¿Por qué motivos eran perseguidos los primeros cristianos?

Saludos, incansables lectores. Hoy vamos a desmontar algunos mitos sobre las persecuciones que sufrieron los cristianos en los primeros siglos, que las películas nos han hecho ver en el circo, devorados por las fieras. La verdad es que las primeras persecuciones fueron por parte de los judíos, y la  mayoría de las persecuciones ocurridas en el Imperio Romano fueron muy limitadas en el espacio y en el tiempo.
Martirio de San Esteban, Juan de Juanes, Museo del Prado

El primer mártir fue Esteban, según relata el libro de los Hechos de los Apóstoles 7 58. Esteban pertenecía al grupo de los judíos "helenistas", judíos que habían nacido fuera de Palestina, asimilando una cierta porción de la cultura griega (por ejemplo, sus nombres lo demuestran). Desconocían el idioma hebreo, por lo que manejaban la Biblia traducida al griego, llamada la Septuaginta o versión de los LXX. Esto les obligaba a reunirse en sinagogas independientes, como por ejemplo la llamada "sinagoga de los Libertos" que aparece en Hechos 6 9. Los helenistas solían tener relaciones tensas con los hebreos, y esta división parece que se transfirió al interior de la Iglesia primitiva (como se refleja en Hch 6 1), lo que se resolvió nombrando un grupo de siete hombres para dirigir a los cristianos helenistas con independencia de los cristianos hebreos, entre los que se encontraba Esteban (Hch 6 5).

Los judíos que vivían dispersos por el Imperio Romano tenían pocas oportunidades de visitar Jerusalén y participar en los sacrificios del Templo, por lo que fácilmente relativizaban la importancia de los sacrificios. Las críticas de Jesús y de los apóstoles a la corrupción sacerdotal, que con frecuencia buscaban el beneficio económico personal y colaboraban con las autoridades romanas, prendieron fácilmente en la comunidad helenista. Indicios de esto se pueden encontrar en el discurso de Esteban ante el Sanedrín. Por ejemplo, en Hch 6 13s se presenta la acusación: "Este hombre no para de hablar en contra del Lugar Santo y de la Ley". En el largo discurso de Esteban, cita al profeta Isaías 66 1-2, en el que afirma que Dios no habita en casas hechas por mano de hombre. Con respecto a la Ley, los helenistas defendían una interpretación flexible y alegórica de la ley: por ejemplo, en vez de ofrecer un animal veían más importante ofrecer a Dios un corazón obediente (1Sam 15 22). Pero la principal afirmación, que hizo rechinar los dientes del Sanedrín, fue cuando dijo que Jesús es el "Hijo del Hombre" que profetizó Daniel 7 13, y que está sentado a la derecha de Dios (Hch 7 56). Esta afirmación podría entrar en conflicto directo con el monoteísmo, lo que justificaba un delito de blasfemia, castigado con la lapidación según la Ley de Moisés (ya apunté este hecho en relación con la crucifixión de Jesús, en mi primer post). Y esto fue lo que hicieron: apedrear a Esteban hasta la muerte.

Un joven fariseo, llamado Saulo, venido de la lejana región de Cilicia (al norte de Siria) para formarse en la escuela de Gamaliel, escuchó la predicación de Esteban y aprobó su ejecución. Acto seguido, persiguió a los cristianos helenistas, azotándolos y metiéndolos en la cárcel. A los apóstoles no los persiguió (Hch 8 1) pues por su origen eran galileos en su mayoría y no pertenecían a los helenistas. Esto es sorprendente, pues por venir de Cilicia debería estar más de acuerdo con los helenistas que con los hebreos, aunque quizás eso precisamente explique que más adelante se arrepintiera de su actitud, y empezara a predicar que Jesús era el Hijo de Dios (Hch 9 20). Cuando regresó a Jerusalén, habló con los apóstoles, pero los helenistas buscaban matarle (hch 9 29). Numerosas veces durante sus viajes, Saulo (llamado Pablo en el mundo griego) fue perseguido por los judíos de la diáspora (dispersos por el Imperio), por admitir en sus comunidades a los gentiles que se iban convirtiendo, sin exigirles la circuncisión, según acordó con los apóstoles (Gálatas 2 3).

La siguiente víctima de la persecución a los cristianos por parte de los judíos fue el apóstol Santiago (Hechos 12 2) por orden del rey Herodes Agripa I (ver mi post sobre cuántos reyes del Nuevo Testamento se llamaban Herodes). Agripa I se había educado en Roma y fue nombrado rey por el emperador Claudio, por lo que se supone que era visto como un extranjero, y se entiende que tratara de congraciarse con los judíos, que es el motivo que el libro de los Hechos da de la muerte de Santiago. ¡Y también hubiera dado muerte a Pedro, si no se hubiera escapado milagrosamente de la cárcel!

