¿Fue Jesús juzgado por Caifás o por Pilato?

Pacientes seguidores. En mi afán por ir desligando poco a poco los hechos históricos de la leyenda, hoy me propongo analizar la verosimilitud de los relatos sobre el juicio de Jesús, previo a su ejecución. En el presente post me voy a guiar por los interesantes razonamientos expuestos por Jose Antonio Pagola en su libro "Jesús, aproximación histórica" (2007), bastante apartados de la versión defendida por Fernando Bermejo en "La invención de Jesús de Nazaret" (2018), en la que me basé en otro post anterior.

Jose Antonio Pagola es un sacerdote nacido en 1937. A pesar de su cargo eclesiástico, no teme poner en duda la autenticidad de ciertos pasajes del evangelio, basándose en los estudios de multitud de autores. De hecho, su obra -un éxito editorial- recibió un comentario negativo de la Conferencia Episcopal Española en 2008, advirtiendo que nunca se le podrá conceder el imprimatur, ya que «el autor parece sugerir indirectamente que algunas propuestas fundamentales de la doctrina católica carecen de fundamento histórico en Jesús». Es cierto que Pagola se deja llevar por su intuición a la hora de seleccionar una u otra opinión de los críticos, pero también veo yo que intenta salvaguardar la esencia del mensaje y personalidad de Jesús, en un relato coherente y equilibrado. Pagola tiene claro que los relatos evangélicos no son un relato objetivo de los hechos, como los críticos acuerdan unánimemente, pero no duda que tengan un sólido fundamento histórico.

El testimonio de Flavio Josefo afirma que Pilato mandó crucificar a Jesús "a causa de una acusación de los varones principales entre nosotros [los judíos]", aunque Bermejo argumenta que este pasaje ha sido interpolado o modificado (si no totalmente inventado, como algunos defienden). Según Pagola, el desencadenante de la detención de Jesús fue la expulsión de los mercaderes del Templo (ver mi post anterior), ya que la casta sacerdotal vio amenazada su fuente de ingresos. Seguramente el incidente conllevó un altercado generalizado, porque Jesús contaba con multitud de simpatizantes, e incluso es hipotéticamente posible que hubiera violencia armada contra los guardias o soldados, una vez Jesús hubo huido, y que hubiera dos detenidos, los que crucificaron junto con Jesús, y quizás también Barrabás ("estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato" Marcos 15 7). Téngase en cuenta que las crucifixiones colectivas eran comunes en aquella época, y que al líder de la revuelta lo solían situar en el centro. El ataque al Templo como causa de la hostilidad contra Jesús aparece en Marcos, 14 58 («Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho por hombres.»), en Marcos 15, 29-30 («Eh, tú, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!») y Hechos 6 14 («...le hemos oído decir que Jesús, ese Nazoreo, destruiría este Lugar y cambiaría las costumbres que Moisés nos ha transmitido.»)

Bermejo pone en duda que fueran los guardias del Templo los que detuvieran a Jesús, basándose en el evangelio de Juan (el más tardío) que cita "una cohorte" (Juan 18 3), formada por 600 soldados. A Pagola le parece una exageración mandar tantos soldados para detener a un individuo, por lo que no le otorga credibilidad. El problema de fondo son las contradicciones entre los distintos relatos, a lo cual ya he dedicado otro post, lo que da pie a que unos autores den más credibilidad a uno o a otro evangelista.

