¿Competía el Cristianismo con las Religiones de Misterios?

Saludos, inquietos lectores. En este post voy a desarrollar una idea expuesta por Antonio Piñero en repetidas ocasiones, por ejemplo en su libro "Guía para entender el Nuevo Testamento", Ed. Trotta 2006 (pág. 122ss, 272ss, 283ss). Según este afamado investigador, Pablo de Tarso envolvió su predicación en un lenguaje que asemejaba al que utilizaban las Religiones de Misterios (Eleusis, Isis, Dionisos...), muy populares en el mundo helenístico, para demostrar a los paganos que la religión de Jesucristo era superior a las que ellos practicaban. Piñero se enfrenta de este modo a los que opinan que Pablo de Tarso simplemente "copió" ciertos elementos de las religiones mistéricas y los mezcló con el judaísmo para crear así una nueva religión. En esta exposición os daré algunas pinceladas para que vosotros mismos os podáis formar vuestra propia opinión.

Antonio Piñero ofrece una excelente síntesis, y sin embargo falta en ella la descripción un poco más detallada de esas Religiones de Misterios, que aunque sean bastante desconocidas por el secreto que las envolvía -como su nombre indica-, algo sí se puede saber, por las referencias que hacían a ellas los textos clásicos. Por ejemplo, Plutarco (que vivió en la segunda mitad del siglo I) fue sacerdote del oráculo de Delfos y escribió sobre el culto a Isis, una diosa egipcia que fue muy popular en todo el Imperio Romano, incluida Hispania. En este sentido me ha sido bastante iluminador el libro "Alejandría, Crisol de Culturas", de Enrique Selva Poveda (autoeditado), en su segunda parte (pág. 51ss).

Parece ser que las Religiones de Misterios tienen su origen en el Antiguo Egipto. Su fundamento es revelar solo a un grupo de iniciados los secretos del Más Allá, garantizándoles la felicidad tanto en esta vida como en la venidera. No se admitían intrusos o espectadores, y si alguno revelaba indebidamente alguna de las verdades celosamente escondidas, era castigado con la muerte. A pesar de ello, fueron muy populares durante siglos, en especial entre las personas con una mayor inquietud y tendencias hacia lo espiritual, inconformes con la superficialidad de los ritos públicos de la religión civil. En efecto, los iniciados experimentaban un contacto directo con la divinidad, en sus experiencias místicas, y su vida se transformaba, mientras que la religiosidad popular simplemente pretendía atraerse la protección de los dioses para que sus asuntos cotidianos transcurrieran sin contratiempos. Curiosamente, estos mismos dos planos se han podido observar siempre dentro de la religión cristiana: la gran diferencia entre los "santos", arrebatados por su experiencia contemplativa, y el pueblo llano, conformado con unos rituales sencillos que les garanticen el favor de los "santos" y otros seres del más allá.

En Egipto, por las inscripciones de las pirámides, podemos deducir que a los iniciados se les enseñaba lo que tenían que decir a los dioses que se encontraran tras su muerte, para ser admitidos en el reino de la felicidad. Isis era la diosa depositaria de todo el conocimiento y lo transmitía a sus iniciados. Según Plutarco, conocer la verdad equivale a conocer a Dios, y es el bien más preciado que el hombre puede adquirir en su vida mortal. Isis representa el arquetipo de la Sabiduría, encarnada frecuentemente en entidades femeninas como la Sophia de los gnósticos, o la propia Sabiduría de la que habla el Antiguo Testamento, y que en el cristianismo viene representada por el Espíritu Santo y sus siete dones. El mito aparece ya al final del tercer milenio antes de Cristo, y básicamente sería el siguiente: Seth (que encarna el origen del mal) asesina y descuartiza a su hermano Osiris, que había sido nombrado rey de Egipto por el dios supremo Ra. Isis, Seth y Osiris eran hijos del Cielo y de la Tierra. Con ayuda de Thot (que dominaba los conjuros mágicos) y Anubis (que dominaba las técnicas para embalsamar), Isis consigue reconstruir el cuerpo de Osiris y darle vida durante el tiempo suficiente para quedar embarazada de él. De Isis nace Horus, que se reencarnará sucesivamente en todos los faraones, y luchará eternamente contra Seth y todas las fuerzas del mal, mientras que Osiris quedará como soberano del reino de ultratumba (el Hades de los griegos). De ahí se sigue que los conocedores de los secretos de Isis tenían el camino abierto para asegurar su felicidad en la vida tras la muerte. Lo principal de este conocimiento se recoge en el Libro Egipcio de los Muertos, encontrado en varias tumbas, que afirma por ejemplo que el ser humano tiene cinco componentes (no solo dos: cuerpo y alma). Los iniciados en el culto a Isis debían experimentar la muerte, es decir, la salida de su cuerpo físico, y la resurrección, es decir, su vuelta a él, a lo que contribuía sin duda la ingestión de drogas sagradas, como el cornezuelo del centeno (del que se extrae actualmente el LSD). El culto a Isis se extendió por todo el Imperio Romano y acabó con la llegada del cristianismo (siglo IV), especulándose que los santuarios de Isis fueron sustituidos por santuarios dedicados a la Virgen María.

