¿Cuál es el origen del dogma de la Trinidad? o ¿Por qué la Iglesia persiguió al arrianismo?

Buenos días, seguidores y seguidoras. El tema de hoy es muy interesante porque conduce a la formulación del famoso Credo de Nicea, pero es tan extenso que podría dar fácilmente para un libro, así que me limitaré a dar unas pinceladas, y luego el que quiera podrá ampliar la información picando sobre los enlaces o leyendo la bibliografía. Para este post me he basado principalmente en el libro "Los Cristianismos Derrotados" de Antonio Piñero (Ed. EDAF 2007), y en "Alejandría, Crisol de Culturas", de Enrique Selva Poveda (libre difusión, 2014).

Visto desde un punto de vista superficial, es sorprendente cómo una religión fuertemente monoteísta como el judaísmo pudo dar lugar a una religión trinitaria, si bien se subraya aquello de "tres personas distintas y un solo Dios" o, dicho de otro modo, tres personas hechas de una misma "sustancia" divina. La palabra "sustancia" viene del latín "sub-stantia", es decir, "lo que subyace" oculto a la vista, por debajo de la forma y apariencia de una cosa, un concepto desarrollado por los filósofos griegos. Esta categoría era totalmente ajena al modo de pensar judío, por lo que es fruto clarísimo de una interacción entre la fe cristiana y la filosofía griega. Ya Pablo de Tarso, al predicar a una audiencia helenizada, tuvo que emplear términos griegos que él conocía perfectamente, al haberse educado en una ciudad helenizada, lejos de Judea. Pero el primer intento serio de síntesis entre la fe cristiana y la filosofía griega, concretamente platónica, se dio en Alejandría de la mano de los cristianos gnósticos. Esta rama del cristianismo podría tener sus orígenes en el esenismo, según se desprende del análisis más reciente de los manuscritos aparecidos en Qumrán, y desde el principio tenía fuertes tendencias al sincretismo, esto es, a buscar los puntos comunes de distintas religiones, integrándolas en lo que podría ser una fe universal. El origen de este sincretismo es muy anterior al cristianismo; según E. Selva Poveda, se debería a la extensión del imperio de Alejandro Magno (356-323 aC), que enfrentó al pensamiento griego a muy diferentes culturas y religiones. En Alejandría (Egipto), y concretamente en su famosa Biblioteca, se alcanzó el culmen de este conocimiento universal, ya que todos los barcos que atracaban en su puerto estaban obligados a dejar copias de los libros que transportaban, para enriquecer los fondos de la Biblioteca.

No es de extrañar, por tanto, que fuera allí en Egipto, y concretamente en Alejandría, donde surgieran los cristianismos gnósticos, dicho en plural porque mantuvieron siempre un intenso debate interno que les hizo evolucionar en distintas direcciones, y nunca llegaron a acordar un pensamiento único, como sí hizo la Iglesia Romana oficial. Precisamente, en la antigua religión egipcia ya surgieron varias "trinidades" de Dioses, mostrando una especial predilección por el número tres, por ejemplo la terna Amón-Ra-Ptah, que eran los dioses protectores de las tres principales ciudades del país: Tebas, Menfis y Heliópolis. Allí mismo, en Egipto, se desarrolló la idea de que todos los dioses eran en realidad diferentes manifestaciones de una única deidad:

Todos los dioses son tres: Amón, Ra y Ptah, sin un segundo.
Su identidad está oculta en Amón,
Su cara es Ra, su cuerpo es Ptah
(papiro de Leiden)

No debemos dejar escapar el paralelismo con la Trinidad cristiana. Si profundizamos un poco en el significado de estos tres dioses egipcios, descubriremos que Amón era el creador o padre de todo, Ra era su parte visible (el Sol, que muere y resucita) y Ptah era su espíritu que penetraba toda la creación. Osiris, Isis y Horus formaban otra famosa trinidad de dioses egipcios, de la cual ya he hablado en mi anterior post.

