¿Realizó Jesús curaciones?

Estimados seguidores. Incluso investigadores agnósticos como Antonio Piñero (y también Crossan, Sanders, Meier...) reconocen que detrás de la fama de taumaturgo de Jesús tuvo que haber verdaderas sanaciones, lo cual no debe sorprendernos porque hubo muchos personajes en el siglo 1 con fama de sanadores. De las sanaciones de Jesús no hablan solo sus seguidores sino también fuentes independientes, aunque desde luego eso no significa que se acepte la validez de cada uno de los hechos milagrosos que se narran. Por ejemplo, Flavio Josefo afirma que "Jesús fue autor de hechos asombrosos" (Antigüedades de los Judíos) y en unos papiros mágicos griegos que se han encontrado (Morton Smith) se invoca el nombre de "Jesús el dios de los hebreos". Otros investigadores como Fernando Bermejo sostienen que la fama de taumaturgo fue creada "ex nihilo" (de la nada) cogiendo ideas de la vida de otros personajes muy conocidos (como Vespasiano, Apolonio de Tiana...), para compensar la mala imagen de su final tan trágico. En el post de hoy divulgaré las ideas expuestas por Jose Antonio Pagola en el capítulo 6 del libro "Jesús, aproximación histórica" (2007), ya que me parece un estudio muy completo y equilibrado sobre este tema.

Jesús cura a un endemoniado, Libro de horas del Duque de Berry (1410)

En el comienzo de los evangelios sinópticos queda reflejada como una síntesis de la vida pública de Jesús: "Recorría toda Galilea... curando toda enfermedad y dolencia en el pueblo" (Mt 4 13 y paralelos). Y también: "Pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él." (Hch 10 38). Parece con ello resaltarse la singularidad de Jesús, a diferencia de su maestro Juan el Bautista, que no hizo ningún milagro o curación. Según la mentalidad semita, Dios es la fuente de la salud y de la enfermedad (Dt 32 39 por ejemplo o Juan 9 2), de modo que los enfermos eran vistos como una maldición de Dios. Tanto es así, que la secta de los esenios de Qumrán rechazaban que los ciegos, sordos o cojos formaran parte de sus filas, y en el mismo Templo de Jerusalén, los lisiados pedían limosna a las puertas, sin poder entrar, o esperaban un milagro en la piscina de Betesda (post sobre los lugares donde estuvo Jesús) de la que se decía que sus aguas eran curativas. La misma lepra no era lo que hoy en día conocemos por esta enfermedad, sino cualquier afección de la piel que colocaba al enfermo directamente en la categoría de "persona impura" (Levítico 13 45-46). Así pues, las curaciones de Jesús lo que hacían era reintegrar a la persona a la sociedad que los marginaba, nunca lo hizo para demostrar su filiación divina o para que le escucharan su predicación. Tampoco pedía fe a cambio de la curación, sino más bien al contrario: la fe (en Dios) parece ser un requisito para que la sanación actúe.

¿Cómo curaba Jesús? Según el evangelio de Marcos, utilizaba métodos bastante "físicos" en la mayoría de las ocasiones: untar con saliva (Mc 7 31 ss), agarrar (Mc  30), meter el dedo, tocar (Mc 1 41), imponer las manos (Mc 8 23)... Estos métodos parecían similares a otros sanadores de su tiempo y, por tanto, impropios del Hijo de Dios, por lo que fueron suprimidos de los evangelios posteriores de Mateo y Lucas, al menos así lo afirman algunos críticos. ¿Realmente eran estos los métodos usados por otros sanadores en tiempos de Jesús? Más bien no, aunque hay que reconocer que había una enorme variedad de personas y métodos de sanación en el siglo 1. Por un lado estaban los médicos seguidores de Hipócrates (como el médico Celso, contemporáneo de Jesús), que intentaban aplicar un método lógico y casi "científico", pero estos eran pocos y estaban fuera del alcance del pueblo llano. Luego estaban los templos donde se seguían unos rituales de sanación, basados normalmente en baños de purificación: por ejemplo, había multitud de templos a Esculapio por todo el Imperio, en los que se decía que el propio Esculapio (Asclepio para los griegos) visitaba al enfermo y le explicaba la vía de sanación, pero no había ninguno en la zona por donde se movía Jesús. Cerca de la gente del pueblo llano estaban los magos (Hch 13 6 por ejemplo), los exorcistas (la Biblia cita por ejemplo a los hijos de un tal Esceva Hch 19 14) y los hombres santos hasidim (singular hasid), como Honi el trazador de circulos y Hanina ben Dosa, de los que nos hablan fuentes independientes como Flavio Josefo y la Misná.

