¿Veían los paganos la resurrección como algo posible?

Hola amigos. No sé lo que pensáis cada uno de lo que nos espera después de la muerte, pero el interés por saber lo que habrá -si hay algo- después de la muerte es una de las características más exclusivas del ser humano. Desde la antigüedad, todas las culturas han ofrecido una respuesta a este interrogante, pero los cristianos se enorgullecen de presentar una alternativa totalmente diferente a las demás. En este post haremos un repaso de las creencias (¡sorprendentes!) que había en el siglo I en el área mediterránea, lo que nos servirá para imaginarnos con qué oídos escuchaban los paganos la predicación de San Pablo y sus colaboradores, a la cual hemos dedicado ya un post. El prometido post sobre qué dice la ciencia histórica sobre la resurrección de Jesucristo tendrá que esperar un poco más : (

En primer lugar, debemos entender por "resurrección" la vuelta a una vida corporal, más o menos normal, con el mismo cuerpo, ya que entenderla en sentido figurado como simplemente "vida más allá de la muerte" (en forma espiritual) no corresponde al dogma católico. Si la resurrección se refiere a otro cuerpo distinto, quizás podría confundirse con la reencarnación. Con estas limitaciones, son realmente escasos los ejemplos de resurrección que pueden citarse, fuera del marco cristiano.

En el Antiguo Egipto era costumbre que los más allegados al difunto celebraran junto a su tumba una comida ritual, en la que algunos afirmaban sentir la presencia del difunto. Esto presupone la creencia de que el difunto continuaba allí donde se le había enterrado y seguía teniendo necesidad de alimentarse. Algunos críticos han visto en esto ciertas similitudes con las comidas que mantuvieron los apóstoles con Jesús resucitado. Por otro lado, el culto a la diosa egipcia Isis estaba todavía vigente en la época de Jesucristo, y en su ceremonia de iniciación, el nuevo discípulo pasaba por una experiencia que emulaba su muerte y su vuelta a la vida de la mano de Isis, de un modo paralelo al bautismo cristiano.
Templo de Isis que estaba en la isla de File, sumergida bajo la presa de Asúan (Egipto)

Esta diosa, hermana y esposa de Osiris, ambos hijos de Ra -dios creador-, llora la muerte de su amado a manos de otro de los hermanos, el malvado Set. Momifica su cadáver y le devuelve el aliento de vida, aunque deberá llevar una vida limitada al mundo de ultratumba. Isis se une a Osiris y engendran a Horus, el cual se irá reencarnando en los sucesivos Faraones. Este mito, aparte de justificar la divinidad del Faraón, explica la intencionalidad de las famosas momias egipcias y por qué nunca practicaban la incineración. Aunque queda claro que los egipcios no creían en ningún tipo de resurrección como tal (pese a la opinión de San Agustín), algunos autores afirman que el mito de la resurrección de Jesucristo pudo inspirarse en la mitología egipcia.

Las religiones mistéricas -contra las que combatía Pablo de Tarso- ofrecían la vida inmortal a cambio de unos complicados y costosos ritos, como por ejemplo, los cultos órficos. Estos cultos se basan en el mito de Orfeo, que baja al Hades a rescatar a su amada Eurídice, pero cuando ya están a punto de salir a la superficie, duda, mira hacia atrás para comprobar... y la pierde para siempre.
Mosaico representando a Orfeo, Museo Nacional de Arte Romano (Mérida)
En la época de los primeros cristianos estos cultos subsistían bajo la forma de misterios dionisíacos, famosos por sus bacanales. El mito de Dioniso es interesante, por ser un ejemplo de resurrección que tiene bastantes paralelos con Jesucristo. El pequeño Dioniso es hijo de Zeus y Perséfone. Los Titanes (seres que podríamos decir "diabólicos") lo atraen con juguetes, lo matan y lo devoran, excepto su corazón. Zeus destruye a los Titanes, y de sus cenizas proceden los humanos, que de ese modo tienen una chispa divina en su interior (los restos de Dioniso) (ver mi post sobre el Evangelio de Tomás). De ello se deduce que los seres humanos deben mantener con vida esta chispa divina si desean retornar al mundo de los dioses después de su muerte. Luego, Zeus toma el corazón y con él da nueva vida a su hijo. En el extenso mundo de la mitología griega no faltan ejemplos de personas que podían teóricamente regresar del Hades, pero debemos pensar que realmente eran pocos los que concedían veracidad a tales historias, como se refleja en la Ilíada y en la Odisea del venerado Homero.

