¿Para qué se necesitan Concilios en la Iglesia?

Buenas tardes. Son tantos los llamados Concilios que se han celebrado a lo largo de la historia de la Iglesia, que suele haber una gran confusión, salvo quizás los más importantes. Pero no todas las confesiones cristianas reconocen estos Concilios, por lo que la validez de lo que allí se acuerda se puede poner en cuestión. Detrás de todo esto está la obsesión de que el Cristianismo sea totalmente homogéneo frente a la libertad de creencias. Esta libertad, por supuesto, no fue reconocida a nivel global hasta la Declaración Universal de los Derechos Humanos, lo que no quita que todos los seres humanos, desde siempre, en el fondo de su corazón hayan anhelado dicha libertad.

Por introducir un poco el tema, recordemos que hay 21 Concilios Ecuménicos reconocidos por la Iglesia Católica. Concilios Ecuménicos (también llamados Sínodos) son aquellos a los que se convoca a todos los obispos (aunque también pueden asistir otras personas sin voto) con el fin de determinar las creencias correctas y las normas que deben cumplir los cristianos, principalmente.

Los primeros concilios no fueron ecuménicos, sino solo regionales. Se considera como primer Concilio el celebrado en Jerusalén, aunque no sepamos con seguridad la fecha (49-51 dC). En él Pablo de Tarso defendió que los paganos conversos no tenían que circuncidarse ni cumplir las leyes judías, es decir, este concilio se puede considerar el que fundó la religión cristiana como diferente de la religión judía. En opinión de Antonio Piñero, en su libro "Los Cristianismos Derrotados" (Edaf 2007), el relato de este concilio que Lucas plasma en los Hechos de los Apóstoles está lejos de ser realista. Más bien, el evangelista se esfuerza en dar una imagen de unidad dentro de la Iglesia, en un libro escrito hacia el año 90 o incluso más tarde, mucho después de que ocurrieran los hechos, y una vez que los judeocristianos habían sido eliminados o dispersados por las tropas romanas que aplastaron la revuelta judía del año 66. Así, Lucas omite el altercado entre Pedro y Pablo en Antioquía (relatado por Pablo en Gal 2,11-14). Analizando sin prejuicios lo que dice el propio Pablo de dicho concilio en la epístola a los Gálatas 2, 9-10, parece que no hubo ninguna imposición, como la que se dice en Hch 15, 29.

"Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos; sólo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres, cosa que he procurado cumplir con todo esmero."
Gálatas, 2, 9-10

"Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza."
Hechos, 15, 29

Siguiendo con A. Piñero, este concilio lo que realmente supuso fue la división de los cristianos en dos grupos: los procedentes del paganismo -liderados por Pablo- y los judeocristianos, liderados por Santiago el Hermano del Señor. Este se hizo cargo de la comunidad de Jerusalén entre los años 44 y 62. En su Historia Eclesiástica, Eusebio de Cesarea (siglo IV) resalta el extremo celo de Santiago en el cumplimiento de la ley de Moisés, por lo que, cuando admitió que en las comunidades paulinas los gentiles creyentes en Jesús compartieran asamblea con los judíos helenistas, fue bajo la condición de que no predicaran nada de esto a los cristianos de Palestina, como dice Gal 2 9. Las condiciones citadas en Hch 15 29 no suponían ninguna novedad, pues eran las normas que un gentil debía cumplir para tener un lugar en la vida eterna (aunque secundario por detrás de los judíos). Los siete preceptos de Noé podrían ser aquí una adición de Lucas.

