¿Es Jesús el Hijo del Hombre que ha de venir?

Queridos buscadores de la verdad. El de hoy podría ser este un ejemplo de cómo se ha elaborado un mito a partir de una expresión enigmática, al ir pasando de generación en generación, y al irse añadiendo matices e interpretaciones a la expresión primitiva.

Juicio Final, Catedral Vieja de Salamanca

La expresión "Hijo del Hombre" es una expresión misteriosa encontrada por primera vez en el libro de Daniel 7, que describe una visión en estilo apocalíptico, y en los versículos 13-14 dice:

"Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás." Daniel, 7 - Bíblia Católica Online

El libro de Daniel fue escrito en varias partes de forma independiente y luego compilado hacia el 165 aC.

Podemos observar que la palabra "hombre" no tiene artículo en el original hebreo, y no es un detalle menor. En el Antiguo Testamento aparece la expresión "hijo de hombre" decenas de veces, pero siempre en el sentido de "un ser humano normal": sólo en dos versículos concretos del libro de Daniel parece referirse a un personaje especial. Por contra, en Daniel 8 17 leemos que el ángel Gabriel le dice a Daniel:"«Hijo de hombre, entiende: la visión se refiere al tiempo del Fin.»" con lo que claramente la expresión "hijo de hombre" se refiere a un ser humano normal. Más adelante, en Daniel 10 16 dice "he aquí que una figura de hijo de hombre me tocó los labios" en el sentido de "una figura de aspecto humano", como aclara dos versículos más adelante en Dn 10 18.

El artículo "Hijo del hombre" no aparece por escrito hasta la segunda mitad del siglo I de nuestra era, concretamente en el Libro de Henoc y en el evangelio de Marcos, de forma casi simultánea y en principio independiente, aunque fueron escritos en el mismo ambiente religioso. En ambos libros se refiere a un personaje apocalíptico, desarrollado aparentemente a partir de las ideas esbozadas en el libro de Daniel.

El libro de Henoc (o Enoc) está dividido en varias partes redactadas de forma independiente, pero los capítulos 70-71 en los que habla del Hijo del Hombre fueron redactados hacia el 63 dC, pocos años antes del estallido de la Primera Guerra Judeo-Romana, que como ya saben mis asiduos lectores acabó con las destrucción de Jerusalén en el 70 dC. También el evangelio de Marcos, de datación discutida, se puede fechar alrededor de la destrucción del Templo, siendo de ese modo el primero de los evangelios que apareció. Mateo y Lucas copiaron amplias secciones del evangelio de Marcos, por lo que no aportaron nada original al significado de la expresión que hoy nos ocupa. En todo caso, es interesante que esta fórmula apocalíptica se popularice en momentos de grandes convulsiones políticas, en los que los más pesimistas empezaban a sospechar que el Imperio aplastaría la revolución judía como había hecho ya anteriormente con otras naciones. La literatura apocalíptica parece tener como misión animar a los atribulados, al infundirles la esperanza de una intervención divina y una salvación eterna. 

Si la frase fue utilizada por el propio Jesús antes de su muerte, desde luego fue algo totalmente inusual en su época, y probablemente nadie de sus oyentes asociaba la expresión "Hijo del Hombre" a ningún personaje singular cuya venida estaba profetizada al final de los tiempos (Antonio Piñero, Guía para Entender el Nuevo Testamento, página 207). De hecho, varias veces que aparece esta expresión en el evangelio de Marcos parece ser una forma modesta de referirse a sí mismo, lo cual está corroborado por la aparición de esta expresión en otros escritos en idioma arameo en la época de Jesús. Por ejemplo, en Mc 10 45 dice "tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate". Diciendo que "ha venido" obviamente se refiere a sí mismo y no a un personaje apocalíptico que ha de venir al final de los tiempos a juzgar a los hombres.

Así pues, es totalmente verosímil que Jesús utilizara a menudo esta expresión para referirse a sí mismo. Posteriormente, cuando los evangelios fueron redactados, los discípulos recordaron aquella expresión y probablemente la asociaron a las expresiones apocalípticas comunes en su época, como las del  libro de Henoc. Por ejemplo, en el capítulo 71 14 leemos que los ángeles le dicen a Henoc:

"Este es el Hijo del Hombre que ha sido engendrado por la justicia, la justicia reside sobre él y la Cabeza de los Días no le abandonará"

La "Cabeza de los Días" se refiere probablemente a Dios Yahvé o Dios Padre, puesto que en versículos anteriores se le ha descrito con cabello blanco. Según el Antiguo Testamento (Gn 5 24), Henoc fue un personaje antediluviano, padre de Matusalén, que no murió sino que fue arrebatado al cielo con vida. El libro de Henoc se le atribuye a él personalmente, ya que en un supuesto descenso desde los cielos visitó la tierra y escribió su visión de las realidades celestes.