En general, en el siglo 1 era difícil distinguir lo "cientifico" de lo "mágico" o milagroso en una curación, puesto que la gente se ponía en manos de alguien que le decía lo que tenía de hacer (una dieta, un vendaje, lo que fuera) y como resultado venía la curación, que era atribuida al poder del taumaturgo. Con frecuencia, los llamados "magos" invocaban fuerzas misteriosas, como nombres impronunciables o frases en idiomas desconocidos. Pero Jesús nunca usa amuletos o hechizos, y nunca lo hace con efectos negativos, como hacían algunos magos, como impedir amores o producir insomnio, y nunca buscando un beneficio económico, de modo que las similitudes con los "magos" de su tiempo son muy remotas. En cambio, podemos ver algo más parecido entre Jesús y los hasidim, cuyo poder se basaba en la oración a Dios. También la gente veía parecido entre Jesús y los profetas Elías y Eliseo, y seguramente esto llevó a la inclusión de algunos milagros en los que Jesús supera a sus antecesores, como la resurrección del hijo de la viuda de Naím o la multiplicación de los panes y los peces. Estos milagros son descartados como verdaderos por los más críticos, aunque por supuesto los estudiosos que desean moverse dentro de la aceptación de la Iglesia Católica no tienen más remedio que admitir la veracidad de cada afirmación de la escritura, a pesar de las contradicciones (ver mi reciente post).

Jesús también tenía fama de exorcista, incluso entre sus enemigos, que le acusan de expulsar a los demonios "por el poder de Beelzebul" y Jesús les responde: "¿Y vuestros hijos, con qué poder los expulsan?". Al parecer, era bastante normal en la época considerar ciertas afecciones mentales (epilepsia, histeria, esquizofrenia...) como "posesiones diabólicas". Me ha parecido interesante la tesis expuesta por J. A. Pagola de que las personas más oprimidas de la sociedad eran las que tenían más posibilidad de que se les "fuera la tecla" y de ese modo tener libertad para proclamar lo que a las personas cuerdas no se les permitía. Quizás proyectaban en este ser diabólico que les oprimía lo que sentían contra el invasor romano, pues es muy curioso analizar la escena del "endemoniado de Gerasa" (Mc 5 1-20) en la que al diablo se le llama Legión y se va a habitar a unos cerdos (animal odiado por los hebreos) que se arrojan al mar, lugar de donde vinieron los invasores romanos. Todo este simbolismo hace ver aquí más una escena pintada de manera ideal que un hecho histórico, a decir de los críticos. Sin embargo, Jesús, a diferencia de otros exorcistas, no invoca ningún poder superior (salvo el "dedo de Dios" de Lucas 11 20), ni utiliza incienso, anillos u otros amuletos, sino solo el poder de su palabra: "sal de él" o "cállate". En el combate del exorcismo, Jesús parece "fuera de sí" (acusación que su madre y sus hermanos reflejan en Mc 3 21), y esta es una interpretación de J. A. Pagola que también me parece muy interesante.

Este poder taumatúrgico pasó a sus discípulos, por lo menos al principio. Mateo 10 8 recoge las instrucciones del maestro: "Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios." Según el criterio de dificultad, si los discípulos no hubieran tenido este poder de sanación, no hubieran incluido esta frase en el evangelio, pues les hubiera puesto en un aprieto.

En definitiva, Jesús se desmarca con su actitud taumatúrgica de las corrientes apocalípticas judías que circulaban en su época y en las que se le quiere adscribir. Según los apocalípticos, como Juan el Bautista o los Esenios, este mundo está poseído por el mal y no tiene remedio hasta que se desencadene el juicio final, en el que Dios vendrá, destruirá todo lo malo e implantará la justicia. Las curaciones de Jesús son una salvación de Dios AQUÍ Y AHORA, y precisamente los enfermos "conmueven las entrañas" de Jesús (Mc 1 41) que les anuncia con palabras y con obras que "el Reino de Dios ha llegado ya".

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