En opinión de Pagola, los evangelios son ciertos en lo esencial: las autoridades judías mandaron prender por la noche a Jesús, probablemente gracias a la colaboración de Judas, o no hubieran sabido dónde buscarlo. Temían detenerlo en el Templo, cuando predicaba, porque sabían que tenía muchos partidarios. Luego lo interrogaron, deliberando cuál sería la acusación que presentarían contra él, frente al prefecto Pilato. Después de lo ocurrido en el Templo (sobre todo si hubo un altercado generalizado, omitido por los evangelios), era fácil convencer a Pilato de que Jesús amenazaba la pax romana y el orden establecido. El profeta loco Jesús Ben Ananías (mencionado por Flavio Josefo), que en el año 62 dC vociferaba profetizando el final del Templo, simplemente fue detenido y flagelado, antes de ponerlo de nuevo en libertad, porque no suponía un peligro real, al carecer de seguidores. A esta reunión nocturna en casa de Caifás (o de su suegro Anás) solo acudieron sus consejeros, entre los cuales se encontraban probablemente los miembros del clan familiar. Anás (también llamado Ananías en griego) había sido Sumo Sacerdote entre los años 6 y 15 dC, y después de dejar el cargo, continuó teniendo mucha influencia, consiguiendo que su yerno Caifás y cinco de sus hijos fueran nombrados Sumos Sacerdotes casi consecutivamente, el último de los cuales (también llamado Anás) desempeñó su cargo en el año 63 dC. Es probable que la expresión evangélica "los Sumos Sacerdotes" se refiera a esta familia dominante, ya que de facto solo uno de ellos era Sumo Sacerdote.

Desde luego, esta reunión nocturna no fue un juicio formal: la mishná prohíbe celebrar juicios de noche, y si la sentencia es a muerte, ésta no se puede ejecutar el mismo día, según expuse en mi post sobre el juicio de Jesús. De acuerdo con Pagola, pudo haber un juicio formal, con todos los requisitos legales, SIN LA PRESENCIA DEL ACUSADO, después del incidente en el Templo, y fue allí cuando se tomó la decisión de detenerlo y entregarlo al poder romano (Juan 11 47-53): "Entonces los sumos sacerdotes y fariseos convocaron consejo... decidieron darle muerte." Según Juan 18 13, Anás interrogó a Jesús sobre "sus discípulos y su doctrina", que era realmente lo que inquietaba a las autoridades del Templo. Las acusaciones del evangelio de Marcos, referentes a haberse proclamado Mesías e Hijo de Dios, son incoherentes: en el siglo I hubo varios que se declararon Mesías o Hijos de Dios, y no se consideraron blasfemos, incluso aunque no se estuviera de acuerdo con sus pretensiones. En todo caso, Bermejo se cuestiona cómo pudieron los cristianos tener acceso a las deliberaciones del sanedrín, pero no hemos de olvidar que algunos de sus miembros simpatizaban con Jesús (como Nicodemo).

Pagola describe a Caifás como un Sumo Sacerdote extraordinariamente hábil para mantenerse en el poder, colaborando con la autoridad romana. Supo ganarse en primer lugar el favor de Anás, que le concedió la mano de su hija, con lo que ingresó en el clan dominante dentro de la casta sacerdotal durante la mayor parte del siglo I. Su suegro intervino para que fuera nombrado Sumo Sacerdote bajo el prefecto Valerio Grato en el 18 dC. Cuando en el año 26 dC Poncio Pilato relevó a Grato, Caifás se las arregló para permanecer en el poder, cosa extraña porque el mandato de los Sumos Sacerdotes rara vez pasaba de dos o tres años, a veces solo uno. Ningún otro Sumo Sacerdote logró permanecer 18 años en el cargo, bajo la autoridad romana, ya que fue destituido junto con Poncio Pilato en el año 36 dC. Los prefectos romanos solían cambiar de Sumo Sacerdote con frecuencia, para garantizarse su sumisión, por lo que Caifás tuvo que ser especialmente sumiso, y utilizar toda clase de intrigas para mantener la paz y el orden en Jerusalén, que era en definitiva lo que le pedía el gobernador romano. No reaccionó a favor del pueblo en ninguna de las ocasiones en las que éste se levantó airado contra Pilato, a pesar de que esto sorprenda a Bermejo: primero, cuando colocó estandartes imperiales en la Torre Antonia, situada en una esquina del Templo, y después, cuando se apoderó del tesoro del Templo para construir un acueducto para abastecer Jerusalén.

