¿Confirman las ECM la doctrina cristiana?

Queridos lectores. ECM significa "experiencia cercana a la muerte" y se refiere a lo que experimentan las personas durante una "muerte clínica", normalmente con parada cardíaca y electroencefalograma plano, y pueden luego contarlo después de su resucitación, gracias a un masaje cardiopulmonar (RCP) y/o un desfibrilador (electroshock) y/o ventilación asistida, etc. Debido al avance de la tecnología, cada vez más personas han regresado de la muerte y han confirmado que la conciencia individual no se apaga. Hoy en día existen páginas web como NDERF que se dedican a recolectar estos sucesos. La experiencia más común suele ser "sentirse fuera del cuerpo" y observar la escena "desde arriba", pudiendo dar detalles de objetos, conversaciones, etc. inaccesibles desde el lugar donde se encontraba el cuerpo. Sin embargo, a veces se han detectado historias inventadas, con el fin de vender libros, que han desprestigiado a este tipo de relatos en su conjunto.

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Para tratar de aclarar el tema de un modo científico, de las decenas de miles de experiencias publicadas, los autores del reciente libro "El Yo no muere" (2019, de Titus Rivas, Anny Dirven y Rudolf Smit, ver vídeo de presentación) han seleccionado un centenar que han sido comprobadas mediante informes médicos o declaraciones de testigos, llegando a la conclusión que todos tenemos una conciencia o "alma" no material, independiente del cerebro, es decir, no creada por éste, al contrario de lo que afirma el paradigma dominante hoy día, un paradigma plenamente materialista. Por ejemplo, dentro de este paradigma, la memoria se supone que se almacena en las neuronas, sin que haya estado científicamente descrito cómo esto se pueda producir, ni siquiera en forma de hipótesis. Pero estas personas que han tenido una ECM pueden recordar su experiencia, y ciertamente su cerebro no tenía actividad en ese momento, como se ha podido comprobar, entrevistando a los protagonistas o cotejando el informe médico de cada caso.

También prácticamente todas las experiencias hablan de paz, amor y sensaciones agradables, y frecuentemente un túnel con una luz al final, y en no pocos casos describen el encuentro con personas ya fallecidas, a veces incluso sin saber quiénes eran en ese momento, aunque más tarde lo pudieron averiguar, como el encuentro del famoso doctor Eben Alexander, autor de "La prueba del cielo" (2015), con su hermana. Este libro ha roto una lanza importante en este tema, al estar escrito por un neurocirujano de prestigio, que antes de tener la experiencia era un consumado materialista.

Con frecuencia los creyentes acogen este tipo de relatos con agrado, observando que confirman su fe. ¿Pero realmente la confirman? Por supuesto, estos relatos abren nuestra visión hacia un mundo espiritual, del que hablan prácticamente todas las religiones, y precisamente por eso los materialistas atacan ferozmente estas publicaciones, resistiéndose a aceptar las pruebas de la evidencia, que el libro citado "El Yo no muere" muestra contundentemente. De hecho, el libro, en sus capítulos finales, admite que el origen de muchas creencias sobrenaturales en distintas culturas puede tener su origen en este tipo de experiencias, que se han venido produciendo durante toda la historia, aunque no con tanta frecuencia como ahora, por los adelantos en la ciencia médica. Por ejemplo, en la 2ª carta a los Corintios 12 2ss, Pablo hace referencia a uno que decía haber visitado el "tercer cielo", posiblemente fuera de su cuerpo. De hecho, muchas de estas "resucitaciones" son consideradas por los médicos como auténticos MILAGROS, ya que se han producido cuando el paciente ya estaba desahuciado y dado por muerto, y además sin sufrir daño neuronal, e incluso en casos puntuales acompañada de la curación de alguna patología previa que padecía el resucitado.

Algunos relatos, aunque no en un porcentaje alto, hablan de un encuentro con Jesús, aunque lo describen con un aspecto muy diferente al habitual. ¿Cómo sabían que era él, entonces? Suelen decir que "lo sentían" sin que el personaje se lo dijera expresamente, y cuando estas personas regresan, sienten un avivamiento de su fe. Sin embargo, los creyentes de otras religiones tienen experiencias que también confirman sus respectivas fes (ver por ejemplo esta) y muchas personas no creyentes (como el citado doctor Eben Alexander) tienen visiones del mundo espiritual que no casan específicamente con una religión concreta. En opinión de Lewis Stafford Betty (2006), profesor de estudios religiosos, los pacientes interpretan aquello que ven en el más allá desde la perspectiva de sus creencias previas a la ECM (esta opinión se encuentra en el libro "El Yo no muere", en la página 258). Por ejemplo, tenemos el caso del niño de solo 4 años, hijo de un pastor protestante, que relató que vio a Jesús y a los ángeles mientras estuvo en parada cardíaca durante una operación de apendicitis. Su experiencia ha podido comprobarse que es verídica, no fantástica, porque en ella conoció a uno de los abuelos de su padre, a quien más tarde reconoció en una vieja fotografía, y también conoció a una hermana, que su madre había perdido en un aborto espontáneo, y de la que nunca había oído hablar. Esta experiencia, dicho sea de paso, confirma que el ser humano está dotado de un alma consciente ya desde el seno de su madre.

