¿Puede decirse que San Pablo fundó el cristianismo?

Buenas tardes, inquietos amigos, siempre deseosos de aprender algo nuevo. El tema de hoy puede parecer herético a los ojos de un católico poco informado que piensa que Jesús fundó el cristianismo, pero esto no es verdad -sin desmerecer su papel crucial como fundamento en el que se basa la fe cristiana- en primer lugar porque no dejó nada escrito, y en segundo lugar porque en ninguna parte de los evangelios dice que Jesús quisiera crear una nueva religión distinta del judaísmo. De hecho, como ya he explicado en otro post, los primeros cristianos vivieron como una secta más dentro de un judaísmo complejo (la secta de los Nazoreos), y las primeras comunidades cristianas (los doce apóstoles y los demás discípulos de Jesús) siguieron asistiendo al Templo (Hch 2 46) y cumpliendo todas las leyes del judaísmo.

Sin embargo, esto no lo hacen los cristianos de hoy día, y se lo debemos a San Pablo. Como argumento a favor de la importancia de este personaje, piénsese que de los 27 libros que forman el Nuevo Testamento, 14 se atribuyen al llamado "apóstol de los gentiles", aunque de forma absolutamente cierta sólo siete cartas pueden considerarse auténticas. Más aún, las cartas auténticas de Pablo son los escritos más antiguos del Nuevo Testamento, por lo tanto son el testimonio más antiguo de cómo vivían los primeros cristianos.

Alguien podría pensar que la importancia de Pablo es solo cuantitativa, ya que durante el siglo I la mayoría de las comunidades cristianas habían sido fundadas por Pablo o por alguno de sus colaboradores directos, principalmente en la zona de Grecia (Corinto) y Asia Menor (Éfeso). Pues no: su importancia no es solo cuantitativa, sino que Pablo puede considerarse el ideólogo más importante de los inicios del cristianismo.

Lo más interesante es que Pablo confiesa en sus cartas que su doctrina no le fue trasmitida por hombre alguno, sino que le fue revelada directamente en una aparición de Jesús (al que nunca conoció en persona) cuando iba camino de Damasco, llevando cartas que le autorizaban a perseguir a los cristianos de esta ciudad. Por supuesto, después de meditar durante cerca de tres años en el desierto de Arabia, Pablo subió a Jerusalén, donde se entrevistó con Pedro y le compartió sus revelaciones durante solo quince días (Gal 1 16-19). Está claro que, en quince días, Pedro no tuvo tiempo de adoctrinar a Pablo, aparte de los rudimentos más básicos. Una vez obtenido su beneplácito para evangelizar, Pablo se lanzó a su primer viaje, lejos de los cristianos que lo querían matar tanto en Damasco como en Jerusalén (donde había participado en la lapidación de Esteban).

Pablo, por tanto, fundó comunidades cristianas AL MARGEN de las comunidades fundadas por los doce apóstoles, aunque por supuesto se esforzó en todo momento en mantener la unidad con ellas, sobre todo con la Comunidad Madre de Jerusalén. Así, cuando volvió de su primer viaje, hubo una tremenda discusión en Antioquía (capital de Siria y tercera ciudad en importancia de todo el Imperio Romano) que tuvo que resolver consultando a los apóstoles. Esta discusión, sobre si los paganos que creyeran en Jesús debían circuncidarse o no, marcó un antes y un después en la historia del cristianismo. La circuncisión no debe considerarse en sí misma de forma aislada, sino como exponente de si los nuevos cristianos debían o no someterse a toda la Ley de Moisés, es decir, si debían hacerse judíos antes de ser cristianos. La cuestión no es menor, puesto que la predicación de Pablo tenía mucho éxito entre los llamados "temerosos de Dios" (Hch 10 2) que eran griegos simpatizantes del judaísmo (sobre todo admiraban la solidaridad en la comunidad judía, que sostenía a las viudas mientras que las paganas se veían obligadas a vender sus hijos), pero que no se sometían a la circuncisión ni a los farragosos preceptos de la Ley de Moisés. Estos conversos procedentes del paganismo no podían compartir mesa con los judíos conversos al cristianismo, por razones de pureza, ya que los judíos (aún hoy) sólo comen alimentos kosher, lo cual principalmente consiste en eliminar toda la sangre de los animales (Gn 9 4 transcribe este precepto dado por Dios a Noé, donde la palabra "alma de los animales" debe entenderse como "sangre"). Compartir la mesa era un acto fundamental de la liturgia de cada sábado, ya que durante muchos años la eucaristía que rememoraba la última cena de Jesús, era una auténtica cena que se celebraba después de asistir a la reunión de la sinagoga, donde se leían y comentaban textos de la Biblia hebrea.

