¿Cumplían los primeros cristianos las leyes judías?

Buenas noches, queridos seguidores. La verdad que no tengo todo el tiempo que quisiera para dedicarme a estos interesantes asuntos, pero no quiero perder el contacto con vosotros y por eso hoy os traigo el tema de los cristianos que practicaban la Ley de Moisés, pues pensaban que era la única forma de salvarse (Hechos 15 1), ya que seguían siendo judíos. En el fondo, la cuestión que subyace aquí es: ¿cuándo se separaron el cristianismo y el judaísmo como dos religiones diferentes y, diríamos, opuestas e incompatibles?

Los Hechos de los Apóstoles (por ejemplo, Hch 3 1) nos muestran a unos cristianos que acudían al Templo a orar. Esta comunidad cristiana de Jerusalén vivía como el resto de los judíos, si bien reconocían a Jesús como el Mesías y esperaban su pronta venida. Esto no era raro, puesto que ya he dicho en otro post que el judaísmo del siglo I era muy heterogéneo y estaba dividido en "sectas" (en el sentido de "divisiones", no en el sentido que tiene esta palabra actualmente), una de las cuales eran "los nazarenos" -el nombre de "cristianos" surgió mucho más tarde, para referirse a las comunidades fundadas por San Pablo-. La comunidad de Jerusalén era, lógicamente, la cabeza de todas las comunidades cristianas extendidas por Oriente Próximo -y probablemente Egipto-. Así tiene sentido que en torno al año 49 dC Pablo subiese a Jerusalén (Gal 2 1) a discutir con lo que él llama "las columnas de la Iglesia", es decir, Pedro, Juan y Santiago (Gal 2 9) sobre si los paganos que habían aceptado a Jesús como salvador, debían o no someterse a las leyes de los judíos.

Santiago el menor representado en una bóveda en Rávena, Italia
Santiago, como cabeza de la Iglesia, impuso unas condiciones a Pablo (Hch 15 13ss) y luego envió unos mensajeros o representantes (Hch 15 22) -quizás los mismos que cita Pablo en su carta a los Gálatas 2 12- a comprobar si se estaban cumpliendo dichas condiciones. Y según relata Pablo en la mencionada carta, el mismo Pedro disimuló ante los representantes de Santiago, indicando de ese modo que Santiago -y no Pedro- era la máxima autoridad de la Iglesia en el momento.

¿Quién era este Santiago? Desde luego, no es el hermano de Juan el Zebedeo, que había sido ajusticiado anteriormente por Herodes, según Hechos 2 12, sino que con toda probabilidad se trata de "Santiago, el hermano del Señor" (Gal 1 19), también llamado "el Justo", aunque se discute cuál era su verdadero parentesco con Jesús. Una vez muerto este Santiago a manos del Sumo Sacerdote Ananías hacia el año 65-70 dC -según relata Josefo- le sucedió su hermano Simeón, de modo que todo apunta a una sucesión "hereditaria" familiar a la cabeza de la Iglesia, en las primeras décadas del cristianismo. Algunos investigadores identifican a este Santiago con Santiago el Menor o Santiago el de Alfeo, uno de los doce apóstoles (ver mi post sobre los nombres de los doce apóstoles), y también se suele identificar con el autor de la Carta de Santiago.

De hecho una de las afirmaciones más conocidas de esta carta es St 2 18 "pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe". Esta afirmación parece contraponerse con la tesis desarrollada por Pablo en la Carta a los Romanos, capítulo 4, en referencia a Abraham, que fue justificado por su fe, y no por cumplir la Ley de Moisés, que aún no había sido dada. Sin embargo, las obras a las que se refiere Santiago son las "buenas obras", como la caridad con los necesitados (St 2 15ss) y curiosamente también utiliza el ejemplo de Abraham, pero en sentido contrario (St 2 21): Abraham alcanzó la justificación por las obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar. Esta relación evidente entre las dos cartas no ha quedado dilucidada por los investigadores, si fue Santiago el que le contestó a Pablo o más bien fue Pablo el que rebatió los argumentos de Santiago. En todo caso, es interesante que ambas argumentaciones, aparentemente opuestas, hayan sido incluidas en el canon de la Biblia, cosa con la que Lutero estaba manifiestamente en contra, ya que calificaba a la Carta de Santiago como "epístola de paja" y un libro realmente "malo y peligroso" (H.H. Kramm, The Theology of Martin Luther, London 1947). Recordemos que para una mayoría de protestantes, la simple confesión sincera de que Jesús es el Señor es lo que trae la salvación a nuestra vida, apoyándose en el famoso versículo de la carta de San Pablo a los Romanos: "Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo."

Sin embargo, son muchos los investigadores que otorgan una gran autenticidad y legitimidad a esta carta de Santiago, por ser muy antigua y próxima a la predicación de Jesús. Han descubierto relaciones entre esta carta, la fuente Q -contenida en el evangelio de Mateo, ver mi post sobre el Quinto Evangelio- y la Didaché (pronunciado Didajé), documentos todos ellos relacionados de alguna manera con el judeocristianismo, que en su conjunto, y leídos entre líneas, nos permiten hacernos una idea de cómo vivían aquellas comunidades, que pasaron a segundo plano después de la Primera Guerra Judeo-Romana y la destrucción del Templo en el año 70 dC, y se fueron finalmente extinguiendo en las décadas siguientes.