En el mundo greco-romano la idea más común era que el ser humano tiene una parte inmortal, llamémosle alma, que está encerrada en el cuerpo como en una cárcel (así descrito en De Republica, de Cicerón -siglo I aC-, por ejemplo). La vida de ultratumba se desarrollaba por lo general en un lóbrego mundo subterráneo, llamado Hades por los griegos, aunque lo único que allí habitaba eran sombras, espectros o imágenes, no humanos corpóreos, que podían recibir castigos eternos según hubiera sido su comportamiento, según las descripciones de Homero. Eso sí, las almas más afortunadas (héroes, emperadores, filósofos...) podrían disfrutar junto a los dioses, ya fuera en los Campos Elíseos, junto a las estrellas o en otros lugares imaginarios. El derecho a entrar en este paraíso le venía a estos personajes de las grandes obras que hubieran realizado en su vida, y se certificaba mediante su conversión en dioses (apoteosis) tras su muerte, basada en el testimonio de algunos que decían haber visto ascender su alma al cielo (la de Augusto, durante su incineración), o un cometa en el cielo tras su muerte (la de Julio César; véase el "altar de los Lares" del Museo Vaticano, fechado en 7 aC). Solo algunos pretendieron serlo en vida, como Calígula o el gran Alejandro Magno, el cual con solo 25 años empezó a decir que él mismo era hijo de Zeus y esperaba su apoteosis tras su muerte (según cuenta Flavio Arriano en su obra Anábasis). Es curiosa la aparición -en el siglo I- de al menos tres impostores que tocaban la lira y afirmaban ser el emperador Nerón "redivivo", aprovechando que a éste no se le había hecho un funeral multitudinario. El resto de los mortales eran enterrados con una moneda en la boca, para pagar al barquero encargado de transportar su alma al otro lado de la laguna Estigia.

Platón revierte esta perspectiva pesimista, dándole más importancia al alma que al cuerpo, ya que con ella (y no con el cuerpo) se identifica la persona. Por ejemplo, el Fedón de Platón ofrece el discurso de Sócrates a punto de morir, explicando sus esperanzas en la vida del más allá. Sin embargo, sus discípulos, a pesar de haberle escuchado, difícilmente pudieron contener su tristeza y su pesar. Quizás podamos ver aquí un paralelismo con los apóstoles, tras la muerte de Jesús, como humanos que quisieran creer, pero realmente no creen. No obstante, estas ideas platónicas sobre la inmortalidad del alma de naturaleza divina -y el cuerpo como cárcel del que hay que liberarse- perduraron durante siglos y penetraron en el cristianismo a través de la "gnosis", de la cual hemos dicho algo en otro post. Para Platón y para los gnósticos, la resurrección es simplemente algo INDESEABLE, pues el cuerpo material solo trae desgracias. Séneca, por ejemplo, afirmó que "no debemos temer a la muerte, pues es el día que nacemos a la eternidad." (Cartas a Lucilio)

Tanto Platón, como las religiones órficas, también admitían otra posibilidad, presentada por primera vez por Pitágoras: la metempsícosis o reencarnación, ya fuera inmediata tras la muerte o después de un cierto tiempo de vida incorpórea. Esta idea -que no está lejos de la doctrina del karma indú- no solo se aplica al futuro, sino también al pasado, de modo que cuando los cristianos afirmaban que Jesús ya existía antes de su encarnación, los oyentes se imaginaban claramente a qué se refería. En todo caso, la reencarnación se diferencia esencialmente de la resurrección en algo fundamental: mientras la reencarnación está destinada a progresar en nuestro aprendizaje (que aún no es completo como para disfrutar de una vida plenamente espiritual), la resurrección es un premio, consistente en una vida material bienaventurada y feliz.

