¿Cuál es la forma correcta de interpretar el Antiguo Testamento?

Saludos, entrañables seguidores. Los cristianos ven en el Antiguo Testamento innumerables profecías cumplidas en Jesucristo, pero los judíos las interpretan de otra manera. ¿Cómo y cuándo surgió esta interpretación alternativa?
Voy a comenzar basándome en una ponencia de 1985 de Miguel Pérez Fernández, catedrático de Lengua y Literatura Hebreas en la Universidad de Granada, titulada APORTACIÓN DE LA HERMENÉUTICA JUDAICA A LA EXÉGESIS BÍBLlCA. Ciertamente su contenido es de nivel tan elevado como su título, pero me ha resultado muy esclarecedor y quisiera compartir algunas ideas. Quiero pedir perdón de antemano si algún especialista descubre que he cometido alguna errata involuntaria, quizás por simplificar demasiado con el fin de hacerlo más sencillo.

Hay que empezar aclarando que "hermenéutica" es la técnica o método de interpretación de textos, particularmente de las sagradas escrituras. En este sentido es sinónimo de "exégesis", aunque hermenéutica puede tener un significado más amplio. La exégesis o hermenéutica se hace necesaria debido a las ambigüedades y ambivalencias del lenguaje, especialmente cuando se trata de textos antiguos, porque su significado puede ser diferente según el contexto en el que fue escrito. También la utilización de alegorías y otros recursos literarios por parte del autor puede complicar la comprensión de ciertos pasajes, sobre todo cuando el lector desconoce el referente.

Entrando ya en materia, los judíos venían desarrollando una compleja metodología de interpretación de sus textos, mucho antes de la aparición de Jesucristo. Esta metodología se basaba (y aún lo hace) en unos principios establecidos por rabinos (maestros) de renombre, que eran estudiados por todos aquellos que querían ser "maestros de la Ley" (1Tim 1 7). Así, Pablo de Tarso vino a Jerusalén a formarse en la escuela de Gamaliel (Hch 22 3). En tiempos de Jesús, la palabra "escriba" podría designar también a los maestros que estudiaban a fondo la Ley, aunque en principio "escribas" eran los copistas que estaban autorizados a copiar meticulosamente las escrituras que habían de ser usadas en la sinagoga. Los escribas solían ser fariseos (Mc 2 16) y los más respetados eran llamados Rabbí que literalmente significa "Mi grande" y que normalmente se traduce al español por Rabino. Jesús fue llamado así (Mt 26 25) y de hecho tenía un grupo de discípulos que aprendía sus enseñanzas.

Pues bien, los maestros o rabinos solían explicar el significado de las escrituras utilizando midrashim (literalmente "explicaciones", singular midrash). Estas explicaciones o midrashim están recogidas en la Hagadá o narraciones, y en la Halajá (Halakhá) o conjunto de normas, que incluyen los famosos 613 mitzvot o mandamientos de los fariseos. La Hagadá y la Halajá se transmitían en paralelo con la lectura de las escrituras en la sinagoga, y servían para controlar (todavía hoy) su correcta interpretación. Según los fariseos, esta tradición oral se remonta al mismo Moisés, que no solo recibió la Ley escrita sino también una Ley oral. Es decir, a un discípulo no se le entrega solamente una Ley escrita para que la interprete, sino que se enseña a interpretarla. De aquí se puede extraer una interesante conclusión: la tradición oral no necesita del soporte de la tradición escrita, pues su validez se basa en la autoridad del mismo Moisés. Más bien, la tradición oral y escrita se apoyan mutuamente, según el dicho: "La Torá (la Ley) se explica por la Torá".

La actitud básica de todo buen judío debe ser estudiar la Ley. Rabbí Yojanán ben Zakkay llegó a afirmar que el dicho "el hombre ha sido creado para estudiar la Ley" provenía directamente de Hillel y Shammai, famosos rabinos del siglo primero. Estos rabinos enseñan que la Ley ha sido dada "de una vez para siempre" y que solo queda ir descubriendo en ella lo que dice respecto a los tiempos actuales.

