósito de la circuncisión de los gentiles conversos, que se suele considerar el primer "Concilio" de la Historia de la Iglesia,  fechado aproximadamente entre los años 48 y 50, es decir, unos 18 años después de la muerte de Jesús. A pesar de ser considerado un Concilio, no nos podemos imaginar un gran número de obispos venidos de distintas partes del mundo cristiano, como fueron la inmensa mayoría de Concilios, sino que más bien fue una reunión privada entre los dirigentes de las dos corrientes en las que se dividía el Cristianismo en esa época: por una parte, Pablo de Tarso, Bernabé y Tito, y por otra, los apóstoles Pedro y Juan y el "hermano del Señor" Jacobo o Santiago.

Veamos en primer lugar los textos, y después nos sorprenderán las conclusiones que los estudiosos como Antonio Piñero o Pedro M. Rosario Barbosa han difundido:

Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito. Subí movido por una revelación y les expuse el Evangelio que proclamo entre los gentiles - tomando aparte a los notables - para saber si corría o había corrido en vano.  Pues bien, ni siquiera Tito que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse. Pero, a causa de los intrusos, los falsos hermanos que solapadamente se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud, a quienes ni por un instante cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para vosotros la verdad del Evangelio... Y de parte de los que eran tenidos por notables - ¡qué me importa lo que fuesen!: en Dios no hay acepción de personas - en todo caso, los notables nada nuevo me impusieron. Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles, y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos. (Gal 2, 1-9)

Este primer texto pertenece a la Epístola a los Gálatas, que Pablo envió a diversas comunidades residentes en la región de Galatia o Galacia, en el centro de la actual Turquía. Estas comunidades habían sido visitadas por emisarios de las comunidades de Jerusalén, los cuales les habían convencido de que para ser Cristiano primero había que ser Judío, comenzando por la circuncisión, y cumplir todas las normas y rituales. Pablo se lamenta de que hayan abandonado tan pronto el Evangelio que él les llevó, lo cual ya por sí mismo demuestra que había dos formas de entender el Cristianismo: la que consideraba a los cristianos como una secta dentro del Judaísmo, y la que quería incorporar a gentiles y judíos en una sola (y nueva) religión. Los críticos tienen bastante claro que Jesús era puramente judío, solo que daba más importancia al amor que al cumplimiento de las normas, pero nunca pretendió ir más allá de la religión judía. Fue Pablo de Tarso el que, interpretando algunas profecías de Isaías, pensó que los gentiles también podían incorporarse al Reino de Dios que estaba próximo a implantarse, cuando Jesús regresara por segunda vez.

Los primeros seguidores de Jesús, antes de la "conversión" o vocación de Pablo de Tarso, al parecer sólo difundieron el Evangelio por las comunidades judías dispersas por el Imperio, principalmente Damasco, Antioquía, Alejandría y Roma. Esta predicación probablemente se centraba en que era necesario tener fe en la Segunda Venida de Jesús, y estar "purificado" (espiritualmente preparado, es decir, limpio de pecado) para poder participar del Reino de Dios que estaba a punto de implantarse. Para Jesús, el pecado no era tanto la desobediencia a la minuciosidad de las leyes judías, sino el perder de vista el amor a Dios y al prójimo. La deducción lógica de Pablo de Tarso era que, si el cumplimiento de las leyes judías no era suficiente para salvarse, que tampoco era en sí necesario, siempre y cuando una persona hubiera escuchado la Buena Noticia siendo gentil y no judío. En este fragmento de Gálatas se encuentra la famosa frase "en Dios no hay acepción de personas", que es quizás la clave de su novedosa predicación.

Como podemos imaginar, esta predicación le enfrentaba frontalmente con los primeros creyentes en Jesús, que algunos llaman Judeocristianos o Nazarenos, ya que la palabra "cristiano" es inapropiada al derivarse de la palabra griega "Cristo" que no se usaba en la lengua aramea que hablaban en Judea. En cambio, "cristianos" serían más bien los discípulos de Pablo, que predicaba en griego, utilizando repetidamente la palabra "Cristo" (Ungido o Mesías), y de hecho la primera vez que se utilizó el adjetivo "cristianos" fue en Antioquía, una ciudad fuera de Palestina donde Pablo residió antes de iniciar sus viajes. Nunca a los creyentes de Jerusalén o de Galilea se les llamó "cristianos", y de hecho parece que esta palabra era una calificación despectiva de los Nazarenos hacia los discípulos de Pablo. 