Otro importante concilio anterior a la adopción del cristianismo como religión oficial del Imperio fue el Concilio de Elvira (=Iliberris=Granada) en 306, en el que se decretó el celibato, se instituyeron las vírgenes consagradas (¿monjas?) y se dictaron instrucciones referentes a las relaciones con los paganos y judíos, al matrimonio, al bautismo, al enterramiento, a la excomunión y otros muchos temas. A él asistieron 19 obispos, entre ellos el obispo Osio de Córdoba, que posteriormente convenció al emperador Constantino de convocar el Concilio de Nicea. Podemos decir que en este concilio se diseñó el modelo de Iglesia que se acabaría imponiendo en todo el Imperio a través del emperador Constantino. Sin embargo, el tema del celibato tuvo que ser ratificado en el 2º Concilio de Letrán (1139) ante la proliferación de matrimonios y concubinatos de sacerdotes, diáconos, monjes y monjas. Personalmente me pregunto si no es luchar contra la naturaleza humana la imposición del celibato.

El primer concilio ecuménico, en sentido propio, fue el Concilio de Nicea en 325. Fue convocado por el Emperador Romano (en este caso, Constantino I), al igual que todos los primeros concilios llamados "Griegos" por ser éste el idioma de los documentos emitidos. Este concilio tuvo lugar pocos años después del Edicto de Milán (313), en el que se reconocía la libertad de culto para los cristianos. Fruto de este concilio fue el credo Niceno, en el que se afirma que Jesús es "Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre" en contra de las doctrinas de Arrio (250-335), que defendía que Jesús fue creado por Dios, y que por tanto está subordinado a él (te invito a leer mi post dedicado a este tema). A pesar de esta condena, los partidarios de Arrio pervivieron durante siglos, si bien no nos queda ninguno de sus escritos, pues fueron condenados a la hoguera (edicto de Constantino en 333): solo sabemos de su doctrina por lo que dicen sus oponentes. A pesar de ello, Constantino intentó reconciliar las dos doctrinas, e incluso se dice que fue bautizado en su lecho de muerte por un obispo arriano. En todo caso, el sucesor de Constantino, Constancio II, fue arriano.

En el año 381 en el 1º Concilio de Constantinopla se vio la necesidad de precisar más algunos conceptos, y se alargó el final del credo, quedando de este modo:

Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre;
que con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración y gloria,
que habló por los profetas.
Creemos en la Iglesia una, santa, católica y apostólica.
Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados.
Esperamos la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.

Esta nueva redacción constituye el credo Niceno-constantinopolitano que se reza hoy día en las misas católicas y ortodoxas, e incluso en las liturgias protestantes (salvo Mormones y testigos de Jehová).

Sin embargo, la doctrina del homooúsios (=consustancial: Jesús tiene la misma naturaleza que el Padre) fue interpretada de modo diverso en Alejandría y en Antioquía. En Alejandría surgió el monofisismo que defendía que el Logos divino hacía el papel de alma en el ser humano de Jesús. En Antioquía más bien se entendía que Jesús era un hombre completo (alma incluida) pero que Dios "habitaba" en él, de algún modo. De hecho, algunos antioquenos como Nestorio se opusieron a que María fuera llamada theotokos o Madre de Dios, puesto que opinaban solo era madre de la parte humana de Jesús. La Iglesia tuvo que responder con el Concilio de Éfeso (431), en el que se condena a Nestorio (386-451), que no obstante (como Arrio) consiguió reunir a sus seguidores, que han mantenido viva su doctrina durante siglos hasta la actualidad, en determinadas Iglesias de Irak, Irán, India y China. Este Concilio de Éfeso marca el inicio de la devoción mariana, que en siglos anteriores apenas encuentra referencias.

Estos dos matices alejandrino y antioqueno fueron "reconciliados" (al menos sobre el papel) en el Concilio de Calcedonia de 451. Este concilio hizo "encaje de bolillos" para redactar expresiones que fueran del gusto tanto de los teólogos antioquenos como alejandrinos. Por ejemplo, a la unión de las dos naturalezas (divina y humana) en una sola persona, se le llamó "unión hipostática", sin intentar definir demasiado lo que esto significa, para no contrariar a nadie. De ahí que las expresiones sobre la Trinidad y la naturaleza de Jesús estén "fijadas" hasta nuestros días, sin que nadie deba atreverse a "interpretar" lo que quieran decir. O sea, que se han convertido en expresiones "vacías", considerando que en este terreno todo es un "misterio" que no debe ser resuelto de modo racional.

