Hipótesis sobre el origen de la Eucaristía

Advertencia: Reflexión no apta "para cardíacos". Abordo este tema desde un punto de vista aconfesional, en la línea de mis anteriores posts, con intención de divulgar los últimos avances realizados por la Academia, y por tanto utilizando un lenguaje y razonamiento sencillo, aún a riesgo de parecer infundado. Sin embargo, me baso en las opiniones de respetables estudiosos, aunque hay que advertir, que nos movemos en el terreno de las hipótesis que se han emitido para explicar las contradicciones que muestra la versión "oficial" explicada por el Catecismo Católico. Por supuesto, estoy combinando, reinterpretando o reexpresando las conclusiones de estos expertos, por lo que no necesariamente ellos estarían de acuerdo conmigo.

Buenos días, estimados lectores. Durante mucho tiempo he postergado este tema de tanto interés, por carecer de bases sólidas para emitir un juicio. Pero últimamente han llegado a mis manos algunas hipótesis que deseo compartir. La principal es el Apéndice B del libro Pablo el Emisario, Odiado e Incomprendido, por Pedro M. Rosario Barbosa (2013-2016), que me lleva a la Aclaración X de Guía para Comprender a Pablo de Tarso, por Antonio Piñero (2015), libros casi simultáneos y relativamente recientes, que analizan y reflejan los avances realizados por diversos académicos. Desarrollar el tema de la Eucaristía podría llenar todo un libro, por lo que mi intención es simplemente lanzar algunas ideas revolucionarias, para que el lector interesado reflexione, investigue y pueda salir de ideas aceptadas con poco fundamento.

Para conocer la tradición primitiva sobre la Eucaristía disponemos de varias fuentes: las más antiguas, son las cartas auténticas de Pablo de Tarso, a continuación tenemos los Evangelios y luego tenemos otros documentos escritos en el siglo II, entre los cuales destaca el llamado Didajé o Doctrina de los Doce Apóstoles, que recoge una tradición posiblemente independiente. Como no pretendo ser exhaustivo en este breve post, comenzaré por uno de los textos más citados, el de la 1ª carta a los Corintios 11, 23-25. Lo primero que se debe observar es que se trata de una traducción libre e independiente, porque las traducciones confesionales a las que estamos acostumbrados están redactadas de modo que se ajusten lo más posible a los principios teológicos que defienden.

Pues yo recibí del Señor lo que también os transmití: que el Señor Jesús, en la noche en que era entregado, tomó pan y, dando gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo, por vosotros. Haced esto en memoria mía". De igual modo hizo también con la copa, después de cenar, diciendo: "Esta copa es la nueva alianza en mi sangre. Haced esto cuantas veces bebáis, en memoria mía".


No dice aquí Pablo que fuera una Cena Pascual, asunto en el que se contradicen el Evangelio de Juan con los Sinópticos, aunque los elementos del pan y la copa así lo sugieran. Usualmente se entiende que esta tradición la recibió Pablo de la comunidad de Jerusalén, o de alguna otra directamente entroncada con ella, pero hay que notar que Pablo dice "recibí del Señor" lo cual parece significar que ciertos elementos de ella le fueron revelados espiritualmente por Jesús. Las palabras que utiliza en el original griego son equivalentes a las que utiliza la Misná cuando dice que "Moisés recibió la Torá del Sinaí [es decir, de Dios] y la transmitió a Josué". La expresión lingüística es muy distinta en 1Cor 15, 3-5 cuando expresa una tradición recibida de la comunidad de Jerusalén, aunque en la traducción castellana no se aprecie:

Pues os transmití el primer lugar lo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las escrituras...

En este caso podemos ver que, contrariamente a lo que algunos revolucionarios defienden, el valor salvífico y expiatorio de la muerte de Jesús ya lo tenían las primeras comunidades, y de ahí lo recibió Pablo, con la diferencia de que éste lo aplicó también a la Eucaristía, a la que dotó de un valor simbólico que quizás no tenía en principio. En efecto, la descripción de la Acción de Gracias que aparece en la Didajé, aunque es posterior (quizás del año 110), no contiene referencias a que la Eucaristía simbolice el cuerpo y la sangre de Cristo. Aquí cito un pequeño extracto, pero podéis leer el párrafo completo en los puntos IX y X de este documento:

En lo concerniente a la Eucaristía, dad gracias de esta manera. Al tomar la copa, decid: "Te damos gracias, oh Padre nuestro..." Y después del partimiento del pal, decid: "Padre nuestro, te damos gracias por la vida y por el conocimiento que nos has revelado por tu siervo Jesús..." Cuando estéis saciados, dad gracias de la manera siguiente: "Padre santo, te damos gracias..." Ya que este mundo pasa, te pedimos que tu gracia venga sobre nosotros... El que sea santificado que se acerque, si no, que haga penitencia. "Maranathá" Amén. Permitid que los profetas den las gracias libremente. Si alguien viene de fuera para enseñaros todo esto, recibidle, pero si resultare ser un doctor extraviado, que os dé otras enseñanzas para destruir vuestra fe, no le oigáis.