Por contra, en determinados círculos filosóficos se mantenía una postura más radical, muy parecida a la del AGNOSTICISMO o ATEÍSMO actual. Por ejemplo, Epicteto (filósofo estoico algunos años posterior a la muerte de  Jesús) dijo que "la muerte es inevitable y, por tanto, intrascendente", lo que equivale a decir que no merece la pena preocuparnos por ella (aunque eso no significa que Epicteto no creyera en la inmortalidad del alma). Otro ejemplo es un epitafio que se encuentra con frecuencia en las tumbas griegas: "No era, fui, no soy, no me importa". Tan conocido era que se solía abreviar con las iniciales. Los epicúreos, por su parte, afirmaban que lo único inmortal en el ser humano era su fama, por lo que el objetivo en la vida tenía que ser labrarse una buena imagen. En este contexto se entiende que, cuando Pablo proclamó en el Areópago de Atenas que Jesús había resucitado, la mayoría se rieron de él y dejaron de escucharle (Hch 17 32).

Cierto que la gente de todas las naciones pensaba que de vez en cuando podría haber apariciones de espectros de difuntos, o que se podía mantener una conversación con ellos como la que mantuvo el rey Saúl con el profeta Samuel (ya muerto) a través de una médium o pitonisa (1 Sam 28 3-25). Dejando aparte si tal escena ocurrió realmente o no, lo que nos indica es que el escritor y su audiencia consideraban dicho encuentro como posible.

Es muy curioso que, precisamente en época de Nerón (la época en que fue escrito el más antiguo de los evangelios, el de Marcos, ver post) surgiera un nuevo género literario, la novela de ficción, y una de sus obras (Calírroe, de Caritón de Afrodisias, siglo I o II dC) parece estar inspirada en las historias que se contaban sobre Jesús: la protagonista, creída muerta, es colocada en un sepulcro y sellada su entrada con piedras, pero los ladrones de tumbas la abren durante la noche y secuestran a la protagonista. Su enamorado va de madrugada a visitar el sepulcro y lo encuentra abierto y vacío, sin encontrar explicación. Más adelante, el amante está a punto de ser crucificado, pero escapa, y cuando se reencuentra con la protagonista, ella se pregunta si quizás está viendo un fantasma.

Esta y otras narraciones -como la del filósofo Apolonio de Tiana contemporáneo de los apóstoles- tan parecidas a la historia de Jesús, más que demostrar su falsedad como algunos pretenden, lo que demuestran -a mi parecer- es el gran impacto que causó en la sociedad, incluso entre los no creyentes, un hecho INAUDITO: la resurrección corpórea de Jesús y cómo trataron de explicarlo lógicamente mediante la profanación de tumbas. Un resto arqueológico donde se ve la repercusión de estos relatos es una inscripción aparecida supuestamente en Nazaret. Se trata de un edicto del emperador (probablemente anterior al 50 dC) que amenaza con castigos a los profanadores de tumbas. Aunque existe controversia, una posible explicación de este edicto es que proliferaban las historias de resurrecciones y tumbas vacías.

Y hasta aquí este repaso por las creencias antiguas. El próximo post promete ser interesante, al estudiar cuándo y cómo surgió en el judaísmo la creencia en la resurrección. Como ya hemos dicho en otro post, una parte de los judíos creía en una resurrección final de los justos, lo cual solo se recoge con claridad en los últimos libros del Antiguo Testamento, pocas décadas antes de Jesucristo.

¡Hasta la próxima!

Las presente reflexiones están basadas en el libro del creyente N.T. Wright titulado "La resurrección del hijo de dios" (2003)

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