¿Por qué las autoridades judías lo entregaron a los romanos en lugar de ejecutar la sentencia directamente? Los evangelios afirman que no estaban autorizados a dar muerte, lo cual podría ser cierto de acuerdo con las investigaciones históricas: el Imperio Romano nunca dejaba la competencia para condenar a muerte en manos de las autoridades locales, lo que no impedía que de forma puntual los judíos condenaran a muerte, como en el caso de la lapidación de Esteban, o la tradición sobre el asesinato de Santiago el Justo a manos del Sumo Sacerdote Anás hijo de Anás. Pagola se inclina por pensar que los Sumos Sacerdotes querían dar una muerte ejemplar a Jesús, una crucifixión pública, para desanimar a otros a desafiar el statu quo. Y eso solo podía hacerlo la autoridad romana, y para ello únicamente había que convencer al prefecto de que Jesús podía ser un individuo violento y peligroso, un rebelde contra el poder establecido. Y las fiestas de Pascua eran un momento propicio, porque la ciudad estaba llena de peregrinos, multiplicando su población por cuatro o por seis, por lo que cualquier altercado podría desencadenar una revuelta generalizada.

Pilato lava sus manos, 1624-1625, por Jan Lievens , Stedelijk Museum De Lakenhal, Leiden

Los conflictos doctrinales entre Jesús y los fariseos no pudieron ser motivo de su arresto y condena
. Las diferencias doctrinales eran muy comunes en el judaísmo del siglo I, y siempre se procuraba que las desavenencias no pasaran de enfrentamientos dialécticos. Sin embargo, los evangelios fueron escritos en una época de separación y enfrentamiento con los fariseos, única secta superviviente de la destrucción del Templo en 70 dC, por lo que una y otra vez se les intenta culpar de la muerte de Jesús, y exculpar al poder romano. Bermejo señala que los evangelios contradicen lo que se sabe sobre Poncio Pilato, al presentarlo como una marioneta en manos del Sanedrín. Filón de Alejandría, un contemporáneo, caracteriza a Poncio Pilato en su libro Ad Gaium por sus "sobornos, injurias, robos, atropellos, daños injustificados, continuas ejecuciones sin juicio y una crueldad incesante y muy lamentable." Aunque el punto de vista de Filón es el de un judío, y por tanto, no exento de exageración, esta descripción coincide con algunos hechos conocidos del mandato de Pilato. Por tanto, estamos de acuerdo en que la escena en que Pilato trata de poner en libertad a Jesús o se lava las manos es una creación cristiana muy posterior. Pilato solo mostró clemencia cuando una muchedumbre rodeó su palacio para protestar por la colocación de los estandartes en Templo, recién nombrado prefecto. Pilato envió a sus soldados y los judíos ofrecieron su cuello, dispuestos a morir antes que huir. Entonces Pilato consideró más prudente ceder y retirar los estandartes, puesto no quería inaugurar su mandato con un baño de sangre. Pero más adelante se mostró sin piedad, aplastando una congregación de fieles en el monte Garizín, convocados por un profeta, que él interpretó como un acto de rebeldía. Precisamente las quejas de los samaritanos humillados acabaron provocando la destitución de Pilato y su destierro.