En el llamado Concilio de Jerusalén (celebrado alrededor del año 50), Pablo lucha denodadamente a favor de su postura y finalmente se le concede que los paganos conversos no se circunciden, pero que sí al menos cumplan las Leyes de Noé (Hch 15 29) para poder compartir mesa. Este acuerdo, sin embargo, no fue aceptado por muchos judeocristianos, que Pablo frecuentemente llamaba "falsos hermanos" en sus cartas, y que siguieron oponiéndose a la doctrina que Pablo iba exponiendo en las sinagogas de muchas ciudades. También Pablo acabó por olvidar estas leyes de pureza de los alimentos, pues no tenía sentido desde el punto de vista de su doctrina, que consideraba que la Ley del Amor dada por Jesús era muy superior a la letra de la Ley judía. Es decir, si bien Pablo no se oponía a que los judíos conversos siguieran practicando su religión, afirmó rotundamente (sobre todo en sus cartas a los Gálatas y a los Romanos) que la Ley judía por sí misma no salva, si no iba acompañada del amor. Esto se opone a la tradición recogida en los sinópticos, en la que Jesús afirma "no he venido a abolir la Ley" (Mt 5 17), a no ser que se interprete la Ley en el sentido de escrituras, a las que Jesús "viene a dar cumplimiento".

Este mensaje de salvación universal de Pablo se oponía a la idea judía de que en el Reino futuro habría "salvados de primera clase" (los judíos devotos) y "salvados de segunda clase" (otras personas temerosas de Dios), sino que afirmaba claramente que "Dios no hace acepción de personas" (Rom 2 11 y Gal 2 6), expresión copiada del Antiguo Testamento (por ejemplo Deuteronomio 1 17) pero que allí significaba que todos los israelitas son iguales ante la Ley, y ahora Pablo lo extiende a todos los humanos. Esto enfurecía a los judíos, tanto a los que creían en Jesús como a los que no, porque solo tiene sentido esforzarse en cumplir unos preceptos que encorsetan toda tu vida si con eso te ganas la salvación, ¿no?

En este sentido, la concepción de Pablo del Reino de Dios es distinta de la que leemos en los evangelios sinópticos, que hemos desarrollado en otro post. La salvación que predica Pablo es AQUÍ Y AHORA, en el momento de aceptar a Jesús como Mesías, y no espera la implantación de un reino futuro en la Tierra de Israel, sino que la segunda venida de Jesús será solo para recoger a los que hayan creído en él, ya sean judíos o paganos, para formar parte de un reino celestial (1 Tes 4 17). ESTA IDEA NO ES JUDÍA, o en todo caso está en la línea de grupos marginales gnósticos, que hemos explicado en el anterior post (ver mi post sobre el Evangelio de Tomás).

¿De dónde le vendría a Pablo esta universalidad de su mensaje? Pablo creció en Tarso, una ciudad situada muy lejos de Israel, al norte, cerca de Antioquía. Aunque pertenecía a la comunidad judía de esta ciudad, estuvo sin duda influenciado por la filosofía estoica (muy extendida por el mundo helénico) que afirmaba que todos los humanos somos sustancialmente iguales. Probablemente también Pablo daba mucha importancia a los pasajes de la escritura que anunciaban que, en los últimos tiempos, los gentiles se convertirían al Dios verdadero -primeramente, la promesa de Dios a Abraham en Gn 12 3 "en ti serán benditas todas las naciones", y luego otras profecías como Isaías 66 18 etcétera-. Pablo estaba convencidísimo de que quedaba muy poco tiempo para el fin del mundo (por ejemplo 1 Tes 4, 13-18), para el retorno de Jesús en poder y gloria, y por eso tenía tanta prisa en evangelizar y ganar para Dios al menos unas "primicias", unos representantes de cada nación.