Como subraya John Dominic Crossan (1998) en el Capítulo 23 del libro El nacimiento del Cristianismo, la Didajé concibe la Eucaristía como una verdadera cena no simbólica (tal como hacen los judíos en la Cena Pascual) cuyo centro principal es la larga oración que se recita (dividida en varias partes), la cual ha pasado a la actual Eucaristía en forma de Anáfora o Plegaria Eucarística (la parte larga que recita el sacerdote con todo el pueblo de pie). En ningún momento se hace referencia a que el Pan y el Vino representen el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino más bien algo similar a lo que representan para el pueblo hebreo cuando celebra la Cena Pascual, esto es, la liberación de la esclavitud de Egipto, con la única diferencia de que aquí la esclavitud de la que nos libera la muerte de Jesús es la del pecado.

Es interesante también que el orden de las especies eucarísticas que aparecen en la Didajé es primero vino y luego pan, tal como se hace en la Cena Pascual hebrea, y como constaba en la primera versión del Evangelio de Lucas. Pedro M. Rosario Barbosa nos recuerda que la "segunda copa" que aparece en este evangelio es una interpolación posterior, para armonizarlo con las tradiciones de Marcos y Mateo que ponen en primer lugar al pan y en segundo lugar al vino. En efecto, en Lucas 22, 14-20 leemos:

Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.»

Y recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: «Tomad esto y repartidlo entre vosotros, porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.» Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; [haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.»]

La parte final, entre corchetes, es aceptada generalmente como un añadido, y la principal prueba es que no aparece en el Códice Beza, que es uno de los manuscritos más antiguos que se conservan sobre este Evangelio. Esto significa que tenemos dos tradiciones básicas para la Eucaristía: la que podríamos llamar "judeocristiana", con sede en Palestina, constituida por judíos que han abrazado la fe en el Mesías Jesús, y la "helenista", dispersa por las múltiples comunidades fundadas por Pablo, y constituida mayormente por gentiles conversos. Cuando se escribió el Evangelio de Marcos, la Guerra Judeorromana había devastado Palestina, llevando casi al exterminio a la primera tradición, por lo que la segunda acabó imponiéndose para el resto de la Historia, y el Pan antecedió al Vino. Así pues, Marcos intentó combinar la tradición iniciada por Pablo de Tarso con los acontecimientos históricos que él conocía sobre Jesús, poniendo en su boca en la Última Cena palabras que nunca dijo ni tenía ningún sentido que dijera, las palabras "Esto es mi cuerpo" o "Esta es mi sangre" o "Haced esto en memoria mía". Y no tenía sentido porque, como recoge el Evangelio de Juan, beber sangre es algo escandaloso para un judío, que precisamente está obligado a desangrar a los animales antes de comérselos, ya que se considera que la sangre contiene el hálito vital del animal (véase la explicación de un Rabino actual), aunque en este caso, si lo que se pretende es absorber el Espíritu de Jesús, tendría todo el sentido. Pero la razón principal es que los Académicos piensan que Jesús se enmarca dentro de los profetas apocalípticos, que pretendía inaugurar un Reino de Dios aquí en la Tierra (véase a este propósito uno de mis primeros post sobre el Reino de Dios). En esta Cena, Jesús sin duda pretendió hacer un acto de despedida, posiblemente porque pensaba que la intervención de Dios en la Historia para implantar su Reino era inminente, y por eso dijo que ya no volvería a comer la Pascua con sus discípulos hasta que todos se encontraran en el Reino nuevo. Plausiblemente, ante la disonancia cognitiva de ver que Jesús había muerto y que el Reino no había llegado, los apóstoles reflexionaron sobre los acontecimientos y le encontraron un sentido más figurado y espiritual al Reino de Dios, en especial después de las experiencias de Resurrección, que algo tuvo que haber, aunque no es aquí el lugar para discutirlo (os remito a mis posts sobre la Resurrección, en especial a este).

