El Cielo o la morada final de los santos.

Buenos días, seguidores. Después de un largo paréntesis, en el que me he dedicado intensivamente a otros temas, vuelvo a profundizar en algunos puntos clave del Cristianismo, en este caso, el concepto de Cielo. De pequeño me decían que las personas difuntas estaban en el Cielo, pero no "en el cielo ese que se ve", sino en otro cielo que no se ve. Yo me imaginaba que sus espíritus vagaban "por aquí cerca", para que de ese modo pudieran vernos y escucharnos. El Cristianismo promete que los rescatados por Jesús irán al Cielo, pero ¿de donde viene esta creencia? ¿Es un concepto judío o es novedad del Cristianismo, o procede de alguna otra religión?

En el Antiguo Testamento se afirma que el cielo es el lugar donde Dios tiene su trono (cf. Salmo 11 4 y Mt 5 34 por ejemplo), pero en este caso entiendo que se refiere al Universo, que Dios gobierna mediante sus leyes, las que estudia la ciencia Física. Cuando los ángeles se presentan ante Dios (Job 1, 6) ¿dónde lo hacen? Durante la Edad Media se pensaba que lo hacían en el espacio situado por encima de la bóveda del cielo, el llamado "noveno cielo", o incluso a otro lugar más alto llamado Empíreo, ya que las estrellas fijas eran consideradas el "octavo cielo" detrás de los "siete cielos" representados por los "siete planetas" o astros móviles: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno. Quizás al Empíreo o noveno cielo se refiera la expresión "los cielos de los cielos" que aparece en Deuteronomio 10 14. Podemos relacionar esto con la expresión que aparece en la 2ª carta a los Corintios 12 2 donde dice "sé de un hombre (quizás él mismo) que fue arrebatado hasta el tercer cielo", el cual puede identificarse con el Paraíso que aparece en el versículo 4 un poco más abajo.

Fresco de Philipp Veit

Fuera de la Biblia, los judíos pensaban que existía una "sala de las almas" (o Guf) en el séptimo cielo (o por encima de él) de donde venían las almas que se iban encarnando. Según la Cábala, estas almas no son más que fragmentos del alma primordial de Adán. Esta creencia entronca con la reencarnación, según la cual las almas de los difuntos ascienden por los sucesivos cielos, y si no han sido capaces de superar en esta vida las pruebas correspondientes a cada uno de ellos, serán obligadas a reencarnarse para continuar con su aprendizaje. La doctrina de la metepsícosis o reencarnación para los filósofos griegos antiguos era hasta cierto punto similar a la doctrina hiduísta, puesto que se admitía incluso la posibilidad de reencarnarse en un animal.

Precisamente, en un documento gnóstico aparecido en Nag Hammadi llamado Apocalipsis de Pablo, se describe cómo el alma del apóstol fue ascendiendo hasta llegar al séptimo cielo, el trono de Saturno, que en la antigüedad era representado como un anciano juez (prototipo de San Pedro, en el Cristianismo). En el fragmento que podéis leer accediendo al enlace que he insertado, dice que este anciano, después de un escrutinio, abrió el octavo cielo para que el alma de Pablo pudiera continuar "descendiendo" al mundo de los muertos, donde pudo saludar a los doce apóstoles (que supuestamente ya se encontraban allí). Me ha sorprendido el uso del verbo "descender" en lugar de "ascender", y seguramente es una influencia del concepto de Hades (griego) o Sheol (judío), que era como se llamaba al Inframundo donde iban las almas tras la muerte (ver mi antiguo post Hades, Sheol o Infierno). Sin embargo, no creo que se pueda establecer un paralelismo entre el Inframundo y el Cielo del que hablamos hoy, ya que el Sheol era considerado por los judíos un lugar provisional, donde las almas esperaban el Juicio Final, mientras que el Cielo se considera una morada eterna. Además, en esta morada provisional las almas podían sufrir ciertos tormentos para su purificación. Para el Budismo, el Nirvana sería comparable al Cielo, por ser un estado perenne, mientras que el Sheol podría compararse con el Bardo, o estado intermedio, en el que el alma es puesta a prueba antes de su nueva encarnación, para ver si ha alcanzado los méritos y apredizaje suficientes salir de la rueda de las encarnaciones o Samsara. En el Cristianismo primitivo, a través de la Carta de Clemente se expresa la creencia en un tiempo intermedio después de la muerte, en espera del Juicio que dictaminará el destino del alma, de forma parecida a como se pensaba en el Judaísmo de la época.

En el Credo de Nicea, en su versión original del año 325, se afirma que Jesús "subió a los cielos" (en plural), aunque luego en la versión más actual se sustituye esta expresión por el singular "subió al cielo". Es decir, el Cielo actual del Cristianismo puede ser una simplificación de ese esquema de "esferas concéntricas" heredado de la Antigüedad, esquema que ya no es compatible con los conocimientos científicos sobre el Sistema Solar. Es de suponer que Jesús ascendió al noveno cielo o al Empíreo, ya que se dice en el Credo que está "sentado a la diestra de Dios".

El Empíreo cristiano puede ser comparable a las Islas de los Bienaventurados, de la mitología griega. Allí, las almas de las personas virtuosas y los héroes pasan una eternidad feliz, en una especie de Paraíso. Sin embargo, en este caso, este lugar tenía una ubicación concreta en la Tierra o mundo material, no en una esfera celeste. En este sentido, en el Judaísmo también se promete una eternidad material a los difuntos que superen el Juicio Final, sobre todo al final del Antiguo Testamento, en tiempos de los Macabeos (2Mac 7 14). En el Talmud (interpretación rabínica del Judaísmo) se habla de un Olam Haba o mundo venidero, en el que el alma entra inmediatamente después de la muerte, si se considera merecedora de ello, o bien pasa a un periodo de purificación (una especie de Purgatorio). Esta creencia (muy similar en Cristianismo y Judaísmo) no parece tener un origen antiguo, salvo que consideremos el periodo entre encarnaciones que, según la creencia en la Reencarnación, es un tiempo de reflexión, en el que el alma decide cuál será su próxima materialización, según lo que más necesita aprender. Aunque el Cristianismo oficial no acepta la reencarnación, algunas doctrinas heréticas sí lo admitían, como los Cátaros.

La palabra Paraíso viene del Persa antiguo que significa "recinto amurallado", de donde pasó al griego y al latín. En el Islam, la Yanna o Jardín representa el Paraíso, y curiosamente también está dividido en siete niveles. Según esto, en principio podemos identificar al Paraíso con un Jardín cerrado. Sin embargo, para los cristianos Ortodoxos, el Jardín del Edén era el punto de la superficie terrestre donde el Paraíso tocaba a la tierra, pero después del pecado de Adán, el Paraíso se separó de este plano material.

Como conclusión, podemos decir que el concepto de descanso eterno es común a todas las religiones, si bien en algunas el acceso a este descanso es inmediato después de la muerte y el consiguiente juicio, mientras que en otras es precedido de un periodo intermedio de espera o purificación, el cual puede incluir la reencarnación con el fin de dar una nueva oportunidad de aprendizaje. Si bien en contadas ocasiones este descanso eterno tiene lugar en una existencia terrestre, en la mayoría de creencias el descanso eterno se realiza en un lugar o dimensión apartada del plano material.

Saludos y hasta la próxima.






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