Así pues, el libro de Henoc presenta a un ser celeste de apariencia humana, quizás un semidiós al estilo de la mitología griega, que goza del favor de Dios y posiblemente es el encargado del Juicio Final. Con este mismo significado aparece en Mc 8 38:

"Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles" -supuestamente a realizar el Juicio Final-. Si realizamos una lectura rápida y libre de prejuicios de este versículo, aquí Jesús parece referirse a otra persona, pues cambia repentinamente de la primera persona "mí" a una tercera persona.

Sin embargo, dada la casi contemporaneidad de Henoc y Marcos, es perfectamente posible el caso contrario: que la literatura judía desarrollara el concepto de "Hijo de Hombre que ha de venir", popularizado por los predicadores cristianos en la décadas anteriores.

La expresión "Hijo del Hombre" aparece 66 veces en los evangelios, pero solo una vez en los Hechos de los Apóstoles y tres en el Apocalipsis de Juan. En Hch 7 56 aparece solo en boca de Esteban, mientras es martirizado: "Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios." lo que puede ser una alusión a que ese ser juzgará entre él y sus asesinos, pero no tiene por qué identificarse con Jesús, aunque así se interprete comúnmente.

En Apocalipsis 1 13-14:"en medio de los candeleros (vi) como a un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, ceñido al talle con un ceñidor de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la nieve" (Apocalipsis, 1 - Bíblia Católica Online). En esta cita es de destacar que el Hijo de Hombre tiene la misma característica del pelo blanco del Dios Padre en el libro de Henoc, por lo que parecen compartir una misma naturaleza. El autor identifica a este Hijo del Hombre con Jesús de una forma indirecta, puesto que en el versículo 18 dice: "estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos".

La segunda y última cita del Apocalipsis donde aparece "Hijo del Hombre" es 14 14: "Había una nube blanca, y sobre la nube sentado uno como Hijo de hombre , que llevaba en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz afilada." (Apocalipsis, 14 - Bíblia Católica Online) La hoz afilada parece ser el símbolo del Juicio Final, por lo que de nuevo se muestra a esta figura como Juez Universal, como en Marcos y Hechos. Pero en ninguno de estos tres casos se puede identificar claramente al Hijo del Hombre con Jesús. Da la impresión de que el autor lo identifica en su fuero interno, pero no se atreve a afirmarlo con rotundidad.

Curiosamente, los versículos que anuncian que el Hijo del Hombre ha de padecer y resucitar (Mc 8 31 por ejemplo) no dicen nada de su segunda venida, y viceversa, de lo que quizás podría deducirse que pertenecen a tradiciones distintas, unificadas por el autor del evangelio. En ese caso, Marcos habría unificado en un solo personaje al Jesús histórico -que con frecuencia se refería a sí mismo como hijo de hombre (en arameo, sin artículos, expresión de modestia)- con el Hijo de Hombre de Daniel, que según la profecía vendría a juzgar a vivos y muertos. La traducción del arameo al griego (en el que fue escrito el evangelio de Marcos) introdujo los artículos determinados "el Hijo del Hombre" (según hace notar Antonio Piñero, op. cit. página 209) para denominar a un personaje singular. Muy probablemente no fue Marcos el que hizo esta transformación, sino que él simplemente puso por escrito una tradición recibida, ya que Marcos -casi con total seguridad- no fue testigo directo de las palabras de Jesús. 

Esta hipótesis de la fusión de una expresión popular aramea con el Hijo de Hombre profetizado por Daniel fue expuesta por primera vez en 1977 por el investigador Geza Vermes en su libro Jesús el judío.

Como conclusión, la creación de mitos es una característica única del Homo Sapiens que lo hace superior a todos los hombres que coexistieron con él: neandertales, erectus, denisovanos, etc. y -en opinión de Yuval Noah Harari en su libro best seller titulado Sapiens- es lo que posibilitó la organización social a gran escala de los humanos actuales, ya que solo de ese modo se puede controlar el comportamiento de grandes masas de personas. La creencia en un personaje que ha de venir a juzgar a todos pudo condicionar el comportamiento de los moradores de la fortaleza de Massada, por ejemplo, que se suicidaron en masa antes de caer como esclavos en manos del ejército romano, en el año 73 dC. Podemos decir que no ha sido hasta el siglo XXI cuando la capacidad de autoanálisis del ser humano nos ha llevado a descubrir la clave del éxito de nuestra especie pero también la causa de muchos enfrentamientos, muertes y explotación de seres humanos. La cuestión es si es conveniente desenmascarar dichos mitos o es mejor dejar que la rueda siga rodando, y nuestra especie siga imponiéndose en el planeta, hasta su total aniquilación y, por ende, nuestra propia autodestrucción.

Un saludo y hasta la próxima.

La distinción entre los hechos históricos y las fábulas no es una labor que pueda atribuirse a unos pocos autores, sino que es una labor colectiva que día a día se va abriendo paso en el mundo occidental. No obstante, quiero agradecer a Antonio Piñero el esfuerzo constante en divulgar sus propios descubrimientos y los de tantos autores que han dedicado muchas horas a investigar con rigurosa metodología histórica los documentos que han llegado hasta nuestros días.

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