Sin llegar a una expresión claramente politeísta, en el judaísmo se llegó a personificar algunas características de Yahvé, en especial su Sabiduría. El judío heterodoxo Filón de Alejandría (20aC-45dC), contemporáneo de Jesucristo, desarrolló una interpretación del Antiguo Testamento que fuera más concorde con la filosofía griega, identificando a la Sabiduría con el Logos griego, una especie de "emanación" de Dios, sin llegar a ser una "creación" suya. Con el tiempo, este Logos (que significa "Palabra" en griego) se llegó a identificar con el propio Jesucristo, o más bien con el ser preexistente antes de su encarnación en María la Virgen, como se lee perfectamente en el comienzo del Cuarto Evangelio, según san Juan: 

"En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe." Juan, 1 1-3

El significado de Logos va más allá del significado actual del término "Palabra" en castellano. Según Heráclito (siglo V aC), el Logos era la Inteligencia que ponía orden y armonía en toda la creación. Para Filón, el Logos era el hijo del Dios Uno y la Sabiduría (Sofía en griego). Junto a esta Trinidad, se desarrollaban otras "potencias" divinas, como Creador y como Rey. Estas potencias en principio eran solo "modos" en que se presentaba la divinidad, pero más adelante adquirieron personalidad propia, con el nombre de "hipostasis". Esta palabra fue luego más tarde asumida por el cristianismo, queriendo indicar con ella la unión en un solo ser (Jesucristo) de las dos naturalezas: divina y humana. En Colosenses 1 15-16, Pablo define a Jesús como «Imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura, porque en él fue creado el Universo». Compárese con la definición que da Filón:

No es ingénito como Dios, ni engendrado como nosotros, sino intermedio entre ambos extremos, comunicándose con el uno y con el otro.

Las ideas de Filón fueron recogidas por los cristianos gnósticos, que hablaban de una Trinidad formada por el Padre, su Pensamiento (femenino) y el Hijo de ambos. De ellos surge el Pléroma o Plenitud: todos los seres intermedios entre Dios y la creación, ya sean "modos" o "hipostasis" (depende de las distintas ramas de los gnósticos). Uno de ellos se convirtió en el demiurgo Creador (ver mi post sobre los Cátaros), que creó el mundo por envidia: esta idea podría provenir de la religión Persa. San Ireneo de Lyon (140-202) fue famoso por combatir las herejías gnósticas, defendiendo que no hay dos dioses, uno Trascendente y otro Creador, sino que son el mismo, y el Verbo (Logos) y el Espíritu Santo son "como sus manos" y se sirve de ellas para crear el mundo o ayudar a los hombres. Más tarde, el presbítero Orígenes (184-253) defendió la subordinación del Hijo al Padre, dejando por debajo de ambos al Espíritu Santo, lo cual le valió no pocos conflictos con una parte de la Iglesia; tanto es así, que siglos después, el emperador Justiniano I ordenó la quema de todos sus libros, en el año 543. No obstante, se conserva gran parte de su obra, pues durante tres siglos sus reflexiones se consideraron muy valiosas por una buena parte de los teólogos.

Arrio (256-336) predicó el SUBORDINACIONISMO de Orígenes vehementemente. Muchos de sus seguidores rechazaron el epíteto de "arrianismo", puesto que consideraban -con razón- que Arrio no había inventado tal doctrina, sino que simplemente la había predicado con bastante éxito. En una de sus cartas que se conserva, Arrio afirma:

El que no tiene comienzo hizo al Hijo, comienzo de las cosas creadas, y se lo ofreció a Sí mismo como Hijo y lo adoptó.(...) Hay, pues, una Trinidad, pero no con glorias iguales; sus subsistencias no se entremezclan; una es infinitamente más gloriosa que la otra.