A pesar de los esfuerzos diplomáticos de este concilio, las Iglesias Copta y Etíope (independientes del papa de Roma) aún no aceptan estas conclusiones, y siguen defendiendo una especie de monofisismo. Tanto unos como otros conservan algunas tradiciones judías como la circuncisión, lo que sugiere que el monofisismo está más próximo al monoteísmo judío, y que la doctrina trinitaria actual es fruto de una evolución teológica.

El monofisismo ha merecido la condena de otros concilios, a lo largo de varios siglos. En 553 se celebró el 2º Concilio de Constantinopla, que en el 300 aniversario de la muerte de Orígenes condenó sus documentos, y también los documentos que los Nestorianos estaban publicando 100 años después de la muerte de su fundador. A pesar de estos esfuerzos, en 681 el 3º Concilio de Constantinopla tuvo que condenar el monotelismo, una variante del monofisismo que de nuevo se estaba propagando. Cabe admirar la fuerza con que fue defendido el monofisismo, y cuestionarse si no tendrían algo de razón.

El último concilio griego fue (según la Iglesia Católica) el 4º concilio de Constantinopla, celebrado en 869, y mediante el que se selló el primer cisma entre la Iglesia de Oriente y la de Occidente. Este concilio depuso al Patriarca Focio (considerado santo teólogo por la Iglesia de Oriente), por condenar las prácticas de los misioneros de occidente en Bulgaria, y sobre todo, por la adición de la frase filioque en la traducción latina del Credo Niceno-constantinopolitano, que no aparece en el griego original. La expresión filioque quiere decir "y del Hijo" y suponía que el Espíritu Santo no solo procede del Padre sino que también procede del Hijo, al afirmar: "Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo". Al parecer, dicha cláusula fue introducida por primera vez en el III Concilio (regional) de Toledo, en el que el rey visigodo Recaredo de Hispania abjuró del Arrianismo (convencido por el arzobispo San Leandro de Sevilla) y obligó a sus vasallos a profesar el Credo Niceno-constantinopolitano, incluyendo esta cláusula. De forma espontánea, dicha cláusula se fue extendiendo por Francia, Alemania e Italia en los siglos sucesivos, hasta que fue adoptado por el Papa en 1014, lo que a la postre sellaría el cisma definitivo entre las Iglesias de Oriente y Occidente.

Concilio de Toledo, Códice Vigilano, El Escorial.

El primer concilio cuya lengua oficial fue el latín fue también el primero celebrado en Roma: el 1º Concilio de Letrán (1123) en el que se reafirma el poder de la Santa Sede para nombrar obispos, en detrimento del Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. En 1215 se celebra otro importante concilio en Letrán (el 4º), para condenar a los Albiguenses y Valdenses, variantes de la herejía cátara, a la que ya he dedicado otro post.

El 2º Concilio de Lyon (1274) fue provocado principalmente por la extensión del Islam en Oriente. Se invitó al Khan de los Tártaros, limítrofes con el Imperio Islámico por el Este, para pactar alianza con ellos. También se intentó una reconciliación con la Iglesia Ortodoxa de Oriente, y se habló de como recaudar fondos para financiar las Cruzadas. Fue también en este concilio cuando se decidió que la elección papal tendría lugar en un "cónclave", que viene de la expresión "cum clave", es decir, que los cardenales electores estarían encerrados hasta la elección del nuevo papa, y si se demoraban más de cinco días, su provisión de alimento se vería reducida, y sus bienes temporales parcialmente confiscados. Parece una exageración, pero se quería evitar los tres años que se tardó en elegir nuevo papa en la anterior sucesión. Como vemos, en la Edad Media, los conflictos doctrinales se subordinan a las cuestiones políticas.

