¿Creían los judíos en la resurrección, antes de Cristo?

Buenas tardes, queridos inquietos lectores y lectoras. Continuamos hoy con el tema de la resurrección, tan a propósito en este Tiempo Pascual. En el anterior post llegamos a la conclusión de que la resurrección corporal sólo aparece en mitos paganos, pero era impensable aplicarla a personas corrientes. En este post veremos que, salvo ciertos escritos del judaísmo más próximos a Jesucristo, la resurrección carnal no aparece claramente en la biblia hebrea. Es interesante conocer si los judíos que escuchaban la predicación del evangelio veían en la resurrección de Jesucristo el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento o, por el contrario, les resultaba una posibilidad inadmisible.
Resurrección en el Retablo de Santa Marina (circa 1500)

Lo que sí se consideraba posible es que algunos personajes fueran salvados de la muerte. En Gn 5 24 leemos "Henoc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó." Esto alimentó todo tipo de leyendas, y convirtió a Henoc en un profeta de renombre. Pero no es un caso único: también Elías fue arrebatado en un carro de fuego, ante los ojos de Eliseo (2 Re 2 1-18). Las escrituras no proporcionan ninguna razón por la que estos personajes recibieron este privilegio, pero en todo caso eso les otorgaba la posibilidad de descender en forma material y realizar determinadas acciones antes de regresar a no se sabe dónde o qué tipo de existencia. De hecho, a Henoc y Elías se les atribuyen varios escritos apócrifos del Antiguo Testamento (no digo que fueran ellos los que realmente los escribieran, sino que la gente creía que eso era posible) y era creencia común que Elías habría de regresar antes de la llegada del verdadero Mesías (Mc 9 11-13).

Un tercer caso, Moisés, es más dudoso. Su tumba no fue hallada, y menos aún su cadáver (Dt 34 6), lo que fue interpretado como que fue llevado al cielo tras su muerte, o incluso en vida antes de morir. Curiosamente, Elías y Moisés son los personajes que aparecen dialogando con Jesús (Mt 17 3) en el monte Tabor, en la escena de la transfiguración. Cuando el evangelista pone a Jesús junto a estos personajes míticos parece sugerirnos que también Jesús fue arrebatado de la muerte, como ellos.

La resucitación de un niño por parte de Elías (1 Re 17 21-22) nos permite vislumbrar la concepción del ser humano del judaísmo. El relato dice que una especie de "fuerza vital" (nefes) abandona a niño en el momento de su muerte, pero vuelve a él gracias a la oración de Elías. Sería un poco arriesgado identificar a esta nefes con el alma platónica, aunque por otra parte la descripción de las almas en el Seol hebreo (Salmo 88 11) se asemeja mucho a las "sombras" del Hades de Homero, ya comentado en el anterior post.

El libro de Job (datación incierta entre los siglos VIII y IV aC) es una obra sapiencial expuesta en forma de drama, lo que significa que Job no fue un personaje real. Dentro de este marco, Job se pregunta -retóricamente- si podrá un muerto retornar del Seol (Job 14 12.14), y aunque la respuesta esperada es no, más adelante Job 19 25-27 expresa su fe en una resurrección carnal: "con mi propia carne veré a Dios". Estos versículos son paradójicos para los que han analizado el libro de Job, pues se oponen a la visión "pesimista" del resto del documento.

También el Eclesiastés se muestra aparentemente muy pesimista, como por ejemplo en Ecl 3 19-21: "Porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida." El aliento de vida ruaj no se puede traducir por "alma inmortal", sino más bien se trata del aliento que Dios insufló en la nariz del primer hombre (y de los animales) y que vuelve a Dios tras su muerte.

Si analizamos más detenidamente todo lo que hemos dicho, más que un pesimismo existencial, lo que vemos es que para Israel, el destino individual carece de importancia: lo que importa es el futuro de la tierra y nación hebrea. Por ejemplo, en Génesis 3 15, Yahvé profetiza a la serpiente: "Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar". Aunque aquí la tradición cristiana ha querido ver un "PROTOEVANGELIO" o anuncio del Mesías, parece encajar mejor que él (el "linaje") se refiera a todos los descendientes de Israel. También podemos verlo cuando Dios promete a Abraham una tierra y numerosos descendientes: «A tu descendencia he de dar esta tierra.» (Gn 12 7)