Para Arrio, Jesús fue un ser humano inhabitado por el Logos. A pesar de ser libre, obedeció la voluntad del Padre para salvar al mundo, de modo que a él se debe tanto la Creación como la Salvación. Como recompensa a su obediencia, fue resucitado. Arrio se apoyaba en citas bíblicas, por ejemplo Hch 2 32: "A este Jesús, Dios lo resucitó". Piñero afirma que, de las más de mil quinientas veces que aparece la palabra Dios en el Nuevo Testamento, solo en siete se refiere directamente a Jesucristo, lo que significa que durante los primeros siglos este fue un punto de debate abierto, si Jesucristo tenía exactamente la misma categoría que Dios, o era ligeramente inferior.

Esta corriente de pensamiento trataba de salvaguardar el concepto de Dios Uno superior a todo, procedente tanto del Antiguo Egipto, como de la filosofía griega y de la religión judaica. Sin embargo, en la Iglesia ya predominaba otra idea trinitaria, más igualitaria, aunque más incomprensible, que había que aceptar "por fe" aunque no se comprendiera. Después de una vida predicando en una de las iglesias más famosas de Alejandría, Arrio fue excomulgado -ya anciano- por su obispo Alejandro en el año 324.

 

Icono ruso representando el Concilio de Nicea y el Credo

El emperador Constantino, que quería unificar su Imperio bajo una religión única, veía con malos ojos estas disputas internas, y decidió convocar el Concilio de Nicea en 325, el año siguiente, acuciado en todo momento por el obispo Osio de Córdoba, que en ese momento encabezaba las tesis anti-arrianas. Incluso los obispos orientales, más próximos a Arrio, impresionados por el Emperador, votaron a favor de la famosa fórmula final, que se comprende mejor después de conocer las tesis arrianas:

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza (homoousios) del Padre, por quien todo fue hecho.

Con esta fórmula, se imponía que las tres personas (hipóstasis) de la Trinidad comparten una misma sustancia (ousía), sea lo que sea lo que esto signifique, reafirmado en el Concilio de Constantinopla en el año 381. Esta declaración formó parte del actual "símbolo" de la fe. La palabra "símbolo" tiene actualmente un significado bastante distinto del original. En griego, "symbolon" era un objeto partido en dos mitades, que permitía reconocerse mutuamente a sus poseedores. En este caso, el Credo permite "reconocer" a los cristianos ortodoxos de los heterodoxos o herejes.

San Atanasio de Alejandría, discípulo del obispo Alejandro, combatió al arrianismo con definiciones "claras y precisas" (más bien, fijando un determinado uso del lenguaje a la hora de hablar de la Trinidad), como la que aparece en su primera carta a Serapión:

Existe, pues, una Trinidad, santa y completa, de la cual se afirma que es Dios en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, (...) que no se compone de uno que crea y de otro que es creado, sino que toda ella es creadora; es consistente e indivisible por naturaleza, y su actividad es única. 

El Padre hace todas las cosas por el Verbo en el Espíritu Santo. (...) Así en la Iglesia se predica un solo Dios, "que está sobre todos (Eph 4,6), por todos y en todos": "sobre todos," en cuanto Padre, principio y fuente; "por todos," por el Verbo; "en todos," en el Espíritu Santo.

Sin embargo, el arrianismo se mantuvo entre las tribus germánicas, sobre todo entre los Godos. Cuando éstos llegaron a Hispania, por ejemplo, persiguieron a los que permanecían fieles al Concilio de Nicea-Constantinopla, hasta que en el año 589, el rey Recaredo se convirtió al catolicismo, en el Concilio de Toledo, para acabar con las guerras internas que desangraban su reino. Los últimos restos de arrianismo desaparecieron de la cristiandad a lo largo del siglo VII.