Muchos escritos apócrifos narran el martirio de los distintos apóstoles, pero su carácter legendario no nos permite estar seguros de sus afirmaciones. Más fiables nos parecen los relatos de historiadores no cristianos, como el judío Flavio Josefo, que relata que Santiago, por sobrenombre el Justo, líder de la comunidad cristiana de Jerusalén, murió lapidado por orden del Sumo Sacerdote Ananías ben Ananías, el año 62 dC. Josefo se refiere a este Santiago como "hermano de Jesús, el llamado Cristo" (ver mi post que aclara las confusiones y dudas sobre los nombres de los apóstoles). Josefo cuenta que Ananías aprovechó para cometer esta fechoría el vacío de poder que quedó cuando el procurador Festo murió repentinamente, antes de que el siguiente procurador, Albino, tomara posesión. Hemos de pensar que, si no lo ejecutó antes, fue porque el procurador romano no lo consintió, lo que refleja un odio enquistado entre la casta sacerdotal y los cristianos, probablemente por los motivos antes expuestos.

Por lo dicho hasta ahora, los primeros mártires cristianos murieron a manos de los judíos. No fue hasta el año 64 cuando los romanos dieron muerte a los primeros cristianos. Fueron los que mandó matar el emperador Nerón, acusándolos de haber provocado el incendio de Roma. Tácito refiere que Nerón quiso librarse con ello de la acusación de haber provocado el incendio, pero su relato es sospechoso porque no concuerda con el de otros historiadores de su tiempo: sólo Tácito describe la gran magnitud del incendio, mientras que otros lo consideran un incendio más de la historia de Roma, y algunos ni siquiera lo citan. Sea como fuere, en esta persecución dice la tradición católica que murieron los apóstoles Pedro (crucificado boca a bajo) y Pablo (decapitado) y que muchos cristianos fueron quemados como antorchas para iluminar la noche. Es por ello que Nerón fue considerado el Anticristo, pues él mismo se creía un dios.


Después de Nerón, la siguiente persecución se dice que fue la del emperador Domiciano, de la dinastía Flavia, pero no hay apenas evidencias históricas de ella. Ciertamente se sabe que Domiciano ejecutó a su primo Tito Flavio Clemente acusándolo de "ateísmo y modos judíos", que pudiera ser equivalente a "cristianismo", pero nada más. Muchos estudiosos consideran que el Apocalipsis fue escrito bajo el mandato de este emperador, pero según se ha descrifrado, la Bestia del Apocalipsis corresponde probablemente a Nerón, como ya expliqué en mi post sobre el fin del mundo.

No podemos culpar en exclusiva a los emperadores romanos de promover las persecuciones a los cristianos. Tácito dice que los cristianos eran odiados por el populacho, pero esta afirmación es difícil de entender: quizás se refiera más bien a que los judíos -incluyendo a los cristianos- eran odiados (por sus privilegios) o a que los cristianos eran odiados por los judíos (por no obligar a cumplir la Ley a los gentiles conversos), o a que los cristianos conjuntamente con los judíos eran mal vistos por no participar en las fiestas, procesiones o sacrificios paganos, los cuales eran considerados necesarios para que los dioses favorecieran a la ciudad. De hecho, hacia el año 200, el apologeta Tertuliano se queja a los gobernadores romanos de que a los cristianos se les culpaba de todas las desgracias que acaecían sobre la ciudad. Las reuniones secretas y nocturnas de los cristianos también despertaban sospechas, y Tertuliano tuvo también que defenderse de acusaciones como sacrificios de niños. Una prueba de este odio popular podría ser la persecución desatada en Lyon en el año 177, bajo el reinado de Marco Aurelio, relatada por Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica, cuando las turbas asaltaron las casas de los cristianos para robarles y apedrearles. Pero los historiadores no ven claro que Marco Aurelio instigara esta persecución, como tradicionalmente se le viene acusando.

Fuera de Roma, los gobernadores tenían potestad para juzgar y condenar a los cristianos, o exculparlos. Aprovechando el vacío legal, algunos aceptaban la denuncia de alguien, pero la sentencia dependía completamente del parecer del gobernador. Generalmente se les daba a los denunciados la oportunidad de retractarse, y demostrarlo ofreciendo sacrificios a los dioses paganos. Si el veredicto era de culpabilidad, el denunciante podía quedarse con algunos de los bienes del acusado, pero si era declarado inocente, el denunciante era acusado de calumnias. Se conservan varias cartas de gobernadores pidiendo consejo al emperador sobre cómo actuar en el caso de recibir denuncias contra los cristianos: Trajano les prohibió expresamente aceptar denuncias anónimas, y Adriano exigió que los cristianos hubieran cometido alguna ilegalidad para ser condenados, no solo haberse declarado cristianos. La condena para los cristianos que fueran ciudadanos romanos era la decapitación. Sólo los esclavos, los extranjeros o los mendigos eran condenados a ser devorados por bestias como espectáculo público. Los primeros martirios fueron tan alabados entre los cristianos, que en años sucesivos no fueron pocos los que se presentaron voluntariamente a los gobernadores con objeto de ser mártires. Uno de los gobernadores les contestó: «Desgraciados, si queréis morir, tenéis acantilados de los que saltar y cuerdas de las que colgaros». Algunos incluso recurrieron a atacar santuarios paganos para ser detenidos. En todo caso, no hay evidencia que demuestre que alguna vez los cristianos fueron ejecutados en el Coliseo de Roma.