Esta descendencia, poco a poco, se fue simbolizando en una persona. La prosperidad del Rey, de Jerusalén y del Templo se convirtieron en el símbolo de la esperanza de todo el pueblo. Al Rey-Mesías se refieren originalmente numerosas profecías y salmos como Is 42 1: "He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma" o Is 61 1: "El espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido", aunque luego éstas se hayan aplicado a Jesús. En este Rey -y no en una resurrección personal- depositaba el pueblo de Israel su vibrante esperanza. Algunos profetas empezaron a hablar del "día de Yahvé" en el que se cumplirían estas promesas y los extranjeros serían expulsados de la tierra de Israel, a lo cual hemos hecho ya referencia en el post dedicado al Reino, aunque lo desarrollaremos más en un futuro cuando analicemos el Apocalipsis.

La exégesis cristiana considera normalmente que la creencia en la resurrección se fue abriendo paso progresivamente en las creencias del pueblo judío hasta que culminó con Jesucristo. Sin embargo, aquí vamos a argumentar que tal evolución fue solo literaria, mientras que las creencias en la justicia divina se mantuvieron inamovibles desde el principio.

Uno de los pasajes donde parece afirmarse más claramente la resurrección personal (y así se aplica a Jesucristo en la liturgia católica) es: "pues no has de abandonar mi alma en el Seol, ni dejarás a tu amigo experimentar la corrupción" (Sal 16 8). Pero este versículo se puede interpretar igualmente como que Dios protegerá a su Rey escogido de los que intentan matarle. De hecho, se consideraba como prueba de la falsedad de un aspirante a Mesías que Dios le dejara morir a manos de los enemigos. Curiosamente, las distintas TRADUCCIONES que se hacen de un mismo pasaje dejan entrever la interpretación del equipo traductor como resurrección o como protección. Así, por ejemplo, la Santa Biblia traduce el anterior versículo como: "pues tú no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo fiel baje a la tumba", traducción más próxima a la interpretación como protección.

Para comparar distintas traducciones os recomiendo la Biblia Católica on line.

El famoso salmo 22 -que coincide punto por punto con el relato de la Pasión- termina diciendo: "Y para aquél que ya no viva, su descendencia le servirá [a Yahvé]" (Sal 22 30-31) -en traducción de la Biblia de Jerusalén- lo que parece confirmar que no hay esperanza de resurrección, ya que la esperanza se deposita en la descendencia. Sin embargo, la tradición católica afirma que "su descendencia" se refiere al pueblo cristiano, en el que el espíritu de Jesucristo permanece vivo sirviendo a Dios Yahvé. Como vemos, la traducción y/o la interpretación puede hacer que un versículo diga algo que no era la intención del autor. En un próximo post analizaré en qué se basa la Iglesia para arrogarse el derecho a interpretar el Antiguo Testamento de forma tan diversa a como lo hace el pueblo hebreo. De momento baste que las distintas traducciones reflejan las distintas formas de interpretar el original hebreo. Otro ejemplo es el salmo 73 24, que parece apuntar a una segunda existencia tras esta vida: "con tus consejos me diriges y me llevas hacia un final glorioso" (Santa Biblia) aunque de nuevo encontramos traducciones menos halagüeñas: La New American Bible dice: "...and at the end [you] receive me with honor." El cambio de "gloria" por "honor" parece eliminar de un plumazo todo el significado trascendente del versículo.

Así pues, y en oposición a la esperanza pagana de un alma inmortal por sí misma, la esperanza judía se entrega ciegamente a Dios, y no se hace preguntas ni elucubra sobre lo que habrá después.

En claro contraste, los últimos libros del canon del Antiguo Testamento, como el libro de Daniel o los libros de los Macabeos (siglos II-I aC), afirman rotundamente la resurrección: "Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno" (Dn 12 2). Comparar la muerte con el sueño no es novedoso, sino la idea de una vuelta a la vida corporal. ¿Se trata de una incorporación extraña a la tradición hebrea o estaba ya en germen dentro de los escritos más antiguos? Dentro del contexto, este "muchos" parece referirse a los justos mártires y a sus verdugos. Ignorando por completo el destino del resto de la raza humana (incluyendo Israel), el cumplimiento de esta profecía sirve para dar una nueva oportunidad a Dios de hacer justicia, en carne corpórea. Sin embargo, este versículo perteneciente al "Apocalipsis de Daniel" ha servido de base para muchos escritos posteriores, que desarrollan la idea de la resurrección general.