Hermes Trismegisto, catedral de Siena

Otros cultos muy populares en el antiguo Egipto fueron al dios Thot, rebautizado en griego como Hermes, y Mercurio para los romanos. De aquí deriva precisamente la palabra castellana "hermético" como algo totalmente cerrado: tan secretos eran los misterios que aquí se revelaban. Del mismo modo que Isis, Thot reveló sus secretos durante su vida como humano, antes de pasar a la otra vida, la inmortal. Podemos especular que realmente tuvo existencia histórica, como Buda o Lao Tsé, cuyas vidas están envueltas por la leyenda. Sus seguidores le apodaban Trismegisto "triplemente poderoso", probablemente por ser al mismo tiempo rey, sacerdote y profeta. El principal documento que ha llegado hasta nuestros días es el "Corpus Herméticum", en el que se recogen las enseñanzas que Hermes transmite a su discípulo Asclepio (el dios griego de la medicina, llamado Esculapio por los romanos). Su conservación se debe probablemente a que los copistas cristianos consideraron que podían extraerse de él sustanciosas enseñanzas sobre la divinidad, como por ejemplo el siguiente fragmento:

Lo que es incorpóreo, invisible, sin forma, no puede ser percibido por nuestros sentidos; lo que es eterno, no puede ser medido por la corta regla del tiempo: Dios es, pues, inefable. Dios puede, en verdad, comunicar a algunos
elegidos la facultad de elevarse sobre las cosas naturales para percibir alguna radiación de su perfección suprema; pero esos elegidos no encuentran palabra para traducir en lenguaje vulgar la Visión inmaterial que les ha hecho estremecer.

En este fragmento ya podemos ver que el politeísmo de los egipcios (y posteriormente de los griegos) era solo aparente, ya que todos ellos creían en una deidad superior, origen de todo, y los llamados "dioses" eran seres inmortales intermedios entre la divinidad y los humanos, ya fueran seres "angélicos" que nunca se habían encarnado, o seres humanos que habían alcanzado la inmortalidad gracias a sus virtudes. Si nos fijamos detenidamente, este mismo esquema pervive dentro del cristianismo (y de algún modo también dentro del judaísmo, con un monoteísmo mucho más estricto). Y expresado de modo contemporáneo, la psicología de C.G. Jung recoge también este esquema, ya que propone que el hombre en su evolución espiritual debe ponerse en contacto con esa realidad inmaterial que él llamaba Inconsciente Colectivo, donde perviven los arquetipos que han dado origen a los mitos, a través de la cual podrá alcanzar la visión total de la realidad, es decir, la divinidad suprema. 

Para los seguidores herméticos, del dios Padre brotó una Luz divina, que puso orden en el caos inicial del Universo, y aún pervive dentro de los seres humanos, guiándolos hacia Dios, en forma de lo que podríamos llamar Espíritu Santo. Los cristianos gnósticos de Alejandría copiaron gran parte de este modelo, si bien ellos consideraban lo material como malo en sí mismo, probablemente por influencias de la religión persa. Como hemos explicado en otro post, los gnósticos creían que dentro de cada humano hay una chispa de divinidad, pero negaban que fuera necesaria ningún tipo de "redención" para salvarla, sino solamente la revelación del verdadero conocimiento o gnosis. La secta gnóstica funcionó de hecho como una religión de misterios, y fue probablemente a través de ellos como el concepto trinitario de la divinidad pasó al cristianismo actual. Como estamos viendo, la Antigüedad tenía una enorme facilidad para absorber mitos de otras culturas y modificarlos, integrándolos con elementos propios. 