El emperador Septimio Severo ha sido incluido también en la lista de los diez emperadores que persiguieron a los cristianos, por un decreto que prohibía la conversión al judaísmo y al cristianismo, pero este decreto solo se conoce por una fuente poco fiable, mientras que el apologeta cristiano Tertuliano afirma que este emperador tenía buena disposición hacia los cristianos, e incluso su médico personal era cristiano. Ciertamente durante su reinado hubo mártires cristianos, pero lo que dudan los historiadores es que fueran instigados por el propio emperador y que tuvieran, por tanto, un alcance universal.

En conclusión, no hubo persecución general contra los cristianos en todo el Imperio hasta el emperador Decio, hacia el año 250. Este emperador publicó un edicto de que todos los ciudadanos ofrecieran un sacrificio en honor del emperador, edicto que en principio no iba dirigido exclusivamente contra los cristianos. Los que realizaban esta ofrenda obtenían un documento o Libellus, y los cristianos que lo obtuvieron para evitar la persecución tuvieron después dificultades para ser aceptados de nuevo por la comunidad cristiana, según se debatió en el concilio de Cartago en 251. No hay datos sobre el número de cristianos que realmente fueron ejecutados, aunque entre ellos hubo algunos papas. Tampoco se sabe cuánto empeño pusieron las autoridades en localizar a los que no obtuvieron el Libellus, pero ciertamente hubo algunos que consiguieron escapar escondiéndose, como Cipriano el obispo de Cartago, aunque fue ejecutado más tarde en 257 bajo la persecución de Valeriano. Este emperador ordenó directamente ejecutar a todos los obispos cristianos y que se obligase a hacer sacrificios a los dioses paganos a todos los trabajadores de la Casa del Emperador, lo que demuestra que la persecución de Decio pocos años antes no había tenido un efecto duradero. El hijo de Valeriano, Galieno, que accedió al trono en 260, dejó de perseguir a los cristianos, inaugurando un periodo de paz, hasta que en 303 Diocleciano dictaminó la última gran persecución, después de despedir a los cristianos de su ejército y condenar a muerte a los cristianos maniqueos herejes. Pero los dirigentes del Imperio no tenían una actitud unánime contra los cristianos, y de hecho hubo enfrentamientos entre ellos por este motivo: Constancio, co-gobernante del imperio junto con Diocleciano, Galerio y Maximiano, no era partidario de perseguir a los cristianos y no aplicó en sus territorios los edictos de Diocleciano, mientras que Galerio, por contra, alentaba a Diocleciano. Finalmente en 313, el hijo de Constancio, Constantino, puso fin definitivo a las persecuciones mediante el Edicto de Milán.

En suma, es difícil dar una cifra del número de mártires cristianos durante el Imperio Romano, puesto que los datos tienden a exagerarse según quién los cuente, pero algunos especialistas han dado la cifra aproximada de 6000. Este número palidece frente a los 90.000 cristianos que mueren cada año por su fe actualmente, según el periódico La Razón. También es un número pequeño si se compara con los 30.000 que fueron condenados a muerte por la Inquisición Española (según el ex-secretario de la Inquisición del siglo XVIII, Juan Antonio Llorente), aunque pudieron ser solo 3.000 según el estudioso de la Inquisición Henry Kamen. En todo caso, de acuerdo con el periódico ABC, la persecución de las brujas o protestantes en Europa fue aún más cruel: unas 25.000 brujas pudieron ser quemadas solo en Alemania.

Como conclusión, los judíos fueron los primeros perseguidores de los cristianos, por sus afirmaciones teológicas, pero luego los romanos tomaron el relevo, sobre todo por negarse a practicar las religiones oficiales del Imperio.

Y eso es todo por hoy, espero que os haya resultado interesante. Como siempre, estoy abierto a preguntas y comentarios. Un saludo.


Como fuente de información para este post, he utilizado principalmente la Guía Para Entender el Nuevo Testamento, de Antonio Piñero, y el artículo de la Wikipedia "Persecución a Cristianos en el Imperio Romano"

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