La primera colección conocida de 7 reglas para interpretar la Ley es la del Rabbí Hillel (110 aC-10 dC), abuelo de Gamaliel, el maestro de Pablo de Tarso. Se especula que Jesús de Nazaret pudo ser discípulo de R. Hillel, pues se pueden encontrar numerosas coincidencias en su interpretación flexible de la escritura, como por ejemplo la famosa sentencia que según Hillel resume toda la escritura: «No hagas a tu prójimo lo que no quieres que te hagan a ti; todo lo demás es comentario», aunque realmente esta Regla de Oro forma parte de las principales religiones como podéis ver aquí.

Por el contrario, Rabbí Shammai (oponente de Hillel) interpretaba la ley rigurosamente: por ejemplo, se cuenta que al nacer su nieto, hizo un agujero en el techo de la habitación para que pudiera cumplir el precepto de la fiesta de las tiendas, en la que casualmente había nacido. La interpretación rigurosa de Shammai era la dominante en tiempos de Jesús, y éste la atacaba con dureza, por ejemplo a propósito del sábado (Mt 12 1ss), más en consonancia con Hillel, afirmando que el hombre está por encima de la ley del Sábado.

Otro rabino, Rabbí Aquiba (o Akiva) (50-135 dC), contemporáneo de los evangelistas, hizo un desarrollo mucho más exhaustivo para poner la Halajá en relación con la Torá, por lo que es considerado el iniciador del judaísmo rabínico, que se prolonga hasta nuestros días. Para R. Aquiba, las leyes exegéticas prevalecen sobre las lógicas y la Torá es significativa hasta su más pequeño detalle. Cuando leí esto, me llamó la atención que esta es la fórmula comúnmente usada en la actualidad para interpretar también el Nuevo Testamento (al cual, evidentemente, R. Aquiba no se refería) y de ahí puede venir la oposición entre el "Jesús histórico" que los historiadores ven en los evangelios y el "Jesús de la fe" que la Iglesia enseña, según una tradición transmitida en paralelo con las escrituras.

En definitiva, la Iglesia aplica a toda la Biblia cristiana la misma metodología básica usada por los judíos para interpretar el Tanaj (Antiguo Testamento). La conclusión de Miguel Pérez es que no podemos hacer o comprender la exégesis bíblica sin estudiar la hermenéutica judía antigua. No obstante, el principio básico para hacer exégesis cristiana es lo que el mismo Jesús expone a los discípulos de Emaús: "Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras" (Lc 24 27). Es decir, el principio de que "todo el Antiguo Testamento habla de Jesús" se puso por encima del resto de reglas interpretativas, aunque sin anularlas. ¿Con qué autoridad pueden los cristianos hacer esto? La Iglesia dice seguir los pasos de su maestro, ya que Jesús se nos muestra en los evangelios interpretando la Ley con una gran libertad, con "autoridad" (Mc 1 22).

Como ejemplo podemos citar el himno a la kenosis (humillación o descendimiento) de Flp 2 7-11 que según Miguel Pérez (op. cit.) es una aplicación a Jesús del famoso Cuarto Canto del Siervo de Yahvé de Isaías 53. Es decir, toda la exégesis del Antiguo Testamento parte de una profesión de fe previa, en Jesús como Señor, que no se puede deducir directamente de la escritura heredada de los judíos. O dicho de otro modo: Jesús representa para los cristianos lo mismo que Hagadá y Halajá para los judíos: un conocimiento transmitido en paralelo con la escritura sin el cual no se puede entender ésta.

Veamos otro ejemplo más detallado la cita de Isaías que Pablo inserta en Rom 9 32-33: "Mirad, pongo en Sión piedra de tropiezo y roca de escándalo y quien crea en él no será defraudado."