Por ejemplo, el libro apócrifo 1º de Henoc (que es admitido como canónico por la Iglesia Ortodoxa Etíope) fue redactado en el siglo I (contemporáneo de los evangelios) y anuncia una restauración final, pero de tipo espiritual, como en el mundo pagano: "los justos estarán en la luz del sol, y los elegidos en la luz de vida eterna que no tiene fin, y los días de la vida de los santos serán incontables". No hay ni rastro de resurrección material, a pesar de su parecido con Dn 12 3: "Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad" Esto nos lleva a pensar que quizás Dn 12 2 (justo el versículo anterior) no se puede interpretar tan a la ligera como una vuelta a la vida corporal, sino más bien como una restauración de su fama y su legado, o en todo caso como una vida inmaterial junto a Dios. Ni siquiera en Isaías 53 11 "Por las fatigas de su alma, verá luz" (final del 4º canto del siervo) se afirma rotundamente la resurrección, sino que se interpreta mejor en la línea de lo dicho anteriormente. En todo caso, ambos pasajes anuncian una restauración de la vida de los justos, no inmediatamente tras su muerte -como en el paganismo, ver post anterior- sino después de un tiempo de espera.

En efecto, si examinamos los versículos del libro de Daniel que hemos citado, en su contexto más amplio, vemos que antes de esta restauración final, primero debe instaurarse en Israel un reino divino que derrotará a los reinos paganos, por mano de un "como hijo de hombre" (Dn 7 13) que la tradición cristiana identifica con Jesucristo.

Otros pasajes de Isaías (Is 26 13-19) y Ezequiel (Ez 37 15-28, los huesos secos) -que no analizaremos por no agotar el tema-, aunque citan textualmente la resurrección corporal, pueden interpretarse metafóricamente como la restauración del pueblo de Israel, que es la esperanza cierta que anima a este pueblo desde su constitución como descendientes de Abraham. Lo que parece haber ocurrido es que, al inspirarse unos autores en otros, dentro del Antiguo Testamento, la esperanza en una resurrección material se fue expresando de forma más clara. Así, Daniel parece inspirarse en Isaías y éste a su vez en Oseas, cuando poéticamente pregunta: "¿Pero yo los libraré del poder del abismo?" (Os 13 14) ESTA EVOLUCIÓN DE LA EXPRESIÓN SERÍA MÁS FÁCIL DE APRECIAR SI LOS LIBROS DE LA BIBLIA SE ORGANIZARAN CRONOLÓGICAMENTE, en lugar de por géneros literarios o incluso por ¡tamaño! (como los profetas mayores/menores o las cartas de San Pablo, por ejemplo).

Algunos críticos han afirmado que la idea de la resurrección fue absorbida por el pueblo de Israel durante su exilio en Babilonia, tomada prestada del Zoroastrismo. Aparte de que esta religión no está bien atestiguada en aquella época tan remota, sería impensable que los esclavos absorbieran conceptos religiosos de sus opresores, máxime en un pueblo como Israel que se enorgullece de su identidad y de su fidelidad a la tradición. Otras hipótesis, como la de que la idea de la resurrección fue tomada de los dioses cananeos (o egipcios) que mueren y resucitan se pueden refutar de modo parecido, aparte de que en esas religiones solo eran los dioses los que resucitaban corporalmente.

Así pues, en los textos citados, el destierro del pueblo de Israel se podría interpretar como una "muerte" metafórica; su permanencia en el exilio como el tiempo intermedio, y su retorno a la tierra prometida como una "resurrección". Es el uso posterior que se ha hecho de estos textos (tanto por parte del cristianismo como por parte de la escuela rabínica) lo que los ha convertido en "pruebas" que demuestran una supuesta resurrección del final de los tiempos. Pero estas interpretaciones se han hecho con unos supuestos a priori que no permiten apreciar su sentido original, dentro de su contexto.

Me parece a mí que las creencias profundas de muchos cristianos de hoy día se acercan más a la inmortalidad del paganismo -desarrollada en el post anterior- que a las esperanzas hebreas, a las que deberían asemejarse. Dicho esto, parece difícil que los apóstoles -hebreos profundamente piadosos- fueran capaces de "inventar" la resurrección corporal de Jesucristo. Pero esto es harina de otro costal, a la que tendremos que dedicarle un nuevo post.

Os animo a hacer vuestras propias comprobaciones y a dejar los comentarios que veáis oportunos.

La mayor parte de las ideas vertidas hoy en este post se basan en el libro "La resurrección del Hijo de Dios" (2003) de N.T. Wright.

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