En el Concilio de Constanza (1414-1418) se puso fin al Cisma de Occidente y se condenó la herejía de los husitas (discípulos de Juan de Hus, iniciador de la reforma protestante). Este concilio marca el cambio de temática: a partir de ahora los concilios se centrarán en cuestiones ideológicas más que políticas.

Precisamente, uno de los últimos concilios ha sido el famoso Concilio de Trento (1545-1563), un largo concilio que trató de poner fin a la Reforma protestante. En este concilio se confirmaron los siete sacramentos, en especial los dogmas relativos a la Eucaristía (el pan y el vino como auténtica carne y auténtica sangre de Cristo) y se afirmó la validez de la Vulgata como única versión bíblica válida. Se definió del dogma del Pecado Original y del Purgatorio, al cual dedicaremos un futuro post. Se abrió una lista de libros prohibidos que los católicos no debían leer, con lo que apareció la censura y la limitación de la libertad de pensamiento y opinión. Se regularon los seminarios, para controlar la formación de presbíteros, evitando la infiltración de ideas peligrosas. Una vez más, se confirmó el celibato de los sacerdotes, ya que el impulso sexual humano parece no entender de teologías. Se afirmó la validez de las indulgencias y de los cultos a la Virgen María y a los Santos, en suma, todo aquello que los protestantes negaban. El Concilio de Trento marca un antes y un después: se consagra la expulsión del catolicismo de naciones enteras (las cuales, no cabe duda, acogieron el Protestantismo como una forma de rebeldía ante el Imperialismo) y se inicia la vigilancia rutinaria de las ideas que circulan por los países católicos, en prevención de nuevos cismas. Trento abolió la diversidad de ritos y tradiciones, que durante siglos se habían mantenido en las diversas regiones, empobreciendo aún más la religión cristiana (se salvaron algunos de forma testimonial, como la misa mozárabe de Toledo). Fue un golpe de mano del Papa, que reafirmó su autoridad, y constituyó una Iglesia altamente reglada y estructurada.

No hubo más concilios durante más de 300 años, hasta 1869-1870, cuando se celebró el primer Concilio Vaticano. También, cómo no, en este se condenaron determinadas ideologías surgidas de la Ilustración y de la Revolución Francesa, como el Racionalismo y el Naturalismo, y se reafirmó la validez de los acuerdos de Trento. También se proclamó la infalibilidad del Papa, en cuestiones doctrinales, por lo que este concilio se puede considerar un eco y una reafirmación de Trento.

Como vemos, la mayoría de los concilios han obligado a profesar determinadas doctrinas, condenando a la separación a los que no las aceptaron. Es decir, que la palabra concilio es engañosa, pues tratando de resolver una disparidad de opiniones, lo que hace es confirmar la división de la cristiandad. La intromisión de la política en la fe, hasta fechas relativamente recientes, hizo que esta división de fe se estableciera por regiones, de modo que condujo a enfrentamientos políticos (y bélicos) entre las naciones. En mi opinión, la resolución de conflictos se tiene que basar en la aceptación de la diversidad y en el diálogo con el que piensa distinto. La fuerza de los concilios se ha basado en una malentendida democracia: la que justifica que una mayoría imponga su forma de pensar a todo el mundo. Hoy en día esto tiene otro nombre: fascismo, es decir, la imposición del pensamiento único. Por el contrario, la variedad de pensamiento es una riqueza que la Iglesia debería empezar a valorar.

Solo el Concilio Vaticano II (1959-1965), a mi entender, ha aceptado la libertad de credo y ha llamado a la unidad a los cristianos separados. Este ha sido el concilio con una mayor asistencia (unos dos mil padres conciliares) y el único al que han asistido representantes de otras confesiones cristianas. Sin embargo, tampoco ha estado exento de polémica, y también ha provocado algunas divisiones internas dentro de la Iglesia Católica, las de aquellos que no han aceptado las reformas, tanto litúrgicas como doctrinales.

En fin, espero que os haya picado la curiosidad por conocer algo más sobre estos importantes momentos de la historia del Cristianismo. Hasta la próxima.


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