¿Todos los seres humanos compartimos entonces un destino similar, sin importar nuestras creencias? En uno de los estudios realizados, sobre más de 2300 pacientes cuya vida había estado en peligro, unos 1400 (más de la mitad) dijeron haber experimentado una ECM, aunque solo unos 55 lo hicieron mientras su cerebro estaba totalmente paralizado (electroencefalograma plano), de acuerdo con el libro "El Yo no muere", página 61. En los capítulos finales del libro, se interpreta este dato como que probablemente todos hayan tenido una ECM mientras estaban clínicamente muertos, aunque no todos lo recuerden, simplemente debido a los mecanismos de la memoria. Todos tenemos experiencia que para evocar un recuerdo, el cerebro debe encontrarse con alguna percepción similar, que le ayude a traer el recuerdo completo, por evocación. De todos modos, esto no deja de ser una hipótesis.

En todo caso, las ECM son positivas en su inmensa mayoría, y su regreso a la vida corporal suele ir acompañada de intenso dolor, por lo que no es raro que los protagonistas manifiesten que "morir es con mucho lo mejor", parafraseando a San Pablo (Filipenses 1 23). No son raros los casos en los que el regreso se debe a la contemplación del dolor de los familiares, desolados por la pérdida. El efecto de la oración de los familiares a veces ha sido este, precisamente: dar a conocer al difunto cuánto se le echa de menos y cuánto se desea su regreso. Por ejemplo, la hija del Dr. Khan del ejército pakistaní, que sufrió una encefalitis viral con solo 2 años en 1968, escuchó la voz de su padre llamándola: "Vuelve, hija, vuelve". Esto me recuerda la resurrección de la hija de Jairo, cuando Jesús afirmó rotundamente que "No está muerta: está dormida" (Mc 5 39) y habló a la niña: "Muchacha, levántate" (Mc 5 41). En otras muchas ocasiones, el espíritu del difunto se encuentra con un personaje, a menudo un familiar, que le informa que debe regresar porque aún no ha llegado su hora.

También aparecen en ciertas ECM indicios de reencarnaciones, aunque en el libro que centra hoy nuestro estudio no se documentan muchos casos. Se describe el caso de una niña de 7 años, de familia mormona, que se ahogó en la piscina, permaneciendo bajo el agua más de 17 minutos. El investigador que estudió el caso omitió el detalle de su familia mormona para dar más veracidad al dato de que la niña dijo haber hablado con las almas de dos niños que aún no habían nacido. Una vez que se supo la afinidad religiosa de la niña, los críticos cristianos desprestigiaron el caso, ya que el cristianismo se opone a la preexistencia de las almas, la cual en cambio sí es aceptada por los mormones. Pero si eso es así, también deberíamos descartar los relatos de las personas que afirman haber visto a Jesús: todas ellas eran cristianas, ya fueran practicantes o al menos de cultura cristiana. En definitiva, pudiera ser que esto confirme nuestra afirmación anterior: la interpretación de las experiencias vividas en una dimensión tan diferente a la física se hace basándose en las creencias aprendidas durante nuestra vida mortal, lo cual no significa desde luego que sean experiencias erróneas.

En relación con el suicidio, el libro reporta el caso de una enfermera (página 97) con depresión que tuvo una experiencia muy positiva, tanto que no volvió a tener pensamientos suicidas. De hecho, había olvidado completamente su intento de suicidio. Sólo un caso (página 65) refiere una experiencia angustiosa, una visión del "infierno", sin dar más detalles. 

En todo caso es importante subrayar la percepción de INDIVIDUALIDAD, es decir, al menos en la primera fase tras la muerte, no nos disolvemos en una conciencia cósmica, como algunos apuntan, subrayado además por los contactos con personas concretas ya fallecidas. 

El libro da mucho más de sí en relación con apariciones de las personas que están experimentando una ECM a personas vivas perfectamente sanas. Uno de los casos es precisamente el caso documentado más antiguo que aparece en el libro, en la página 174, que ocurrió a finales del siglo XVII. Una moribunda, en uno de sus últimos momentos de lucidez, afirmó haber visitado a sus hijos para despedirse de ellos. Los hijos estaban al cuidado de una niñera, la cual afirmó bajo juramento haber visto la imagen de la madre de los niños visitándola a media noche. Un pastor, llamado Thomas Tilson, entrevistó a todos los participantes, confirmando los hechos y dando fe por escrito del caso. En este y en otros casos descritos en el libro, el cuerpo "astral" de la persona, que viaja a veces a lugares muy lejanos de su lecho de muerte, es observado con la apariencia total de un cuerpo físico, e incluso se comunica con los vivos. Esto me recuerda a mí las apariciones de Jesús resucitado, aunque por supuesto es una opinión totalmente personal. En todos los casos recogidos en el libro, el sujeto que experimenta la ECM va a despedirse de sus seres queridos y/o a transmitirles un mensaje. El hecho de que Jesús entrara en el recinto donde se encontraban los apóstoles con las puertas cerradas (Juan 20 19) o que desapareciera repentinamente (Lucas 24 31) casan con esta hipótesis, aunque otros detalles, que podrían ser adiciones posteriores al relato original, parecen querer subrayar la realidad física de Jesús resucitado, como cuando Tomás metió los dedos en sus yagas (Juan 20 27).

En conclusión, hoy día estamos en disposición de estudiar científicamente, aunque solo sea de modo parcial, la vida después de la muerte, lo que permitirá llegar a un consenso universal, poniendo fin al enfrentamiento secular entre los distintos credos y religiones. Sin embargo, mucho me temo que el avance en este campo será penoso, al contar con la radical oposición, por un lado, de los materialistas acérrimos, y por otro, de los fanáticos de las diversas religiones, que consideran inamovibles sus prejuicios, y no se rinden ni ante las pruebas más evidentes. No obstante, cada vez más se observa que en este siglo XXI está ocurriendo un despertar espiritual generalizado, en todos los continentes, que finalmente conseguirá que la humanidad se una en el amor y la paz.

Un saludo.




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