El original de Isaías 28 16 dice más bien: "Yo pongo en Sión una piedra probada, angular, preciosa, de cimiento, quien se apoya no vacila."

¿Con qué autoridad se atreve Pablo a alterar la cita del Antiguo Testamento, sustituyendo toda una serie de cualidades positivas por otras negativas? Para Miguel Pérez, Pablo ha usado Is 8 14 donde también aparece la palabra "piedra": "piedra para tropezar y roca para despeñarse" y ha mezclado los dos versículos basándose en la "regla de analogía" de Hillel que Pablo había estudiado en la escuela rabínica de Gamaliel.

Esto es solo un botón de muestra: animo al interesado a leer el documento original que no es demasiado extenso.

Para terminar me gustaría detenerme en un texto crucial cuando se defiende que Jesús es el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento. Es el conocido Cuarto Canto del Siervo de Yahvé (Is 52 13 a 53 12) perteneciente al  Deuteroisaías (capítulos de Isaías 40 a 55), llamado así porque se trata de un escrito atribuido a Isaías pero escrito varios siglos después de la muerte del auténtico Isaías (siglo VIII aC). Por las referencias a Ciro, el Deuteroisaías puede ser fechado con seguridad en el siglo VI aC, es decir, la época del exilio, cuando el pueblo de Israel fue hecho cautivo en Babilonia. La cuestión de a quién se refiere este Siervo es tan compleja que incluso exégetas famosos (Angelo Penna, 1958) han afirmado que es un problema "inextricable", por lo que yo no voy a resolverlo aquí ahora, sino simplemente apuntar unas ideas.

En opinión del profesor Isi Wolff -erudito judío que colabora con la Federacion Internacional de Judaismo Humanista Secular- este Siervo de Yahvé debe interpretarse como el pueblo de Israel sufriente en su exilio, ya que la profecía de liberación que aparece en esta sección del libro de Isaías (como muchas otras) fue escrita post eventum, es decir, una vez que el hecho ya se había producido. Del mismo modo, este profesor piensa que la descripción de la pasión de Cristo se adaptó para que en ella se cumpliera la profecía del Cuarto Canto, ya que -en su opinión- la idea importante del mesianismo judío es la restauración de la nación de Israel y no la salvación eterna conseguida por medio de una persona concreta, si bien la idea militarista original fue "espiritualizada" una vez que se produjo el desastre de la rebelión de Bar Kojba (año 132 dC) que acabó con 1000 aldeas arrasadas, medio millón de judíos ejecutados y Jerusalén convertida en una nueva ciudad romana: Aelia Capitolina.

Estemos o no de acuerdo con el profesor Isi Wolff, lo que sí parece claro es que los acontecimientos históricos influyeron en la concepción de Israel sobre sí mismo como pueblo elegido por Dios. Si bien, inicialmente, esta elección suponía un alto grado de protección frente a los enemigos y una situación de prosperidad material, el destierro en Babilonia -primero- y las dos guerras judeo-romanas -después- hicieron descubrir a Israel que su misión era poner a Dios de manifiesto en medio de las naciones paganas. Esto es lo que Hernando Barrios Tao -doctor en Teología de la Universidad Pontificia Javeriana de Bogotá- desarrolla en su artículo "Teología del sacrificio en Is 52,13-53,12: siervo nuevo, elección nueva, misión nueva, ofrenda nueva". Aunque no es muy extenso, me gustaría destacar aquí algunas ideas, y si alguien desea más detalle o referencias, me remito al artículo original.

Durante el exilio (y también después de la rebelión de Bar Kojba) el pueblo de Israel tuvo que enfrentarse a lo que se suele llamar "CONFLICTO COGNITIVO" (Piaget 1996), es decir, la demostración palpable de que lo que ellos creían que iba a producirse (que Dios protegería a su pueblo Israel) finalmente no se produjo. Este concepto de "conflicto cognitivo" también lo aplican otros autores a la experiencia de los apóstoles después de la muerte de su maestro (Ver Fernando Bermejo, "La invención de Jesús de Nazaret", página 339 y siguientes). Para resolver este conflicto, los profetas de Israel (y quizás también los apóstoles) descubrieron un nuevo sentido al sufrimiento. ¿Cuál es este nuevo sentido?