La intención de esta carta a los Gálatas es mostrar que Pablo contaba con la aprobación de la Comunidad Madre de Jerusalén para predicar a los gentiles, para que retornaran a su fe inicial. De hecho, en el primer capítulo de esta carta se encuentra la famosa frase de Pablo: "Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gal 1, 8)

Veamos ahora la versión que da el libro de Hechos de los Apóstoles, un libro que se esfuerza en mostrar cómo en la Iglesia hubo unanimidad desde el principio, manteniendo una continuidad de predicación. Pablo era acusado de haber "inventado" una religión por su cuenta, desconectándose de los fundadores, los discípulos de Jesús. Este libro, muy tardío, fue escrito cuando ya habían desaparecido las Comunidades Nazarenas de Judea, debido a la guerra Judeorromana, que finalizó en el año 70 con la destrucción del Templo, por lo que no quedaba ningún testigo vivo que pudiera desmentir su versión de los acontecimientos.

Bajaron algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: «Si no os circuncidáis conforme a la costumbre mosaica, no podéis salvaros.» Se produjo con esto una agitación y una discusión no pequeña de Pablo y Bernabé contra ellos; y decidieron que Pablo y Bernabé y algunos de ellos subieran a Jerusalén, donde los apóstoles y presbíteros, para tratar esta cuestión. Ellos, pues, enviados por la Iglesia, atravesaron Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles y produciendo gran alegría en todos los hermanos. Llegados a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia y por los apóstoles y presbíteros, y contaron cuanto Dios había hecho juntamente con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron para decir que era necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la Ley de Moisés. Se reunieron entonces los apóstoles y presbíteros para tratar este asunto. Después de una larga discusión, Pedro se levantó y les dijo: «Hermanos, vosotros sabéis que ya desde los primeros días me eligió Dios entre vosotros para que por mi boca oyesen los gentiles la Palabra de la Buena Nueva y creyeran. Y Dios, conocedor de los corazones, dio testimonio en su favor comunicándoles el Espíritu Santo como a nosotros; y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar? Nosotros creemos más bien que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos.»

Toda la asamblea calló y escucharon a Bernabé y a Pablo contar todas las señales y prodigios que Dios había realizado por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron de hablar, tomó Santiago la palabra y dijo: «Hermanos, escuchadme (...) opino yo que no se debe molestar a los gentiles que se conviertan a Dios, sino escribirles que se abstengan de lo que ha sido contaminado por los ídolos, de la impureza, de los animales estrangulados y de la sangre...»

Entonces decidieron los apóstoles y presbíteros, de acuerdo con toda la Iglesia, elegir de entre ellos algunos hombres y enviarles a Antioquía con Pablo y Bernabé; y estos fueron Judas, llamado Barsabás, y Silas, que eran dirigentes entre los hermanos. Por su medio les enviaron esta carta: «Los apóstoles y los presbíteros hermanos, saludan a los hermanos venidos de la gentilidad que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia. Habiendo sabido que algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro, os han perturbado con sus palabras, trastornando vuestros ánimos, hemos decidido de común acuerdo elegir algunos hombres y enviarlos donde vosotros, juntamente con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que son hombres que han entregado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. Enviamos, pues, a Judas y Silas, quienes os expondrán esto mismo de viva voz: Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza. Haréis bien en guardaros de estas cosas. Adiós.»

En primer lugar, vemos que el motivo de la reunión es distinto: aquí parece que, debido a la agitación producida por algunos Judeocristianos, se decide enviar a Pablo a consultar a la Comunidad Madre. Es posible que no hubiera unanimidad en la Comunidad de Jerusalén, y que los que bajaron de Judea a Antioquía a desmentir la predicación de Pablo no fueran enviados por sus dirigentes. Podemos imaginar que se suscitaron grandes dudas entre los discípulos de Pablo de si realmente éste representaba lo que Jesús había predicado, y por eso era necesario que trajeran algunos testigos de parte de la Comunidad de Jerusalén. En la carta a los Gálatas, más bien parece que las dudas eran internas de Pablo, y que quiso ir a confirmar si lo que estaba predicando era lo correcto. En este caso, yo me inclino por la versión de Hechos como más próxima a lo ocurrido realmente: quizás Pablo no quiso entrar en detalle, o quiso omitir las referencias a los judeocristianos.