 

De Μαρσύας, Tríada Eleusina (Deméter, Perséfone y Dioniso)

Pasando ya a la cultura griega, debemos comenzar por los misterios de Eleusis que están considerados de los más antiguos, al haber indicios de su existencia hacia el 1500 aC, en la época micénica de la civilización griega, y perduraron hasta la imposición del cristianismo, en el siglo IV. El santuario principal estuvo a unos 18 kilómetros al norte de Atenas, en el que se celebraban unos largos rituales a lo largo del mes de septiembre, aproximadamente. Al parecer, también aquí se consumían unos hongos parásitos (Claviceps purpúrea) que crecen sobre los cereales, y que proporcionaban experiencias místicas, como en otras civilizaciones, incluso en América. De hecho, se cree que la palabra "micénica" viene de mykes, que en griego significa hongo. Según Aristóteles, los iniciados no podían conformarse con aprender ciertos conocimientos, sino que tenían que experimentarlos por sí mismos. Entraban en el santuario con los ojos vendados los llamados mistoi (de donde viene la palabra misterio), y salían con los ojos abiertos. En uno de los ritos, los iniciados lloraban la desgracia de la diosa Deméter (Ceres para los romanos), la diosa de las cosechas, que había perdido a su hija Perséfone, raptada por Hades para casarse con ella, con el permiso de Zeus. En otro de los ritos, compartían la alegría de la diosa, al recuperar a su hija, que sin embargo, debía regresar al Hades cada año durante los meses de invierno. Aunque detrás de todo este ritual subyace el deseo de que las cosechas sean prósperas, y la alegría por el retorno anual de la primavera, podemos descubrir sutiles paralelismos con el cristianismo, en la celebración de la muerte y la resurrección. Como afirma Piñero, estos rituales eran costosos (debían sufragar el sacrificio de un cerdo, y colaborar con el mantenimiento del santuario), largos (aproximadamente un mes) y solo podían celebrarse en lugares determinados (Eleusis en este caso). En cambio, Pablo ofrece a los paganos griegos participar de la muerte y resurrección de Jesucristo de una manera muy económica, en una celebración de solo unas horas (aunque haya que repetirla semanalmente y haya que seguir también un proceso catequético de iniciación) y que puede realizarse en cualquier lugar.

De este mito deriva otro muy difundido en el Imperio Romano: el culto a Dioniso (Baco), que según algunos mitos era hijo de Zeus y Perséfone, y que en todo caso representa la fertilidad en la agricultura, simbolizada por las uvas y el vino. El mito de Dioniso recuerda indudablemente al de Isis: el niño Dioniso es devorado por los Titanes, salvo su corazón, pero a partir de él una diosa (ya sea Atenea, Cibeles-Rea o Deméter) logra recomponer el cadáver y devolverle la vida. El vino (posiblemente adulterado con algún hongo) jugaba un papel esencial en los ritos, llamados Bacanales, para obtener la experiencia mística, de modo paralelo a los estupefacientes consumidos en los ritos de Eleusis. Es inevitable el paralelismo también con el vino eucarístico, en el que Dioniso hijo de Zeus es sustituido por Jesucristo hijo de Dios. Con la evidente diferencia de que en las Bacanales se llegaba a situaciones moralmente reprobables, como las Orgías, que incluían la iniciación sexual de los jóvenes. Tanto es así que el Senado Romano se vio obligado a prohibirlas hacia el año 186 aC, regresando más tarde, en época imperial.

Los cultos dionisíacos están íntimamente emparentados con el mito de Orfeo también relacionado con la vuelta de la muerte a la vida, pues este pastor, con su canto, fue capaz de rescatar a su amada Eurídice de las garras del Hades, aunque finalmente ésta volvió su mirada atrás y no pudo completar su huida. Según otros mitos, Orfeo fue despedazado por las Ménades, que formaban parte de la comitiva de Dioniso, aunque su cabeza se conservó intacta en el Oráculo de Delfos, donde se dedicó a profetizar. Los seguidores de esta doctrina iban de ciudad en ciudad predicando la falsedad de las creencias mayoritarias de los griegos y la validez de sus propios textos sagrados, viviendo una vida de marginación y renuncias. Según el credo órfico, el alma humana está temporalmente encerrada en el cuerpo material, descendiente de los Titanes que acabaron con Dioniso, y por tanto cargando con este "pecado original", que deben redimir a lo largo de su vida. Después de la muerte, habrá un juicio para determinar el destino del alma, y una de las posibilidades es la reencarnación o metempsícosis, en la que deberá completar su aprendizaje. Los órficos eran enterrados con unas tablillas, en las que se inscribían las frases que debían pronunciar ante Hades, para conseguir una feliz existencia de ultratumba, lo que nos recuerda las antiguas creencias egipcias, que ya hemos considerado. Platón ridiculiza estos amuletos, y defiende que la felicidad en el Más Allá se consigue a través de una vida regida por la Ética, idea defendida por ejemplo por los Estoicos, y que asumiría plenamente Pablo de Tarso, el cual predicó contra los cristianos libertinos, que creían que si todas las culpas están perdonadas en Jesucristo, no sirven para nada las normas morales que tratan de limitar nuestro comportamiento.

De Ángel M. Felicísimo - Mitra sacrificando al toro. Aparecido en Cabra (Córdoba), siglo II.