Durante siglos, el "siervo" era una persona que entregaba su dedicación a otra de mayor rango, a cambio de sustento y protección, y eso es lo que había hecho el pueblo de Israel con Dios a lo largo de los siglos. Es lo que podríamos llamar una relación "religiosa" para obtener el favor de la divinidad. Pero al contemplar los desastres de su historia, la palabra "siervo" cambia de significado: Israel "sirve" a Dios aceptando su voluntad y cargando con los pecados del opresor.
Esto también puede verse en el cambio de acepción de la palabra "cordero". Aquí, en el Cuarto Canto, el Siervo "fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca" Isaías, 53 7 - Bíblia Católica Online

Compárese con uno de los primeros versículos del Deuteroisaías: “Como pastor apacentará su rebaño, en su brazo recogerá los corderos, y en su seno los llevará; guiará con cuidado a las recién paridas” (Is 40,11) Es decir, si en principio el concepto religioso -innato al ser humano- es que Dios lo protegerá "como un pastor protege a su rebaño", el pueblo de Israel sometido a las desgracias se identifica más con un "cordero llevado al matadero".

Esta expresión aparece también en Jeremías: "Y yo que estaba como cordero manso llevado al matadero, sin saber que contra mí tramaban maquinaciones: «Destruyamos el árbol en su vigor; borrémoslo de la tierra de los vivos, y su nombre no vuelva a mentarse.»" Jeremías, 11 - Bíblia Católica Online

Pero mientras que en Jeremías el sufrimiento es consecuencia de la misión profética, en el Cuarto Canto parece que EL SUFRIMIENTO ES LA PROPIA MISIÓN. Como afirma Hernando Barrios, este Siervo sufre en lugar de otros, pues así interpreta Is 53 4: "¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba!". Este autor lleva aún más allá la interpretación, pues afirma que la no-resistencia en el auto-sacrificio convierte a este misterioso "Siervo" en la víctima expiatoria perfecta, que sustituiría a los sacrificios de animales realizados en el Templo de Jerusalén. Dicho de otro modo: si los animales son ofrecidos como primicias, en reconocimiento de que toda vida viene de Dios, el ofrecimiento de la propia vida es un reconocimiento aún mejor, puesto que el don que se ofrece no es un símbolo sino la propia realidad.

Queda de ese modo resuelto (en opinión del autor citado) el enigma expresado en Is 53 10 de que "el sufrimiento es voluntad de Dios". ¡O incluso de que Dios mismo sea el causante del sufrimiento! A renglón seguido, este versículo 10 afirma que Dios "alargará sus días" y le bendecirá como premio a su entrega.

En definitiva, el Cuarto Canto del Siervo es una reflexión del pueblo de Israel que trata de encontrar sentido al sufrimiento, y como tal, es perfectamente aplicable al caso de Jesús, o al sufrimiento en general de la Humanidad. Como veis, una vez más, me limito a exponer las distintas visiones que se dan de los hechos, para que cada uno de vosotros toméis partido por una u otra opción.

Espero no haber sido demasiado "espeso". El tema en sí es complejo, y los comentarios que me han hecho en algunas redes sociales acusándome de "inventar" cosas o de no justificar mis afirmaciones, quizás me han obligado a ello. ¡Os ruego vuestra comprensión y que no abandonéis mis lecturas!

Hasta la próxima.

Para elaborar este post, aparte de la Wikipedia y otras fuentes, he utilizado principalmente la ponencia de Miguel Pérez Fernández y el artículo de Hernando Barrios ya citados, que podéis consultar, como siempre, picando en los enlaces de color azul.

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