Los autores que he leído están todos de acuerdo en que la costumbre de celebrar la Cena semanal en Memoria de Jesús comenzó muy pronto después de la muerte de éste, casi inmediatamente después. Sin embargo, es evidente que esta Cena fue evolucionando tanto en forma como en significado. Por determinados problemas con la comunidad de Corinto, Pablo ordenó suprimir la verdadera cena y dejarlo solo en un acto simbólico, mientras que la comunidad que escribió la Didajé es de suponer que todavía realizaba una auténtica cena, porque en la cita que he puesto anteriormente utiliza el verbo "saciarse", que originalmente no tenía una connotación espiritual. Pero parece claro también que Pablo, desde que inició su predicación, estableció la Cena Eucarística como un símbolo del cuerpo y la sangre de Cristo. Sin embargo, los autores especializados en judaísmo del primer siglo, descartan que Pablo predicara que el Pan y el Vino contienen la verdadera esencia del cuerpo y la sangre de Jesús, bajo unas especies con todas las características físicas del pan y el vino corrientes, como ha predicado la Iglesia Romana durante siglos. El cambio de sustancia, manteniendo la misma forma (la "transubstanciación") es un concepto filosófico de corte platónico que Pablo no pudo incorporar, al menos conscientemente, porque de todas sus cartas deducimos lo lejos que Pablo se posicionaba respecto a filosofías o cultos paganos. 

A este respecto, los autores más serios y rigurosos descartan que la Eucaristía sea una burda "copia" de Misterios paganos, como frecuentemente podemos leer en círculos aficionados a teorías extravagantes, y en el resumen que hice en este post. Y sin embargo, los paralelos son llamativos, y se hacían notar desde el principio. Había varias religiones en el primer siglo que celebraban la unión con su Dios mediante la ingestión de alguna comida sagrada, y esto es algo totalmente ajeno al judaísmo. Piñero nos las recuerda en la obra anteriormente citada: las comidas de Anubis, las bacanales dionisíacas, o la ingestión del "ciceón" en los misterios de Perséfone y Deméter. A Piñero no le parece casualidad que la explicación de la Última Cena se halle precisamente en la carta a los Corintios, ciudad donde abundaban los seguidores de estas religiones de tipo "mistérico". Pero la explicación que este autor da no es que Pablo "copie" los ritos mistéricos, sino que para atraer a estos creyentes utilizó un lenguaje común. Otra posibilidad es que Pablo, que se había educado en la gentilidad, hubiera aprehendido sin darse cuenta el concepto de que, para alcanzar la salvación, es necesario unirse ritualmente de algún modo con el dios correspondiente.

Es muy improbable, sigue Piñero, que Jesús predicara este concepto, máxime teniendo en cuenta la purificación del Templo que llevó a cabo (y que le costó la vida), donde se ve la importancia que él le daba al que el Templo físico -que actuaba de intermediario entre Dios y su pueblo- estuviera exento de corrupción o mezcla con negocios o asuntos políticos en lo más mínimo. En todo caso, es difícil saber con certeza qué es lo que pensaba Jesús exactamente, y a delimitarlo se dedican muchos estudiosos hoy en día, siguiendo una serie de criterios objetivos que he detallado en otro post. Al lector poco informado le parecerá que los Evangelios Canónicos nos informan suficientemente de los puntos de vista que defendía Jesús, pero hay que tener en cuenta que fueron escritos por seguidores que se movían en círculos paulinos (desde luego no fueron escritos por los que le dan nombre ni por otros testigos directos de los hechos, eso está demostradísimo) y que al escribirlos intentaron armonizar la tradición sobre Jesús con la predicación que habían recibido de Pablo, es decir, "paulanizaron" a Jesús. Así, es posible que los evangelistas asociaran la Eucaristía con la actualización del sacrificio de Jesús en la cruz, a través de sus relatos de la Última Cena, mientras que para Pablo quizás solo significaba la unión íntima con el Espíritu de Jesús. Si eso es así, puede que la destrucción del Templo en el año 70 dC tenga mucho que ver, puesto que hacía imposible realizar sacrificios de comunión con Dios, y los cristianos encontraron un buen sustituto en la Eucaristía que celebraban semanalmente, aunque también puede ser que como la mayoría de cristianos se encontraban muy lejos de Jerusalén, esta sustitución del sacrificio del Templo por otro tipo de rito se viniera produciendo ya desde antes.

En resumen, la Cena Eucarística que los discípulos venían celebrando desde la muerte de Jesús, para sentir su presencia aún latente, fue transformada ligeramente por Pablo de Tarso en su predicación a la gentilidad, tomando algún concepto de las religiones de Misterios y suprimiendo la comida real. Sin embargo, no todo quedó ahí, sino que la Eucaristía continuó adquiriendo matices y significados a lo largo del primer siglo hasta constituir lo que hoy día llamamos "la Misa". 

Espero que os haya gustado y que os haya abierto un poco la mente. Hasta la próxima.

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