La última religión de misterios que vamos a considerar es la de Mitra, que desapareció con la llegada del cristianismo, y de hecho se han encontrado "mitreos" o lugares de adoración a Mitra debajo de algunos templos cristianos muy antiguos (Basílica de San Clemente de Letrán por ejemplo). Es una religión de procedencia oriental (Mithra es un dios hindú, que también aparece en el mazdeísmo persa), probablemente traída al Imperio Romano por los soldados que combatieron contra los persas. También está relacionado con el paso de la vida a la muerte, pero en este caso no es Mitra quien muere y resucita, sino que gracias a sus esfuerzos, se devuelve la vida a la Tierra. El héroe, nacido en una cueva a partir de una roca, encontró un toro y lo arrastró aún vivo hasta la cueva, sobre sus hombros, hasta matarlo finalmente clavándole un cuchillo en el cuello. Este "tránsito" o pasión de Mitra representa todos los sufrimientos humanos, y la sangre del toro, que devuelve la fecundidad a toda la naturaleza, se simboliza con el vino que se comparte en las ceremonias sagradas, y que concede la inmortalidad. También se sabe que había una especie de bautismo iniciático y una partición del pan. Su popularidad entre los soldados no se debe solo a esta promesa de vida eterna, sino también a que Mitra les confería energía y valor para la lucha. Después de su vida mortal, Mitra ascendió al cielo en forma de Sol Invictus, que justamente pasaba por la constelación de Tauro cada equinoccio de primavera hacia el 2000 aC, en oposición a la constelación de Escorpio, que también se representa pinzando los genitales del toro mítico, en un intento de limitar su fecundidad. El nacimiento de Mitra se conmemoraba el 25 de diciembre (ver mi post sobre el origen de la Navidad) y sus reuniones tenían lugar en domingo, por lo que algunos han visto en Mitra el origen de las celebraciones cristianas. Al penetrar en el Imperio Romano, se acabó identificando a Mitra con Baco. Más tarde, se desarrolló un ritual cruento (Taurobolio), en el que se sacrificaba un toro real y su sangre se esparcía sobre los iniciados, bajo los auspicios de Cibeles. A finales del siglo III, Aureliano restauró el culto solar, atribuyendo al Sol Invictus sus victorias en oriente, pero en el año 391 fue definitivamente prohibido, en favor del cristianismo.

Al desenvolverse en el mundo helénico, Pablo de Tarso se vio obligado a utilizar el vocabulario propio de estas religiones para darse a entender, y al mismo tiempo para expresar que la religión que él ofrecía era muy superior: Dios que muere y resucita, muerte vicaria, bautismo que nos une a la muerte de Dios etc, conceptos bastante ajenos a la mentalidad judía. En este sentido es muy ilustrativa la 1ª carta a los Corintios: en el capítulo 6 se enfrenta a los "libertinos" que querían hacer compatible el cristianismo con otros ritos (¿bacanales?); a partir del capítulo 8, da instrucciones respecto a comer carne que haya sido inmolada en ritos paganos; en 1 Cor 10,21 lo dice directamente: No podéis beber de la copa del Señor y de la copa de los demonios; en el capítulo 11 aclara el significado de la copa de vino en la Cena del Señor, para no dar pie a banquetes al estilo dionisíaco; en el capítulo 13 culmina con el famoso himno a la Caridad:

Aunque hablara las lenguas de los ángeles (=seres intermedios, dioses con minúscula, "daemones"), si no tengo caridad soy como bronce que suena...

Aunque tuviera el don de profecía (Oráculo de Delfos) y conociera todos los Misterios y toda la Ciencia... si no tengo caridad, nada soy.

Y en el capítulo 15 combate contra los que solo creen en la supervivencia del alma tras la muerte, explicando que Jesucristo resucitó carnalmente.

Como conclusión, y de acuerdo con C. G. Jung, no es que el cristianismo "copiara" elementos de las religiones mistéricas, sino que toda la religiosidad del ser humano bebe de las fuentes de los arquetipos, que pertenecen al Inconsciente Colectivo, y que expresan nuestros temores y nuestras esperanzas comunes, simbolizadas en forma de relatos de muerte y resurrección, en todas sus variantes.

Como podéis observar, en este post he dado una visión diferente y complementaria a otro post en el que comparaba la resurrección de Jesucristo con los misterios de la Antigüedad. En aquella ocasión me basé en el libro de N.T. Wright "La resurrección del Hijo de Dios", que defiende la originalidad de las creencias cristianas, desde el punto de vista de su autor, un erudito creyente. Espero haber aportado otro punto de vista distinto que os enriquezca. Hasta la próxima.


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