A los gentiles les importaba muy poco que Pablo anunciara que había venido el Mesías de los judíos, y que los romanos lo hubieran matado. ¿Por qué, entonces, el mensaje de Pablo tuvo tanto éxito entre los paganos? Pablo, por una parte, supo integrar las virtudes predicadas por los estoicos y la hermandad que reinaba en las comunidades judías dispersas por todo el Imperio. Pero sobre todo Pablo ofrecía una salvación fácil y gratuita. Para Pablo, el sacrificio de Jesús era más perfecto que los costosos sacrificios de animales que existían en muchas religiones, incluido el judaísmo. Este sacrificio estaba simbolizado en el pan y el vino que se compartían en cada eucaristía (Pablo no se plantea todavía la cuestión de la "transustanciación", es decir, si ese pan y ese vino son verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo, o solo lo representan).

Por otra parte, los ritos de iniciación paganos -o la circuncisión en el caso del Judaísmo- eran sustituidos por un sencillo bautismo. En efecto, en las religiones paganas, con las que Pablo competía, se hacían ritos de iniciación en las que el aspirante pasaba por una muerte simbólica y después entraba en comunión con la divinidad, pero eran unos ritos largos y costosos, a lo que había que sumar el desplazamiento hasta los santuarios donde esta ceremonia podía hacerse. Por otra parte, para ingresar en el Judaísmo la circuncisión debía hacerse con un cuchillo ¡de piedra! y, además de las complicaciones sanitarias, era una vergüenza ir a los baños públicos en los que los hombres andaban desnudos.

El Bautismo de San Pablo amplía su significado respecto al anterior bautismo, el del Juan el Bautista, que era solo de arrepentimiento. Para Pablo, el bautismo representa la unión con la muerte y resurrección de Jesús. A diferencia de los evangelistas, a Pablo, de Jesús solo le interesa su muerte, que sustituye a los sacrificios que se hacían en el Templo -pero con una víctima más perfecta- y también su resurrección, que significa la aceptación de ese sacrificio por parte de Dios.

Pablo nunca hace referencia a otros hechos de la vida de Jesús, o bien no los conocía, o no les daba importancia. Tampoco hace uso de la doctrina de Jesús y sus enseñanzas. La doctrina de Pablo se basa en la correcta interpretación del Antiguo Testamento, que él conocía de memoria, y que -de repente- descubrió que profetizaba a un Mesías sufriente opuesto al que esperaba la mayoría de los judíos. Esta iluminación repentina puede compararse a la que experimentaron los discípulos de Emaús (Hch 24 25-27). Para la mayoría de los rabinos, el Cuarto Canto del Siervo (Is 52 13ss) describía el sufrimiento del pueblo judío a manos extranjeras. ¡Nunca lo habían aplicado al Mesías! Es más, el hecho de que un aspirante a Mesías acabara en la cruz era señal de que se trataba de un FALSO MESÍAS (como Judas el Galileo y otros), porque en el Antiguo Testamento hay numerosos ejemplos en los que Dios obra prodigios para que sus elegidos venzan al enemigo incluso en condiciones muy desfavorables (el más emblemático sería el paso del Mar Rojo, huyendo del Faraón). A este descubrimiento Pablo le llama "vocación", no "conversión", porque Pablo no se convierte a otra religión -él sigue siendo judío- pero ahora interpreta los textos sagrados de otra manera. De hecho, Pablo nunca renuncia a que, en el momento final, todo el pueblo judío acepte su interpretación y se convierta. Así que, en propiedad, NO SERÍA CORRECTO DECIR QUE PABLO FUNDÓ EL CRISTIANISMO SINO UNA SECTA DEL JUDAÍSMO.

Entonces, en conclusión: ¿en qué sentido es Pablo un pilar fundamental del cristianismo? Los primeros cristianos provenientes del judaísmo, que creían en Jesús como Mesías, pero que seguían cumpliendo la Ley de Moisés, fueron perdiendo importancia progresivamente hasta desaparecer por completo después de la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 dC. Sólo sobrevivieron las comunidades cristianas gobernadas por los discípulos de Pablo, de las cuales es heredera la Iglesia actual.

Aunque podríamos hablar muchísimo más sobre Pablo y sus cartas, lo vamos a dejar aquí por hoy. Os animo a que hagáis vuestras propias investigaciones y comprobaciones para confirmar lo que digo.

Siempre me despido agradeciendo la labor expositiva del gran investigador Antonio Piñero. Os invito a ver su video sobre Pablo de Tarso que he colgado en el grupo de facebook "Origen del Cristianismo", del que os invito a formar parte y hacer las aportaciones que queráis.

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