No obstante, no todo quedó claro con el Concilio de Nicea. Poco a poco fueron surgiendo otras cuestiones derivadas de la naturaleza de Jesús. En Alejandría eran más partidarios de defender la "encarnación", es decir, que el Logos se hizo carne, mientras que en Antioquía eran más partidarios de la "inhabitación", es decir, que el Logos habitaba en el hombre Jesús. Ambas escuelas intentaban entender la "doble naturaleza" de Jesucristo, humana y divina. En Alejandría se acabó desarrollando el MONOFISISMO, es decir, que Jesús tiene una única "naturaleza" humana y divina a la vez, o para comprenderlo mejor, que el Logos actúa como el alma de Jesús, y por tanto en la crucifixión solo muere el cuerpo de Jesús, ya que su alma es divina e inmortal. A pesar de su condena en el Concilio de Calcedonia (451), el monofisismo continúa perviviendo hoy en día a través de las Iglesias Copta y Etíope, muy poco conocidas por el cristianismo mayoritario (católico o protestante). [Los cristianos coptos mantienen prohibiciones sobre ciertos alimentos (como la carne de cerdo) y circuncidan a sus niños. Permiten las pinturas en sus iglesias, pero prohíben las representaciones escultóricas.]

Las polémicas continuaron en el 428 cuando el monje Nestorio fue ordenado obispo de Constantinopla por el Emperador Teodosio II, en un intento por apaciguar las disputas internas (las famosas e interminables discusiones bizantinas). Pero el efecto fue justo el opuesto, porque Nestorio defendía que María la Virgen era madre tan solo de la parte humana de Jesús, no del Logos divino. Por tanto, se oponía al título de "Madre de Dios" que los teólogos bizantinos querían imponerle. "Una criatura no puede engendrar lo que es increado" era el argumento de Nestorio y de muchos otros que le apoyaban. Cirilo de Alejandría, ciudad rival de Constantinopla, encabezó la oposición a Nestorio y encontró el apoyo del Papa de Roma, también rival de Constantinopla, puesto que a la sazón el Imperio ya se había dividido en Oriente y Occidente. Cirilo argumentaba que el Logos hacía el papel de alma en el ser humano Jesús, y por tanto María era la madre de todo el ser humano Jesús, en cuerpo y alma, siendo ésta de origen divino. En el Concilio de Éfeso (431), Nestorio fue depuesto y desterrado al actual Iraq, donde fundó su propia Iglesia. En su época de máximo esplendor, en el siglo XIV, el nestorianismo se extendió desde Turquía hasta Mongolia, y aún pervive entre los Cristianos de Santo Tomás, que los portugueses encontraron al llegar a la India en el siglo XVI, más un pequeño grupo de fieles en el Kurdistán.

Piñero hace notar el sorprendente aumento de la devoción mariana en los siglos IV y V hasta casi provocar un cisma, ya que con anterioridad hay muy pocos escritos dedicados a la Virgen María. En el Concilio de Calcedonia (451) se vuelve a reafirmar la naturaleza de "madre de Dios" (Theótokos) de la Virgen María, ya que Jesucristo se define como "verdaderamente Dios y verdaderamente hombre", a pesar de lo paradójico que pueda parecer dicha afirmación a los ojos de cualquier filósofo griego de la antigüedad.

En conclusión, las distintas interpretaciones que fueron surgiendo entre los pensadores teólogos durante los primeros siglos de cristianismo fueron acalladas cuando se quiso imponer un pensamiento único por parte del Emperador, en su política de control de la religión, a partir del siglo IV. Se llegó hasta el punto de definir meticulosamente cuestiones absolutamente irrelevantes para el cristiano de a pie, obligándole a aceptar por fe afirmaciones que incluso pensadores de alto rango ponían en duda. Como en muchas otras ocasiones, la teología se conjugó con la política con la simple intención de derrotar al oponente.

Y hasta aquí por hoy. Espero que hayáis descubierto algunas cosas nuevas que os hayan hecho reflexionar.

 

 

 

 

 

 

 

Comentarios