También existía otro documento relacionado con esta comunidad judeocristiana, al que Jerónimo nombra como "evangelio de los Hebreos" o "evangelio de los Nazarenos" (podrían ser dos obras distintas o dos versiones de la misma obra). Quizás Papías de Hierápolis se refería a este documento, redactado en arameo, cuando afirmaba que "Mateo ordenó en lengua hebrea los dichos del Señor", ya que no podía referirse al evangelio de Mateo actual, que según los filólogos (Piñero, por ejemplo) fue compuesto directamente en griego. No obstante, el evangelio de Mateo también puede encuadrarse en la esfera de influencia judeocristiana: según la wikipedia, la principal preocupación de Mateo era que la tradición judía no se perdiera en una Iglesia que se estaba volviendo cada vez más gentil, debido al éxito de las ideas predicadas por Pablo y sus sucesores. 

Por su parte, el evangelio de los Hebreos se ha perdido -junto con las comunidades que lo usaban- y solo se conocen algunos fragmentos por referencias a él incluidas en otros documentos posteriores. No obstante son muy interesantes sus afirmaciones, como:

Cuando Cristo quiso venir sobre la tierra a los hombres, el buen Padre convocó a un gran poder en el cielo, que se llamaba Miguel, y encomendó a Cristo al cuidado de los mismos. Y el poder vino al mundo y fue llamado María y Cristo estuvo en su seno siete meses.

Y aconteció que cuando el Señor llegó hasta fuera del agua, toda la fuente del Espíritu Santo descendió sobre él y descansó sobre él y le dijo: Hijo mío, en todos los profetas estaba yo esperando por ti para que tú vengas y yo pueda descansar en ti. Porque tú eres mi reposo; tú eres mi Hijo primogénito que reinas por siempre.

En estos fragmentos puede entreverse algo de "subordinacionismo", es decir, que de algún modo Jesús estaba subordinado al Padre, siendo su Hijo más que Dios mismo. Esta subordinación predominaba en ambientes judeocristianos, que salvaban a toda costa el monoteísmo judío. También se nota la fuerte influencia judía en el carácter femenino que se concede al Espíritu, ya que esta palabra en idioma hebreo tiene género femenino.

Además, el evangelio llamado "según los Hebreos" refiere después de la resurrección lo siguiente:  

Mas el Señor, después de haber dado la sábana al criado del sacerdote, se fue hacia Jacobo y se le apareció. Porque Jacobo había hecho voto de no comer pan desde aquella hora en que bebió el cáliz del Señor hasta tanto que le fuera dado verle resucitado de entre los muertos. Y poco después el Señor le dijo: Traed la mesa y el pan. Y a continuación se añade: Tomó un poco de pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a Jacobo el Justo, diciéndole: Hermano mío, come tu pan, porque el Hijo del hombre ha resucitado de entre los muertos. (citado por Jerónimo en De viris ilustribus). 

Esta aparición de Jesús resucitado a Santiago (Jacobo), omitida por los canónicos, concuerda con una de las cinco apariciones referidas por San Pablo en 1ª Corintios 15 5-7, y confirma el gran papel que jugó este apóstol entre la comunidad judeocristiana.

Después del desastre del 70 dC, parece ser que los judeocristianos emigraron a Pella, en la actual Jordania, al este de Jerusalén. Algunos de ellos son citados como "ebionitas", que en hebreo significa "pobres", probablemente por su modo de vida austero. Epifanio de Salamina (Chipre) cita un "evangelio de los ebionitas" para destacar las contradicciones entre las creencias de estos judeocristianos y los acuerdos del Concilio de Nicea (año 325). Según cita Epifanio, en este evangelio, después de bautizarse Jesús, se oyó una voz del cielo que decía: «Tú eres mi amado Hijo, estoy muy complacido contigo. En este día te he engendrado» lo que podría interpretarse como un "adopcionismo", es decir, que Jesús es adoptado como Hijo de Dios solo a partir del bautismo (ver mi post sobre ¿desde cuando es Jesús el Hijo de Dios?), otra forma de salvaguardar el monoteísmo judío.

¿Cuándo se separó, entonces, el judaísmo del cristianismo? Se atribuye a un supuesto Concilio de Jamnia (pronunciado Yamnia) la fijación del canon de las escrituras hebreas, a finales del siglo I, después de la destrucción del Templo, en el que quedaban fuera algunos libros incluidos en el antiguo testamento cristiano, como el libro de Judit o el Eclesiástico. El hecho cierto es que en el Talmud se relata que en esta ciudad, el rabino ben Zakai obtuvo permiso de los romanos para fundar una escuela, que definió el actual judaísmo rabínico (heredero del fariseísmo) al recopilar la Mishná o ley oral. Esta secta se consideró a sí misma los únicos judíos supervivientes del desastre, excluyendo por tanto a los judeocristianos, que probablemente ya escaseaban, y marcando una clara frontera con el resto de los cristianos.

En suma, existió en Jerusalén -y por todo el Oriente Próximo en general- una corriente cristiana muy próxima al judaísmo tanto en sus costumbres como en sus creencias, floreciente al principio y decadente al final del siglo primero, de la que quedan muy pocos documentos, probablemente debido al poco interés que tenía la Iglesia oficial superviviente en copiarlos y conservarlos, pues contradecían sus dogmas recién definidos.

Para ampliar el tema, recomiendo la lectura del documento académico "La Carta de Santiago y los orígenes del judeocristianismo"

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