El juicio ante Pilato seguramente tuvo lugar en el lujoso palacio construido Herodes el Grande, utilizado frecuentemente por los prefectos durante sus estancias en Jerusalén. Es aquí donde los investigadores modernos sitúan al "pretorio" de Juan 18 28, y no la Torre Antonia, por lo que el recorrido del Vía Crucis que hacen los turistas en Jerusalén (que parte del emplazamiento de la Torre Antonia) estaría equivocado. La Torre Antonia era una fortificación militar, bastante incómoda para un prefecto. El "enlosado" de Juan 19 13 debía ser un patio o plaza donde acudió el público asistente al juicio. Los gobernadores romanos solían realizar este tipo de actos a primera hora de la mañana, como describen los evangelios. La acusación fue haberse proclamado "rey de los judíos", como consta en la tablilla que el condenado probablemente llevó colgada en su camino hacia el Gólgota, y que luego fue clavada en la cruz para que todos supieran el motivo de la condena. Este título de "rey de los judíos" había sido utilizado por Herodes el Grande, por lo que parece que a ojos de Pilato Jesús trataba de restablecer la monarquía en Judea. El diálogo entre Pilato y Jesús (Jn 18 33 ss) cuando le pregunta insistentemente: "Entonces, ¿tú eres rey?" fue probablemente inventado por el evangelista a partir de la acusación consignada en la tablilla. El juicio siguió el procedimiento cognitio extra ordinem (en esto coinciden Pagola y Bermejo), un procedimiento judicial abreviado, en el que no hay intervención de la defensa, tan solo acusación, interrogatorio y sentencia. La condena a muerte probablemente fue debida a un delito de "lesa majestad" (laesae maiestatis), es decir, ofensa a la autoridad.

Los gritos de la muchedumbre: "¡Crucifícalo!" (Jn 19 6) pueden parecer contradictorios con la acogida que tuvo Jesús al entrar en Jerusalén solo unos días antes, pero Pagola lo explica por que solo los comerciantes que se habían sentido damnificados por la actuación de Jesús en el Templo acudieron al juicio. Estos comerciantes seguramente fueron avisados y exacerbados por las propias autoridades del Templo, intentando presentar al prefecto romano una imagen de Jesús como alborotador. En cuanto al intento de soltar Barrabás, todo parece un montaje de los evangelistas, porque no se ha probado documentalmente que existiera la costumbre de soltar a un preso por las fiestas de Pascua.

El interrogatorio por parte de Herodes Antipas solo aparece en el evangelio de Lucas y carece de verosimilitud. Habiendo cometido un delito en Jerusalén, Jesús podía ser ajusticiado directamente por la autoridad romana, a pesar de ser oriundo de Galilea, la jurisdicción de Antipas. No obstante, es seguro que Herodes habría hablado de Jesús a Pilato, ya que desde hacía varios años trataba de prenderlo (Lucas 13 31), al considerarlo un peligroso sucesor de Juan. Por tanto, aunque Pilato no conociera a Jesús personalmente, ya tenía un prejuicio negativo sobre él, lo que permitió que fácilmente accediera a la petición de condena por parte de los Sumos Sacerdotes. El supuesto enfrentamiento -previo al juicio de Jesús- entre las autoridades judías (Herodes o Caifás) y Pilato no se sostiene históricamente, por todo lo dicho.

Bermejo no descarta la participación de las autoridades judías, pero simplemente como consulta por parte de la autoridad romana, para garantizarse que no se iban a oponer. Por supuesto, no se opusieron, en la lógica de Bermejo porque se vieron coaccionados por el implacable poder de Roma. Pero Bermejo admite lo esencial: que la condena a muerte fue por percibir "una amenaza grave para la seguridad, provocada por una acción o proclama desestabilizadora" (op. cit. página 297).

Como conclusión, es necesario investigar a fondo estas escenas claves en la vida de Jesús. Los evangelistas han interpretado los acontecimientos a la luz de su fe, en función de las circunstancias que vivían los cristianos a finales del siglo I y buscando paralelos con el Antiguo Testamento, lo que les ha podido llevar a deformar la historia o incluir detalles inverosímiles. El relato se fue transmitiendo oralmente durante muchos años antes de ser consignado por escrito, lo que permitió la introducción de elementos que dieran coherencia y lógica, aunque no fueran necesariamente ciertos. Separar lo real de lo imaginado es una tarea ardua, en la que los especialistas en historia y en textos antiguos tienen mucho que decir, aunque también es cierto que muchas de sus conclusiones son opinables.

Espero haber despertado vuestro interés. ¡Hasta la próxima!




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