Luego vemos a Pedro hacer una predicación muy similar en contenido a la de Pablo, no solo en este pasaje, sino también en otros de Hechos. Según Piñero, es bastante inverosímil la conversión del Centurión Cornelio por la predicación de Pedro, así como la visión de Pedro de que todos los alimentos son puros. Ambas cosas parecen más bien del estilo de Pablo, pero aquí el autor de Hechos ha querido unificar a Pedro con Pablo.

En todo caso, se ve que en esa época la Comunidad de Jerusalén estaba dirigida por Santiago, apodado "El Justo", del que se decía que era "Hermano del Señor", es decir, no era uno de los Doce. Algunas personas lo confunden con Santiago apóstol, el hijo de Zebedeo, pero éste había sido ajusticiado años antes

El acuerdo final constaba de dos partes: que los conversos tenían que cumplir ciertas disposiciones alimentarias y que Pablo tenía permiso para predicar a los gentiles. Con respecto a la primera, hay que tener en cuenta que los Cristianos se reunían semanalmente para celebrar una Cena ritual, en conmemoración de la muerte de Jesús (la Eucaristía) y que era poco operativo tener dos tipos de alimentos en la misma mesa: unos para los Judeocristianos y otros para los gentiles cristianos. La solución propuesta por Pablo es que todos coman alimentos gentiles, mientras que Santiago parece prescribir lo contrario: que todos coman alimentos Kosher, preparados según las normas judías. A pesar de este acuerdo, no se tiene constancia por ninguna de las cartas de Pablo de que se llevara a cabo, sobre todo teniendo en cuenta que la mayor parte de la carne que se vendía en los mercados del Imperio había sido sacrificada en ofrenda a los dioses paganos, y que "abstenerse de los sacrificado a los ídolos" suponía en la práctica una dieta casi vegetariana. Los gentiles eran abrumadora mayoría en las comunidades fundadas por Pablo, y no tendría sentido que modificaran su dieta en atención a unos cuantos judíos, si es que había alguno. De hecho, en el fragmento de la carta a los Gálatas hemos leído que Pablo dice "nada nuevo me impusieron".

Dieta Kosher
 

Con respecto a la segunda, que supone implícitamente la prohibición a Pablo de predicar a los judíos, también el Concilio resultó poco "conciliador", ya que poco después los conflictos volvieron a florecer. Ninguna de las partes respetó lo acordado: Pablo continuó predicando en las Sinagogas y los judaizantes siguieron incordiando a los discípulos de Pablo, y lo manifiesta claramente la carta a los Gálatas, escrita pocos años después del "Concilio", de la que se deduce que los cristianos judaizantes habían contraatacado a los que previamente Pablo había evangelizado. Y es que los dos conceptos de salvación eran irreconciliables: para Pablo, la salvación provenía únicamente de la fe, y el cumplimiento de las normas judías era superfluo, tan solo los mandamientos relacionados con el amor al prójimo; por otro lado, para los "nazarenos" la salvación era solo para los judíos que cumplían sus leyes en el espíritu del amor que Jesús había predicado, y si los gentiles querían salvarse, tenían que hacerse primero judíos.

Como vemos, el análisis de las fuentes textuales arroja un panorama sobre el origen del Cristianismo bastante distinto del que estamos acostumbrados. Esta vez no he insertado apenas enlaces porque me he basado sobre todo en los dos textos bíblicos citados, siguiendo las interpretaciones de Pedro M. Rosario Barbosa que aparecen en su libro Pablo el Emisario, Odiado e Incomprendido, y en las explicaciones de Antonio Piñero, publicadas en su página de Facebook.

Espero que os haya gustado y que os haya abierto las ganas de conocer más.





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